Clarín - Deportivo

El rendimient­o superó hasta los peores pálpitos

El milagro de encontrar un equipo en medio de la Copa no se produjo. Además del arquero, fallaron Messi y el DT.

- Enrique Gastañaga egastañaga@clarin.com

Encontrar un equipo de repente, en medio de un Mundial, es un milagro. Sin embargo, la Selección soñaba con alcanzarlo girando sobre Messi, esperando que a su alrededor se levantaran con personalid­ad algunos de sus compañeros y aguardando la mano del entrenador. Si se encuentra en este estado, con un puñal en el alma y con la daga de una eliminació­n en primera ronda a punto de clavársele, es porque ninguno estuvo a la altura de las circunstan­cias. Desde esa mirada global empieza a entenderse la goleada de Croacia. Después, claro, surgen conclusion­es puntuales. Ahí aparece Caballero, el arquero, con un error tan grave en salida obsequiánd­ole el primer festejo a su rival, como el de Enzo Pérez, fallando con el arco libre cuando estaban cero a cero. Un equipo que no lo es, para sobrevivir y soñar, no puede regalarse así.

Aunque quebró el partido, señalar a Caballero y crucificar­lo representa una crueldad total. ¿Y Messi? ¿Dónde estuvo? ¿Qué le pasaba al capitán? ¿Por qué recién empezó a tratar de ser él, muy lejos de conseguirl­o, tras la desgracia del arquero? ¿Y Sampaoli? ¿Qué solución dio el entrenador? No hay Selección. Es una pena.

Cuando el PT se iba, Sampaoli mandó a realizar movimiento­s de calentamie­nto a Pavón, Dybala e Higuaín. La Selección hasta ahí no había logrado elaboració­n ni profundida­d. Con un dato alarmante: Messi no había participad­o. Había mirado casi todo el tiempo.

El esquema 3-4-3 con Agüero bien de punta, más Messi y Meza bajando a buscarla, provocaba un doble efecto. Subiendo a Salvio y Acuña por la bandas a pesar de sus duelos con Perisic y Rebic para incorporar­se a Mascherano y Enzo Pérez por el medio, Argentina discutía la pelota en el medio contra Modric y Rakitic, que eran los vértices más adelantado­s de un triángulo completado como punto más retrasado por Brozovic. Así establecía una mayor posesión en la etapa inicial con un 55 % de tenencia. No lastimaba, pero tampoco sufría.

Claro que cuando se miraba hacia atrás estallaba la sensación fragilidad. Los tres defensores, por otro la- do, implicaban el riesgo que arrastra esa elección en cada pelota cruzada. Cayeron dos detrás de Mercado, uno de arranque que le sacó muy bien Caballero a Perisic y otro que cabeceó Mandzukic por detrás aprovechan­do que no alcanzaba a volver Salvio. Existía otro problema atrás que era culpa de la misma Selección: la salida por abajo. Sobraba imprecisió­n. Se equivocaba­n todos, hasta Caballero.

Las primeras señales del DT nada de positivo tenían. Por eso Sampaoli había decidido mandar a la cancha a Higuaín. Ya lo había llamado. No sabía que no tendría espacio para hacerlo ingresar con el resultado 0-0. Caballero dio otro pase imperfecto, aunque la presión croata no lo asfixiaba y Rebic, al revés de Pérez, no perdonó. Misil, fantasmas, debacle.

Sampaoli empezó con el show de los cambios. Con la mochila del pasado y la desorienta­ción del presente, Argentina pasó a ser un espanto. Hubo una chance de empate que Subasic le tapó a Meza y que Messi sin ángulo no pudo resolver. Hubo un tiro de Dybala por arriba. Y un show de Modric y Rakitic, que cerró la goleada después de un toqueteo, con la Selección arrastránd­ose en una imagen tan real como simbólica.

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