Clarín - Deportivo

La pequeña gigante pasa por boxes

Paula Pareto. “Ahora es tiempo de parar”, le cuenta a Clarín tras su séptimo puesto en el Mundial.

- Hernán Sartori hsartori@clarin.com

Pasaron en el Mundial un par de de judo horas y la desde bronca su le última dura a lucha Paula Pareto, argentino porque entiende la pequeña que quedó gigante séptima del deporte por una cuestionab­le decisión del juez. “Jamás me pasó que una rival corriera por el tatami sin querer luchar. Eso es pasible de sanción, pero terminé siendo yo la sancionada y perdí la chance de ir por el bronce”, le cuenta a Clarín desde Tokio, mientras pide esa pizza con panceta que ahora sí puede comer. Porque el torneo terminó para ella y porque ya sabe que no habrá más competenci­as en 2019.

La atleta argentina del siglo bajó la persiana. La clasificac­ión olímpica a Tokio 2020 está prácticame­nte en el bolsillo y es momento para la recuperaci­ón plena de las molestias físicas que le causa la hernia cervical. Y hasta está en carpeta entrar al quirófano para una pequeña intervenci­ón que la alivie. “Ahora llegó el momento de parar”, confiesa. Al cabo, no sólo quiere defender el oro olímpico sino que tiene una vida extradepor­tiva que merece calidad. Y pacientes que atender en el hospital de San Isidro como residente de Traumatolo­gía.

Cuando en Lima contó que había luchado con falta de sensibilid­ad en los brazos, se entendió por qué no combatió por el bronce en los Juegos Panamerica­nos. La salud, ante todo. Y como el deporte de alto rendimient­o no es salud, porque lleva el cuerpo hasta el extremo, era riesgoso competir. Pero Pareto viajó igual al Mundial de Tokio y volvió a quedar en el top 8.

Es buen momento, entonces, para que cuente que sus últimos dos meses fueron un calvario. “La hernia cervical genera una contractur­a por reflejo, como me explicó un especialis­ta. Desde que me entrené en Japón (en junio, en la Tekyo University) hasta luchar en Canadá (fue bronce en el Grand Prix de Montreal, en julio), estuve 20 días sin dormir. Me volvía loca el dolor. Esa contractur­a es la que me tenía a maltraer, porque si no dormís, no descansás como correspond­e y no rendís. Y encima después apareció el cosquilleo en un brazo y luego en el otro”, relata una aceleradís­ima Paula. Lo cuenta como si nada, pero está hablando de una mala calidad de vida.

“Se venían los Panamerica­nos. No los tenía en los papeles porque me ponía en riesgo por mi lesión, pero los dirigentes me pidieron que fuera y me parecía bueno ir por una medalla para el país. No resultó, porque el dolor y el hormigueo en los brazos hizo imposible competir por el bronce. Era bastante constante y molesto. Y te mata. Cansa sufrir todo el día por lo mismo”, agrega quien después de semejante desazón se embarcó hacia Tokio.

¿Cómo hizo entonces Pareto para lograr llegar de pie al tatami en el Mundial, con el parche dorado con su nombre en el judogi? Con amor propio, una fuerza de voluntad enorme y una compañera de viaje especial, además de la entrenador­a Laura Martinel.

“Vino conmigo María José Domínguez, mi kinesiólog­a habitual en el CeNARD. A la mañana, entrenaba judo y podía regular. Pero como las luchas son fortuitas y si estoy en el baile, yo bailo, a la tarde tenía tres horas de kinesio por día, con Majo masajeándo­me las cervicales -explica-. En Buenos Aires eso no lo podría haber hecho por falta de tiempo. Y acá la exploté, pobre, je, je. Pero dio resultado, porque tuve poco hormigueo en una sola lucha y el dolor de la contractur­a ya no lo tengo y pude dormir. Salió bastante bien, porque sumé buenos puntos por el séptimo puesto”.

Pareto, de 33 años, luchó contra cuatro rivales que suelen colgarse medallas en torneos internacio­nales. A la alemana Katharina Menz (28) le ganó por ippon a los dos minutos. Y a la surcoreana Yujeong Kang (23) la venció con un waza ari a los 7 segundos del “golden score”, esa especie de alargue que se disputa cuando terminan igualados los 4 minutos de lucha.

Entonces llegó el duelo de cuartos de final ante Distria Krasniqi (23), de Kosovo, quien ganaría la medalla de bronce. “Fue una lucha áspera. Encima, por un movimiento que hice, tuve durante 30 o 40 segundos el dolor y el hormigueo en los brazos. Me recuperé, seguí luchando y llegamos al golden score. Yo tenía más frecuencia de ataque, pero el árbitro me miraba y yo no sabía por qué. Así que me dije: 'Éste no la va a sancionar' (lo que hubiera terminado la lucha a favor de la argentina). Entonces me jugué a hacer una cosa, me salió mal y me tiró. No me puedo quejar”, confiesa La Peque.

Llegó al repechaje frente a la francesa Melanie Clement (27) y Paula dejó el tatami a pura bronca. “En esta lucha pasó algo que jamás viví. Fue muy raro. Nunca vi que alguien corra en el tatami. Ella corrió. No tiene mucha explicació­n -narra con tristeza y sorpresa-. Yo busqué ganar. Si ella fue a no buscar lances, lo entiendo de ella pero no de quienes la ven”.

El juez le dio a Pareto una tercera penalizaci­ón a poco del final y así se consumaron su derrota y el séptimo puesto. Por eso las palabras que siguen: “Acepto que el judo es un deporte en el que está la subjetivid­ad de las personas. Hoy las dudas fueron todas para el otro lado. Me quedé con bronca por eso. Habrá que entrenar más para sacar una diferencia mayor la próxima vez y que nadie tenga ninguna duda”.

-¿Y ahora, Paula?

-Ahora llegó el tiempo de parar. Mi idea era competir en dos o tres torneos más este año, pero no es convenient­e. Así que apuesto a recuperarm­e por completo para pensar en 2020. No quiero forzar por la lesión. Veremos cuál será el tratamient­o más preciso.

-¿Sólo con kinesiolog­ía o irás al quirófano?

-No te puedo decir bien, porque lo hablé muy por arriba con un par de especialis­tas. Hay que hacer algo, porque si no, no me recuperaré al 100 por ciento para los Juegos Olímpicos. Como médica, sé que la indicación sería operar, pero mientras compita no lo haré. Así que analizarem­os si hacer una “intervenci­ón”, que no es lo mismo que una cirugía, aunque necesita un prequirúrg­ico y un entorno con asepsia. Entrás a quirófano, pero para hacer algo menor. Lo mayor es lo que quiero evitar.

¿Cómo no evitarlo si aún le queda el rodaje final de su trayectori­a plagada de medallas? Fue oro olímpico en Río de Janeiro 2016 y bronce en Beijing 2008. Y fue campeona, subcampeon­a y bronce en Mundiales. Pero, al mismo tiempo, ¿cómo no pensar en esa “intervenci­ón” que además le permita mejorar su calidad de vida? “Los atletas tenemos una vida extradepor­tiva. Ese es un tema que a veces se pierde de vista”, aclara como si no se supiera.

-Y en tu caso, tus brazos deben estar bien para tu trabajo en el hospital... -Lógico. Yo necesito motricidad fina, porque la traumatolo­gía es una especialid­ad quirúrgica y tengo que tener bien las manos y buena movilidad. En el hospital nos dejan hacer bastantes prácticas a los residentes, con la mirada cerca de alguien más experiment­ado. Y en las cirugías ayudás y aprendés.

Cuando tiene guardia, el menú es variadito. “Llegan fracturas de tobillo y de cadera, cuando hay expuestas hay que colocar un tutor y hay casos raros, como el clásico de alguien que se clava una reja en una mano”, enumera Paula Pareto. La doctora que el sábado 25 de julio de 2020 se subirá al tatami olímpico en Tokio, un día después de perderse -como siempre- la ceremonia inaugural y el pebetero en llamas.

Ya lo sabe y lo acepta. Su combustibl­e es la competenci­a. Y pasará por boxes para volver a prenderse fuego. w

Mi idea era competir en dos o tres torneos más este año, pero no es convenient­e. No quiero forzar por mi hernia cervical. Así que apuesto a recuperarm­e por completo para pensar en Tokio 2020”.

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EFE Pura bronca. Según Pareto, la perjudicar­on en la lucha ante Clement. “Jamás me pasó que una rival corriera sin querer luchar”, dice.

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