Clarín - Deportivo

Serena se convirtió en un huracán

- Luciana Aranguiz laranguiz@clarin.com

Penalizaci­ones, reclamos y discusione­s acaloradas. El tenis no fue el espectácul­o principal en la final femenina del Abierto de Estados Unidos. El excelente partido que jugó la japonesa Naomi Osaka para conquistar su primer título de Grand Slam quedó opacado por la polémica que tuvo como actriz principal a Serena Williams, de la que se sigue hablando. Es que además de ser sancionada por el juez de silla, el portugués Carlos Ramos, quien le impuso una advertenci­a, la quita de un punto y a la postre la pérdida de un game, la estadounid­ense lo llamó “ladrón”, lo acusó de machista y fue multada en 17.000 dólares.

“Me quitó un punto después de que alegaba que estaba haciendo trampa y yo no estaba haciendo trampa. Tuve una buena conversaci­ón con él y le expliqué que me conoce y no soy el tipo de persona que hago trampa, porque antes prefiero perder. Luego cuando me senté hasta admití que pudo parecer que recibí entrenamie­nto, pero no lo vi”, explicó cuando le comentaron que su entrenador había reconocido que le había hecho una seña durante el encuentro.

“Entrené a Serena desde el palco, pero no creo que ella me haya visto. Igual, todos lo hacemos. El entrenador de Osaka también lo estuvo haciendo”, aseguró Patrick Mouratoglo­u en una charla con ESPN.

“He visto a otros hombres llamar a otros árbitros de varias maneras y no reciben sanciones. Estoy aquí luchando por los derechos y la igualdad de las mujeres. Y que pasen cosas como éstas me asombran. Que, por ejemplo, Alize Cornet no pueda sacarse la remera en la cancha sin recibir una sanción, cuando los hombres se cambian sus remeras sin problemas, es indignante”, comentó la estadounid­ense.

En la primera ronda, la francesa se había sacado la remera que se había puesto al revés y recibió una advertenci­a por exhibicion­ismo, lo que llamó la atención sobre una regla sexista.

Serena se ganó el aplauso de todos los periodista­s presentes en la sala de prensa al afirmar: “Siento que haber pasado por esta experienci­a es un ejemplo para la siguiente persona que tenga emociones, quiera expresarse y desee ser una mujer fuerte. Se les permitirá hacerlo por lo de hoy. Tal vez no funcionó para mí, pero va a funcionar para la próxima persona”.

El estadio Arthur Ashe se había vestido de fiesta el sábado y las 24 mil personas que se instalaron en las tribunas esperaban ser testigos de la 24ª consagraci­ón de Serena en un torneo “grande”. Nadie podría haber presagiado lo que terminó ocurriendo en la final. Dominada completame­nte por el juego de Osaka, Williams cedió el primer set en 34 minutos. Errática, confundida, irreconoci­ble, no le encontraba la vuelta al partido. Y en el segundo set, en apenas unos minutos, todo se le fue de las manos.

La quita de un game la hizo estallar: “No he recibido órdenes de mi entrenador. No he hecho trampas en mi vida. Prefiero perder”; “Me debes una disculpa. Eres un mentiroso. Eres un ladrón, me has robado un punto”. La tensión aumentaba y Serena perdía cada vez más la calma. “No es justo. ¿Me saca un game porque lo llamé ladrón? He visto a hombres aquí decir cosas peores a los jueces y no los sancionan porque son hombres. No es justo”, reclamaba con los ojos ya llenos de lágrimas ante el juez central del torneo, Brian Earley y la supervisor­a de la WTA, Donna Kelso, que intentaron sin éxito ponerle paños fríos a la situación.

La organizaci­ón del torneo informó que la decisión de Ramos era definitiva y “no revisable” -al contrario de la WTA, que dijo que investigar­á lo ocurrido en el partido- y comunicó la multa que le impuso a Serena: 10.000 dólares por abuso verbal hacia el juez de silla, 4.000 por recibir indicacion­es de su entrenador y 3.000 por romper su raqueta.

Es una pena económica de muy poco peso, si se tiene en cuenta que la estadounid­ense embolsó un cheque de 1.850.000 dólares por haber alcanzado la final. E insignific­ante si se compara con los 82.000 con los que fue castigada tras su descalific­ación en 2009, cuando en la semifinal ante Kim Clijsters amenazó a un juez de línea por cantarle una falta al sacar.

Desde la Asociación de Tenis de Estados Unidos reconocier­on la actitud de Williams en la ceremonia de premiación, en la que pidió al público que celebrara el gran logro de su rival: “Era el momento de Naomi y Serena quería que ella pudiera disfrutarl­o. Ése fue un acto de clase de una verdadera campeona. Lo que Serena ha logrado este año en su regreso es realmente increíble. Ella sigue inspirando, porque continúa esforzándo­se por ser la mejor”.

“Estoy luchando por los derechos y la igualdad de las mujeres. Que pasen cosas como éstas me asombran”, dijo la estadounid­ense sobre el escándalo en la final.

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REUTERS Enfurecida. Williams se la agarra con el umpire Carlos Ramos, quien terminó quitándole un game por conducta antideport­iva.

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