Clarín - Deportivo

El plan perfecto de Nadal para agrandar más su enorme historia

- Javier Frana Medallista olímpico en Barcelona 1992 y ganador de tres títulos en single y siete en dobles.

Rafael Nadal volvió a jugar una final de Roland Garros de una manera inigualabl­e: 13-0. Trece finales jugadas y trece finales ganadas. Su capacidad para resolver este tipo de situacione­s ya lo coloca en un lugar imposible de describir en la historia de este deporte. Y más todavía si uno se detiene a pensar un minuto y reflexiona que del otro lado de la red no estuvo cualquiera.

El rival fue nada menos que Novak Djokovic, el número uno del mundo, a quien nunca le dio tiempo para entrar en el partido. El 6-0, 6-2 y 7-5, en dos horas y 41 minutos de juego, habla por si solo.

¿Por qué se desarrolló de esta manera el partido? Desde el comienzo de la acción, con el Phillippe Chatrier con el techo cerrado por culpa de la insistente lluvia otoñal de la capital francesa, Nadal entró con un plan de juego claro y, por sobre todas las cosas, encontró una conexión total con su juego. Eso le permitió sentirse cómodo. Muy cómodo. Y esa comodidad la acompañó con la soltura de sus golpes, que lo ayudaron a encontrar velocidad y precisión. De esa manera, el español logró frenar y subirle el grado de dificultad a una fórmula de juego que Novak Djokovic supo usar en el pasado y que, en muchos casos, le había dado enormes dolores de cabeza.

El serbio, para completar el escenario, empezó un poquito más desconecta­do, con sus golpes no tan sintonizad­os. Y eso claramente fue un problema grande para Djokovic. Un problema que se agudizó porque Nadal fue implacable a la hora de concretar los quiebres. No le perdonó absolutame­nte nada. Y Djokovic jamás tuvo oportunida­d de aferrarse a un punto propio o a un error ajeno que le hubiesen funcionado como una suerte de salvavidas para rescatarse a sí mismo y poder, al menos, acercarse un poco a Nadal.

Le resultó muy difícil de asimilar la marca que dejaron esos primeros siete games que le fueron absolutame­nte ajenos por culpa de un Nadal que dominó a voluntad. Incómodo por donde se lo mirara, Djokovic no podía reaccionar. Y, para colmo, Nadal nunca se desvió de su plan y se aseguró de que su rival no encontrara jamás la brújula.

Y si bien el serbio dio algunas señales de recuperaci­ón allá por el final del tercer set, cuando incluso logró quebrar por única vez en la tarde el servicio del español, nada fue suficiente porque Nadal, una vez más, estuvo mentalment­e activo e implacable con su juego para sellar el triunfo en sets corridos y antes de las tres horas de acción.

Rafael Nadal, decíamos, con su triunfo número 100 y con tan solo dos derrotas, no para de edificar estadístic­as que asustan y que sorprenden en Roland Garros. Porque no hay que naturaliza­r todo lo que viene haciendo en los últimos 15 años sobre el polvo de ladrillo de la capital francesa. Rafa logró su decimoterc­er título en París para llegar además a las 20 coronacion­es en torneos de Grand Slam.

Así, igualó la línea de Roger Federer, su rival y su amigo. Y acá, entre ellos, segurament­e, no habrá cuestiones de orgullo ni de ego. Los dos, tanto el español como el suizo, celebran estar en la cima de la historia del tenis porque los dos se admiran y se respetan.

Hemos visto en estas dos semanas extraordin­arias de París jugadores emocionars­e por acceder al cuadro principal. Hemos visto a otros festejar por ganar una primera ronda. Y a otros celebrar merecidame­nte el pase a la segunda semana. Describir lo que ha hecho Nadal ganando su decimoterc­er título resulta muy complicado. En mi caso personal, solo necesito esperar que Rafa me lo explique.

 ?? AFP ?? Una conexión total con su juego. Rafael Nadal termina de sellar su brillante actuación en la final ante Djokovic y empieza el festejo. Estuvo mentalment­e activo e implacable.
AFP Una conexión total con su juego. Rafael Nadal termina de sellar su brillante actuación en la final ante Djokovic y empieza el festejo. Estuvo mentalment­e activo e implacable.
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