La historia de Boca reclama algo más que tratar de no perder
El planteo. En el primer duelo después de la final de Madrid, cumplió su objetivo pero necesita sumarle calidad al mero esfuerzo para evitar que gane el adversario.
Las frases modernas suelen identificar a los equipos desde el nombre de sus entrenadores. “El River de Marcelo Gallardo”, es verdad, tiene una marca registrada desde hace rato. Y le viene muy bien en los últimos tiempos, más allá de la deuda de títulos nacionales. Lleva cinco años en la conducción. Como Gustavo Alfaro sólo tiene ocho meses en Boca, pero una larga trayectoria en la profesión se suele definir a sus formaciones como “los equipos de Alfaro”. Precavidos, atentos, calculados, defensivos. El tema que ahora es el técnico de Boca. Y la historia de Boca contiene otras exigencias. Mucho más profundas. Si se dice que el de ayer fue “un
equipo de Alfaro”, no hay error. ¿Y es bueno o es malo para Boca?
Es cierto que el equipo de la Ribera tenía, además, un compromiso psicológico que superar en su primera visita al Monumental después de la derrota en la final de la Copa Libertadores anterior, en Madrid. El compromiso significaba “por lo menos no perder” en el primero de los tres partidos (el menos importante) en el que debía enfrentar al viejo rival. Entonces, el entrenador pareció recurrir -a fondo- a la condición que los identifica. El Boca de ayer, defensivo, amarrete, planificado, fue “un equipo de Alfaro”. Que cumplió su objetivo: no perdió. Y también otro más, no lo dejó desplegar a River su mejor juego ofensivo. Porque más allá de su enorme capacidad de arquero, Esteban Andrada no padeció jugadas de gran riesgo. Resolvió las que merodearon por su arco con total comodidad.
¿Entonces? Mereció River ser el ganador, claramente. Porque lo buscó siempre y porque siempre manejó el juego. No logró lo que quiso. Boca sí consiguió su objetivo. Con sólo dos remates nítidos al arco adversario (un remate cruzado de Mac Allister y un tiro libre de Tevez, al final, que desvió Armani) logró el empate que deseaba.
Es verdad que algunas ausencias de Mauro Zarate, Wanchope Abila, y Toto Salvio por lesiones, complicaron las posibilidades de Boca. Pero “ayudaron”, al cabo, a que se formara un “equipo de Alfaro” que incluyó a Soldano -un delantero central- como un “correcaminos” por los sectores defensivos.
Que el italiano De Rossi (no desentona en el equipo y estuvo a la altura de lo emocional de un Superclásico pero no influye en el juego) compartiera la contención con Marcone. Y que el juvenil Hurtado quedara como único faro de punta, rodeado por rivales. Sólo Mac Allister -cuando se soltó- mostró algunas pinceladas de categoría y de insinuación ofensiva. Pero apenas entró Bebelo Reynoso, un posible socio, fue reemplazado. Y Tevez que pareció disgustado por su ingreso tardío, tuvo la chance de marcar en un tiro libre. River no pudo desarrollar su juego porque Boca se lo impidió. Boca no quiso otra cosa. Demasiado poco para el honor de su historia.