La zurda de Quintero hizo la diferencia para River, entre lesiones y sustos inesperados
El colombiano convirtió un golazo, el 1-0, y fue figura. Fue un partido accidentado y extraño: el arquero Carranza evitó una goleada, pero a los tucumanos no les dieron un penal.
El desenlace, con los tucumanos lanzados como aviones sobre el área de Franco Armani y los hinchas transpirando, parece un extracto de otro partido. River padece el descuento postrero de Ramiro Costa, incansable, y fluye la ansiedad por el final que se demora. Y un escalofrío recorre cada alma del Monumental cuando el tiro de Oliver Benítez impacta en el brazo de Robert Rojas, el mejor defensor de banda roja. Era penal. Sin embargo, Germán Delfino interpreta erróneamente que el paraguayo no amplió el volumen del cuerpo. Entonces, llega el desahogo en Nuñez. No debió sufrir el campeón de América. Porque fue superior de principio a fin. Y si el partido no tuvo formato de goleada se debió a la notable actuación de Jorge Carranza que mantuvo con vida a San Martín y alargó el suspenso de una victoria cantada desde la jerarquía individual.
Es que en los pies de Juan Fernando Quintero todo es posible. Desde ganar la Copa Libertadores con un zurdazo legendario hasta vencer a los tucumanos. Tiene una maravillosa pegada el colombiano. También, una capacidad para desequilibrar conceptualmente cualquier barrera que proponga el rival. Siempre encuentra un resquicio para aguijonear a la defensa con un pase milimétrico, filtrado. Es el gestor del juego y la “10” le calza a medida en la espalda. Por ese volante creativo con perfil de enganche noventoso, por la movilidad de Lucas Pratto, por el daño que provocó por las bandas, River se quedó con el triunfo en un primer tiempo demasiado accidentado.
Es que Marcelo Gallardo tuvo que acomodar la pizarra de entrada. Del 3-4-1-2 que pergeñó tuvo que armar un 4-3-1-2. A los 20 segundos, Ramiro Costa peleó una pelota con Milton Casco en el lateral, el entrerriano cayó sobre su hombro y se fracturó la clavícula. El Muñeco tardó cinco minutos en tomar una decisión. Dudaba entre mandar a la cancha a su hijo, Nahuel, marcador de punta puro, o apostar a Nicolás De La Cruz. Se inclinó por el uruguayo y para hacer más compacto al equipo, reorganizó la retaguardia con Camilo Mayada como “4” y Javier Pinola en el rol de “3”.
A esa altura, San Martín de Tucu- mán había mostrado algo más que entusiasmo. A bordo de dos líneas de cuatro y una dupla ofensiva amenazante, había preocupado al campeón de América. Con alguna pincelada de Alberto Tino Costa, agarró a contramano a la zaga. Un cabezazo de Rodrigo Moreira inquietó a Franco Armani. Hasta que River se acomodó, claro. Entonces, tomó el control del partido.
Con el buen circuito que armaba Quintero, sincronizado con De La Cruz y Nacho Fernández, más Pratto –especialmente- y Rafael Santos Borré, sumado a las proyecciones de Mayada, empezó a lacerar el fondo tucumano. Generó cinco situaciones, la más clara un remate de Nacho Fer-
nández que encontró una brillante respuesta de Jorge Carranza. El gol se vislumbraba como esos aviones que cruzan el cielo del Monumental. Era cuestión de tiempo. Y llegó acompañado de una genialidad de Quintero, que resolvió con un disparo inatajable tras una pared con Pratto. Hubo mucho mérito del crack de Medellín; también, del delantero nacido en Ensenada. Porque recibió al pecho, la aguantó y descargó atrás para la arremetida de Juanfer.
En el segundo tiempo, River salió dispuesto a liquidar el partido. Con el pibe Ferreira, reemplazante del lesionado Nacho, muy activo, aunque egoísta. Tenía el arco entre ceja y ceja. Y tuvo a Pratto retrocediendo para participar del armado luego de la salida de Quintero, que dejó la cancha ovacionado cuando todavía quedaban veinte minutos. Carranza, una y otra vez, le bajó la persiana. Sigue errático Santos Borré. Hasta que Matías Suárez, sustituto del colombiano, le puso el sello a una jugada que habían fabricado los uruguayos De La Cruz y Mayada y que no había podido resolver Pratto.
San Martín aprovechó un error de Leonardo Ponzio en la salida y Costa sacudió a Armani con un zapatazo que se filtró bajo sus piernas. Para generar miradas de angustia en las tribunas. El triunfo, de todos modos, no se le escapó. Tampoco, esa ilusión de clasificarse a la Libertadores 2020 mientras palpita su debut en la Copa de 2019. Está cerca. Y da pelea.