Clarín - Deportivo

La Selección quedó a la deriva en el Mundial y nadie parece preparado para rescatarla

El error de Caballero expuso todas las miserias futbolísti­cas. Sampaoli de nuevo no ayudó, Messi fue una sombra y sus compañeros no apareciero­n. Argentina debe ganarle a Nigeria y esperar otro resultados. Mientras, brotan rumores de todo tipo.

- Enrique Gastañaga egastanaga@clarin.com

A sus compañeros, todos terrenales, ¿qué les puede decir ahora el capitán, Messi, ese genio del universo futbolero que antes del papelón Mundial lucía ya con rostro desencanta­do y que durante el juego no logró hacerse eje del equipo, que no gambeteó a un rival y que no pateó al arco, que la pidió mucho menos que siempre, que caminó casi todo el tiempo hasta ese blooper que jamás se olvidará de Caballero y que recién ensayó una reacción tímida con el equipo en zona de derrota?

Al mejor jugador del planeta, a ese Messi que no apareció en ningún momento cuando Argentina más lo necesitaba, ¿qué le pueden reclamar ahora casi todos sus compañeros (menos Acuña, el único que evitó el aplazo) si jamás le acercaron la pelota limpia, si no exhibieron rebeldía ni capacidad de reacción, si resultaron goleados como si nada ocurriera?

Al crack que ya se metió en la historia como uno de los mejores y a esos futbolista­s comunes y corrientes que lo rodean, ¿qué les puede contagiar ahora un entrenador como Sampaoli, que jamás repitió la formación y vivió alterando el sistema, que falló seguido en la formación inicial y que no supo en general cómo dar una mano desde el banco con los cambios, que muchas veces dijo una cosa y realizó la contraria, que es un manojo de nervios y no encuentra calma cuando el equipo la pide a gritos, igual que su principal ayudante de campo Sebastián Beccacece?

Como el más filoso de los puñales se clavó esta goleada contra Croacia en el corazón de la Selección. ¿Cómo hace Messi para que sus compañeros le crean? ¿Cómo hacen los compañeros para creerle a Messi? ¿Cómo hace el entrenador para que los jugadores le crean? ¿Cómo hacen los jugadores para que Sampaoli crea en sus condicione­s? ¿Cómo sale Argentina de lo que parece el abismo?

No alcanzó con sacar del equipo a tres de los históricos: Marcos Rojo, Lucas Biglia y Angel Di María. Tampoco fue solución cambiar el dibujo táctico. Un equipo con la cabeza más limpia, sin tanta carga por la mochila de las derrotas en las finales del Mundial 2014 y de las Copas América 2015 y 2016, también se derrumbó ante el primer obstáculo.

El error de Wilfredo Caballero revivió a los fantasmas. Igual, señalarlo como eje de todos los males, sería un error. ¿Dónde estaba el entrenador en el entretiemp­o para exigirles al arquero y a los defensores que ante el mínimo acercamien­to de un rival no jugaran más por abajo, después de todas las imperfecci­ones que en ese rubro habían exhibido los del medio hacia atrás en la etapa inicial, con Caballero incluido, por supuesto? Ahí Sampaoli debía renunciar a esa idea muy difícil de ejecutar con futbolista­s sin pie fino y con escaso funcionami­ento colectivo. No lo hizo.

Asombra Sampaoli. ¿Este técnico generó una revolución en la U de Chile? ¿Este DT en la selección de Chile supo convencer con la pelota y con los resultados? No sólo le falló el arquero que eligió, entre otras virtudes, por su juego con los pies, marginando al mejor de la actualidad: Armani. A Pavón no quería cargarlo de responsabi­lidades y lo mandó al banco, pero lo puso en el segundo tiempo, con la derrota ya desatada, como salvador, cuando ya era tarde. Se había adverti- do… ¿No era mejor incluirlo de arranque para que preocupara con sus corridas, acompañara a Agüero y liberara a Messi? No era Agüero quien debía salir cuando ingresó Higuaín: o seguía con dos nueves o en ese primer cambio apostaba por alguien como Pavón para volar o Dybala para asociarse o pegarle de afuera. Todo sólo de este partido. No se contabiliz­a lo anterior: la lista, las idas y venidas con nombres y con dibujos, las tensiones, la inestabili­dad… Y si además Messi se bloquea. Fue como si Leo no hubiera podido salir del penal fallado contra Islandia, que lo hizo sentirse responsabl­e. ¡Messi no pateó un tiro al arco! ¡Messi tocó la pelota menos veces que Caballero, el arquero!

La Selección vino a este Mundial a provocar un milagro, a encontrar el equipo en plena competenci­a. No es tan sencillo este juego de la pelota. Encima, Argentina se autodestru­ye: con la modesta Islandia hizo lo más difícil (abrir el marcador), pero a los cuatro minutos regaló la ventaja y, cuando tenía para ganarlo con un penal, lo desperdici­ó. Con Croacia le quedó un gol servido con el arco vacío y no aprovechó; al rato, le obsequió un festejo letal al rival y concluyó en una de las peores derrotas de la historia en primera ronda de un Mundial. Un equipo que no lo es, así resulta imposible que lo sea.

Todo es mucho más grave porque no hay conducción y reacción ni en el capitán Messi ni en el referente espiritual Mascherano (en el ocaso de su irreprocha­ble carrera) ni en el entrenador. Es una Selección a la deriva, que habilita múltiples versiones, alguna más sustentabl­e que otra. ¿Ejemplos? Desde una ruptura entre Sampaoli y Beccacece hasta un pedido de los jugadores al DT para que no dirija contra Nigeria.

Ahora casi nada queda. Apenas un partido, la última ilusión, pero también una conclusión que deja la realidad: imposible descubrir una razón para creer cuando entre los protagonis­tas que definen ya no se pueden creer… Que a todos desmientan.

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