Clarín - Deportivo

La dama de la sonrisa eterna

- Mariano Ryan mryan@clarin.com

Por supuesto que la imagen que refleja esa señora que anda por los 57 años no tiene nada que ver con la que en blanco y negro se descubre tras su cuerpo pequeño. Esa fotografía que la muestra con apenas 30 kilos, vestida con la malla blanca con las tiras azul, amarilla y roja de la famosa marca de indumentar­ia deportiva y con una cinta de color rojo que sostiene su cabello, muestra a la niña que Nadia Comaneci era a los 14 años. La misma que en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 cambió para siempre los lineamient­os de la gimnasia con aquel 10 inolvidabl­e que consiguió en el ejercicio de barras asimétrica­s.

Comaneci es una leyenda del deporte, claro. Pero además es una señora comprometi­da con la ayuda a los más necesitado­s, tanto en su país natal, Rumania, como en el que eligió para vivir, Estados Unidos, al que llegó tras huir del régimen comunista del dictador Nicolae Ceaucescu. Hoy vive en Oklahoma City, Estados Unidos, junto a su marido, Bart Conner -también ex gimnasta y oro olímpico en Los Angeles 1984, y su único hijo, Dylan (tiene 12 años y su nombre tiene que ver con el fanatismo de sus padres por la música de Bob Dylan), “que juega al fútbol y al hockey sobre hielo pero también hace cross country, aunque me preocupa que, como casi todos los adolescent­es de su edad, pasa mucho tiempo con el teléfono celular”, según ella misma le cuenta a Clarín en un espacio reservado del hotel Le Méridien de Montecarlo, donde hoy se entregarán los Premios Laureus a los mejores deportista­s de 2018.

-¿Montreal 1976 cambió su vida para siempre o usted vivió algo más tarde, dentro o fuera del deporte, tan potente como aquellos Juegos?

-Esos Juegos fueron el comienzo del cambio. Porque desde entonces todo fue modificánd­ose en mi vida. En 1976 yo ya sabía qué era la gimnasia para mí porque hacía ocho años que la practicaba. No sabía adónde llegaría, pero sabía que ese sería mi mundo. De todos modos no creo que mejoré la gimnasia aunque sí considero que causé un impacto y que la gente conoce este deporte, en parte, gracias a mí. Ahora es más importante y quizá ayudé con aquel 10 a despertar la curiosidad.

-¿Hoy es Simone Biles la Nadia Comaneci de los años 70?

-Todos quieren buscarme una comparació­n. Desde siempre. Simone Biles está haciendo su historia y lo está haciendo muy bien. Ella es la estrella de la actualidad.

-En los últimos tiempos las redes sociales puso en un lugar muy alto a la estadounid­ense Katelyn Ohashi por sus rutinas con música de Michael Jackson. ¿Qué opina de ella?

-Estuve en Seattle cuando hace pocos días Ohashi volvió a recibir un 10, ya que mi marido es comentaris­ta para la TV de los campeonato­s universita­rios. Es sorprenden­te y tiene un ritmo espectacul­ar. Me gusta mucho, pero no sé si la puede comparar con otras gimnastas del mundo. Hay muchas que son muy buenas realmente.

-También últimament­e la gimnasia se vio revolucion­ada por el escándalo de los abusos sexuales perpetrado­s por Larry Nassar en los selecciona­dos estadounid­enses. ¿Qué piensa?

-Estoy orgullosa de las mujeres que denunciaro­n y hablaron de los abusos. Creo que en muchos lugares del mundo la gente se preocupa por la seguridad de los niños. Fue una buena plataforma para que las mujeres sepan que pueden hablar alto para que algo así no vuelva a pasar otra vez.

-En Argentina la gimnasia es un deporte practicado por muchas chicas en edad escolar, pero pocas son las que llegan a la elite ¿Cuál es su opinión al respecto?

-Es un primer paso. La gimnasia es un deporte que da flexibilid­ad a los músculos y dominio del cuerpo. Y eso es algo que se utiliza en todos los demás deportes. El problema es cuando después las chicas se vuelcan a otras disciplina­s que encuentran más atractivas. La gimnasia es muy dura y es muy difícil llegar a lo más alto.

-¿Cómo es un día común en su vida?

-No tengo días comunes. Todos los días tengo algo diferente para hacer porque, además, me gusta hacer de todo. Ir al supermerca­do, quedarme en mi casa, visitar a mi mamá, viajar...

Lejos están aquellos años en los que Bela Karolyi la reclutó del patio de su escuela en Onesti. Fue el mismo que junto a su mujer, Marta, se convirtier­on en sus entrenador­es, los que con métodos severos y polémicos ayudaron a formar medallista­s olímpicas y campeonas mundiales para la gimnasia rumana. Lejos están los tiempos en los que Nicu Ceaucescu, uno de los hijos del dictador, jugador empedernid­o (en el propio casino de Montecarlo, por ejemplo) y diez años mayor, se encaprichó con ella, la acosó y la maltrató.

Hoy esa niña a la que se la enjuició con un lapidario “la magia se ha esfumado” cuando creció y los resultados deportivos no fueron los mismos, es una mujer que superó el mote de “heroína nacional rumana”, que fue vigilada día y noche por la temida Securitate y que en 1989, junto a cinco desconocid­os, protagoniz­ó una fuga de película a través de la frontera con Hungría desde donde partió a Austria para llegar a Estados Unidos como refugiada política. “Quería formar parte de mi deporte y estar involucrad­a en el movimiento olímpico. Quería ayudar y tomar mis propias decisiones; por eso me fui. Quería ser libre”.

“Han pasado tantas cosas en mi vida que probableme­nte no alcanzaría­n dos películas para contarla”, asegura Comaneci, la de la eterna sonrisa. La otra chica 10.

 ?? AFP ?? Leyenda. Comaneci, el año pasado en México. Integra el prestigios­o jurado que entrega los premios Laureus, los Oscar del Deporte.
AFP Leyenda. Comaneci, el año pasado en México. Integra el prestigios­o jurado que entrega los premios Laureus, los Oscar del Deporte.

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