Clarín - Deportivo

Lukaku, de aquellas carencias a estos tiempos como estrella

- Waldemar Iglesias wiglesias@clarin.com

Un estadio entero, con historia, le rinde pleitesía. Ahí, bajo el cielo de Moscú, ese pibe que comía salteado por falta de recursos escucha la ovación de propios, de ajenos, de turistas. Un rato antes de ese aplauso en el Spartak Stadium todos los simpatizan­tes del inmenso Romelu Lukaku gastaron más dinero en 20 minutos que lo que la familia del crack belga de sangre congoleña pudo ofrecerle en esos tiempos bravos e inaugurale­s.

Por un rato, Lukaku es Diego. Sí, El Diego. Maradona. Hace casi nada recordó en Rusia que un crack podía hacer dos dobletes consecutiv­os en un Mundial. Como El Diez en el inigualabl­e México 1986.

Los abraza el origen, aquella carencia:

“Tenía seis años, y volví a casa a almorzar, tras el colegio. Mamá tenía lo mismo de siempre en el menú: pan y leche. Ella empezó a mezclar la botella de leche con algo más. Me sirvió el almuerzo con una sonrisa como si todo estuviera bien. Pero comprendí qué estaba haciendo. Estaba mezclando leche con agua. No teníamos dinero para hacer durar la botella toda la semana. No éramos solo pobres; estábamos quebrados”.

No es de Villa Fiorito esa historia. Se la contó Lukaku a The Players Tribune. Es su infancia. Es aquel dolor modificado.

Se hizo fuerte entre carencias el máximo goleador de la historia del fútbol belga. Hijo del Congo maltratado. Pibe grandote que le ganó al destino. “Mi mamá calentaba agua en la hornalla y yo en la ducha me la tiraba en la cabeza con una taza”.

La celebració­n de Bélgica se luce en la piel negra y en su sonrisa blanca. El delantero abre los brazos, mira a sus compañeros, parece enorme incluso más allá de sus 191 centímetro­s de al- tura. Lukaku comprueba de nuevo, ahora en el Mundial, en el 5-2 frente a Túnez, lo que le contaban en sus días de niño: el fútbol ofrece revanchas. El Chelsea de Mourinho lo cedió al Everton luego de que desperdici­ara un penal en la Supercopa de Europa ante Bayern Munich. Y ese pibe que ya es un hombre de 25 años alto y fuerte se mostró más alto y más fuerte ante la dificultad. Siguió jugando. Se puso la camiseta azul del Everton y caminó las calles llenas de música de Liverpool. Continuó creyendo. Tardó poco en convencer y mucho menos en convencers­e. Ahora juega en el Manchester United.

Mou aprendió de aquel error.

Romelu lo aprendió de su padre, Roger. Tienen genes africanos los goles que ahora llevan a Los Diablos Rojos a competir como candidatos en el Mundial de Rusia.

Su padre, Menana para los amigos de los días complejos y lejanos, nació entre los rigores de Kinshasa, la capital de la República Democrátic­a del Congo, justo al año siguiente en el que Patrice Lumumba -líder político, africanist­a, ambientali­sta- fuera nombrado héroe nacional a consecuenc­ia de su búsqueda: la independen­cia de su país de la opresión belga.

Lo habían matado un lustro antes, en 1961, cuando sus palabras se multiplica­ban por el continente de los desamparos. Roger también fue futbolista. Jugó para el selecciona­do de su país cuando todavía se llamaba Zaire y tenía en el poder al dictador Mobutu Sese Seko al amparo de las grandes corporacio­nes multinacio­nales. Lukaku padre jugó dos Copas de Africa y también participó en las Ligas de Pakistán, de Bélgica y de Turquía.

Tal vez, en aquel retazo de tiempo, nació este selecciona­do belga que sorprende al mundo, que ya camina con paso firme por los caminos del país más grande del planeta. Lukaku jamás renegó de ese origen. Pero se pasó la adolescenc­ia aclarando que era tan belga como las mejores cervezas. Convivió con prejuicios por cuestiones de color. Lo comentó él mismo varias veces: cuando jugaba bien, lo llamaban “el delantero belga”; pero cuando no era el crack que ahora el mundo aplaude la referencia era otra. “El chico de ascendenci­a congoleña” se escribía. Los goles lo contaban belga; los tiros en los palos recordaban su sangre africana. Un día ofreció respuesta ante tal escenario, con un técnico:

-Si no te gusta la forma en la que juego está bien. Pero nací aquí. Me críe en Amberes, Lieja y Bruselas. Soñé con ser como Kompany. Comienzo una oración en francés y la termino en holandés, y digo cosas en español o en portugués o en lingala (lengua de Congo). Soy belga”. Sí, es belga. El mejor de los belgas.

“Cuando tenía 6 años, en mi familia no había dinero y mi mamá hacía durar más la botella de leche mezclándol­a con agua”.

 ?? AFP ?? Goleador implacable. Lukaku, el centrodela­ntero de Bélgica, marcó dos dobletes seguidos e igualó la marca de Maradona de 1986.
AFP Goleador implacable. Lukaku, el centrodela­ntero de Bélgica, marcó dos dobletes seguidos e igualó la marca de Maradona de 1986.

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