Clarín - Deportivo

La mentalidad de un campeón olímpico

Chad Le Clos. Se hizo nadador por Michael Phelps y le ganó a su ídolo un oro histórico en Londres 2012.

- Hernán Sartori hsartori@clarin.com

En aquel hogar de Durban, la sensación era que la televisión siempre pasaba la misma imagen: Michael Phelps se lanzaba al agua y se subía a lo alto del podio en Atenas 2004. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis veces... Seis oros olímpicos a

los 19 años. Chad Le Clos tenía 12, hacía cuatro que había comenzado a nadar en esa ciudad sudafrican­a y entonces supo lo que quería para

su vida. “Hacía series de 2.000 o 3.000 metros en la pileta durante una hora y pensaba en competir en Mundiales y en Juegos Olímpicos. Siempre tuve en claro que quería ganar una medalla olímpica y que quería correr contra Michael Phelps. Nunca lo dudé, desde que lo vi ganar por televisión. Nunca pensé que no iba a estar ahí”,

dice hoy, a los 26 años, con el logro cumplido por duplicado.

Es que el mismo que luce su físico y su facha vestido de elegante traje y corbata frente a Clarín, en pleno Recoleta, es aquel que el 31 de julio

de 2012 vivió el mejor día de su vida: con 20 años, conquistó su único oro olímpico al vencer por cinco centésimas a Phelps, su héroe, su

ídolo, en su prueba favorita: los 200 mariposa. Señoras y señores, han cantado “¡Bingo!”.

Sucede algo insólito con Le Clos, porque sus tres platas olímpicas, sus 13 títulos mundiales (4 en pileta corta y 9 en larga), sus 7 primeros puestos en los Juegos del Commonweal­th y sus 9 victorias en los Juegos Africanos permanecen a la sombra. Como si no hubieran existido. Como si sólo hubiera sido real aquel triunfo sobre Phelps. Y él lo sabe. Vaya si lo sabe. -¿Cuántas veces viste de nuevo esa final? -Es loco. La miré más de 200 veces. Durante los primeros tres meses, la miré entre 3 y 4 veces por día. No por lo técnico o para estudiar cómo había nadado, sino porque... ¡no lo podía creer! La veíamos en familia y mi papá lloraba. Es más, hoy aún llora cuando ve esa final. Fue un momento enorme para mí, porque los Juegos Olímpicos simbolizan todo para un atleta. Algunos pibes sueñan con ser estrellas de cine, pero yo siempre soñé con ser campeón olímpico.

-Son pocos los que le ganan un oro olímpico a su ídolo. ¿Cómo enfrentast­e ese momento?

-Fue increíble. Y fue raro, porque en mi mente siempre supe que tendría una chance. En las finales hay que tener un poco de fortuna. Y yo tenía en claro que no iba a abandonar. Cuando enfrentan a un gran nombre, hay quienes se achican y ya perdieron antes de la carrera. Ese nunca fue mi caso. Mi respeto a Michael es enorme, pero yo ansío esos desafíos.

-Antes de la final de los 200 metros de Río 2016, Usain Bolt se puso a bailar samba...

-(interrumpe) Loco, ¿no?

-Phelps era lo opuesto. Entraba con auriculare­s, la capucha sobre su cara y en su mundo...

- Yes.

-Su imagen era seria y de concentrac­ión. ¿Cómo es en lo humano?

-Con Michael tenemos una gran relación. Lo gracioso es que nos vimos por primera vez en enero de 2012, en un evento de Omega previo a los Juegos Olímpicos y yo no sé si él sabía quién era yo. Y seis meses después le gané. Era su fan y me tomé una selfie con él en Miami. Fue un gran momento. Guardé esa foto en mi cuarto como motivación. Siempre fue bueno conmi- go, porque sabía lo que sentía por él. Cuando competís contra alguien, eso no significa que después no puedas irte a cenar o a tomar un trago. Al final del día, esto es deporte.

-Cuando el año pasado vino a Buenos Aires, volvió a hablar de las depresione­s que había tenido y lo que encontró en su familia...

-(se nota que quiere evitar el tema) Al final salió fortalecid­o de la situación. Tiene una gran familia. Está en paz con su vida. Ves que está feliz con lo que hizo. Es una leyenda del deporte.

Tenía 8 años Le Clos cuando comenzó a nadar por pura diversión. El bichito le picó fuerte y a los 13 viajó a competir por primera vez lejos de casa. En Inglaterra le fue como era esperable. “Me fue muy mal y aprendí la lección –confiesa-. Me potenció mi amor por ganar y por ser el primero en entrenarme para ser el primero en la carrera”.

-Es recurrente escuchar a los atletas repetir que se aprende mucho más de las derrotas que de las victorias. ¿Lo suscribís?

-Absolutame­nte. No es un cliché. Aprendí más de los malos momentos y de las derrotas en mi carrera que de las victorias. Cuando ganás, no mirás para atrás para ver qué error cometiste sólo porque ganaste. Podés ganar haciendo las cosas mal y no ves los errores. Yo he visto diez veces más las carreras que perdí que las que gané. Salvo la de 2012, claro (risas).

-¿Qué valor le adjudicás a la fortaleza mental en relación con el entrenamie­nto físico?

-Pesa más lo mental. Cualquiera puede entrenarse fuerte, pero vi muchos que no tienen la mentalidad que se necesita para nadar. Es muy difícil de encontrar. Es una cosa diferente. Cuando competís, tenés que ser un asesino al nadar.

Le Clos estuvo en la Argentina como embajador de Buenos Aires 2018. Y fue claro en su impacto: “Mi primera experienci­a olímpica fue en Singapur 2010 y más allá de las medallas (un oro, tres platas y un bronce), fue grandioso estar en la Villa, el comedor y en ese clima. Hoy todos conocen lo que pasó en Buenos Aires 2018”.

Como embajador de Omega, la marca de relojes y cronometra­dor oficial de los Juegos de la Juventud, conoce a la perfección lo que es el apoyo de un sponsor. “No estaría acá sin ellos, porque al final del día necesitás una plataforma. Es un orgullo ser su socio porque tienen los mismos valores de mi familia”, dice.

-En Argentina es la gente la que financia el desarrollo del deporte y de los atletas de alto rendimient­o. ¿Cuán importante es que sumen empresas privadas a ese apoyo?

-Es muy importante que las corporacio­nes de un país se involucren en apoyar a los atletas. Sobre todo en las disciplina­s no tan populares, como puede ser el fútbol aquí en Argentina.

Quien conoce la gloria sólo quiere volver a saborearla. Lo han repetido hasta el hartazgo los integrante­s de la Generación Dorada. El dilema es cómo mantener la motivación cuando se llegó a lo más alto. Y Le Clos lo sufrió después del oro en Londres 2012.

“Los triunfos nos llevan a hacernos sentir una ‘prima donna’. Para ser honesto con vos, en 2012 me encontré a los 20 años con la fama de ser campeón olímpico. Se te acerca mucha gente y te podés olvidar lo que te llevó al triunfo. Lo pagué en 2013 –admite-. Pero después de mis dos platas en Río 2016, estaba extremadam­ente motivado. Cuando pierdo, me vuelvo más peligroso. El carácter de una persona se mide no por cómo celebra las victorias sino por cómo se recupera de las malas contra la pared”.

-¿Que te mantiene firme para continuar en la cima, en busca de más victorias?

-Dejar un legado. Quiero ser uno de los mejores de la historia. No quiero parar. Quiero seguir creciendo cuatro años más. Es una cuestión de orgullo. Puedo entender a Buffon por seguir atajando a los 40 años. Te volvés adicto a la adrenalina previa a una carrera y a la imprevisib­ilidad y al estrés de no saber si ganarás. Odiamos y amamos el estrés al mismo tiempo. Es una adicción rara.

El recuerdo vuela de nuevo hacia 2012. Tres meses antes de aquella inolvidabl­e victoria en los 200 mariposa, Le Clos se iba de su casa para los últimos entrenamie­ntos y para adaptarse al clima. Sus padres reaccionar­on de manera distinta. “Mi papá decía: ‘¡Vamos, matalos, boy!’.

Mi mamá, siempre nerviosa, no mostraba públicamen­te confianza en mí. ‘Ojalá que al menos gane el bronce’, decía. Y yo saltaba: ‘Mamá, ¡pará de decir eso! En Londres voy a ganar. Yo voy a la yugular. Así nado yo’”, cautiva el sudafrican­o al rememorar.

Su carrera es extraordin­aria y sólo piensa en la cita olímpica que vivirá en dos años. Chad Le Clos sabe lo que quiere. Y se ocupa de sintetizar­lo: “Cuando gané el oro olímpico, fue muy duro para mí volver a sentir algo igual. Jamás tuve una sensación como la que viví en 2012. Quería tanto el oro que cuando se me dio estaba tan increíblem­ente arriba que llegué a un estado en el que no te querés dormir. Dormía dos horas por día. Estaba volando. Quiero sentir eso de nuevo en Tokio 2020”.

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JORGE SÁNCHEZ Elegante. “Siempre supe que quería ganar una medalla olímpica y que quería correr contra Michael Phelps”, dice Le Clos.

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