Clarín - Deportivo

Dylan Reales, “el loco del palo” y pichón de crack del golf

Se enamoró del deporte a los 8 años. Es de la Villa 31 y estuvo lejos de su familia por el coronaviru­s.

- Luciano Verrina lverrina@clarin.com

A Macarena se le rompió un palo de escoba. Y ahí arrancó todo.

En realidad, antes de eso hubo otra escena que Dylan Reales marca como la primera en esta historia. Estaba haciendo zapping y se detuvo en Golf Channel. Tenía 8 años. Y quedó atrapado.

Dos años más tarde, Julio, Macarena y toda la familia se prenden al televisor. En el zócalo de la pantalla el hashtag #Mesaza cambia por #DylanConMi­rtha cuando la cámara enfoca al nene que está sentado en un extremo de la mesa. -¿Hiciste hoyo en uno alguna vez?, le pregunta Mirtha.

-Nooo, todavía no.

Dylan Reales cumplió 17 años el jueves 15 de octubre. Vive en la manzana 4 del Barrio Güemes, en la Villa 31 . Los vecinos que lo apodaban “El

loco del palo” cuando lo veían con ese pedazo de madera rota ahora lo felicitan y le piden fotos.

“Al principio era solo pensar en divertirme, no me imaginaba mucho más. Salía por la calle y le empezaba a pegar con el palo a los limones, a las chapitas, lo que fuera que encontrara. Y hacía los movimiento­s como veía en la tele, sin swing obviamente, pero trataba de imitarlos. Después cuando conocí el campo de golf todo fue diferente”, cuenta.

Unos vecinos dejaban el barrio para irse a vivir a Tigre y como Julio tenía una camioneta con la que hacía fletes, lo llamaron para realizar la mudanza. Dylan acompañó a su abuelo, sin saber que a la vuelta harían una escala que cambiaría su vida.

“Paramos a descansar y a comer algo en Palermo, ahí cerca de los Bosques. Y vimos a lo lejos que estaban jugando al golf: era el Campo Municipal -repa

sa-. Me acuerdo que me acerqué lo más que pude y me puse contra el alambrado a ver como jugaban”.

La casualidad se coronó cuando vieron un cartel que estaba colgado: “Clases gratuitas para chicos de entre 8 y 13 años”. -¿Qué te acordás de ese momento?

-Entré para anotarme. Imaginate: era un sueño. Iba todo bien hasta que le dije a la secretaria que vivía en la Villa 31 y ahí, de la nada, me dijo que ya no quedaban cupos disponible­s. Fue un golpe fuerte, me fui llorando. -Te chocaste con la discrimina­ción.

-Fue feo. Pero te soy sincero: de chico ni me daba cuenta si me discrimina­ban. Nunca me afectó, no les prestaba atención a esas cosas. Yo me dedicaba a jugar. Quizás de más grande empecé a razonar y me daba cuenta de algunas cosas, de algún chico que le decía a otro que no se juntara conmigo. Pero en general no hay problemas entre los chicos; el problema es con los adultos.

Dylan y su abuelo siguieron yendo a ver desde afuera las prácticas de golf hasta que un día Daniel Ocampos, profesor en el Campo Municipal, se acercó al chico que estaba contra el alambrado. “Me preguntó si quería entrar y me dijo que él iba a darme clases gratis. Y así empecé”, cuenta.

Dos meses más tarde, con palos prestados y las zapatillas gastadas que tenía, compitió contra 200 chicos y ganó su primer torneo. Su vida entró en una montaña imposible de imaginar.

“Todo era como un sueño. Yo solo conocía Jujuy y Salta porque mi padrastro y mi abuelo son de ahí, pero nada más. Empezar a viajar, ir a otras provincias, entrar en los hoteles... Me sentía un profesiona­l. En Mendoza, estuve en un hotel que tenía un ventanal enorme que daba al cerro. Algo espectacul­ar. Y el primer viaje en avión para competir... Fue en 2016, a Brasil, estaba súper nervioso. Para colmo había que hacer todos los trámites con la autorizaci­ón para que mi abuelo me pudiera sacar del país. Me acuerdo que mi padrino nos llevó hasta Ezeiza y para molestarme me decía que tuviera cuidado a ver si no me dejaban pasar por la Aduana. Yo no daba más de los nervios”, retrata Dylan.

Se sentó en el living de la casa de Roberto De Vicenzo, el Pato Cabrera elogió sus golpes y jugaron juntos en un torneo. Desfiló por los estudios televisivo­s de Telefé, El Trece y la TV Pú

blica. Medios internacio­nales lo mostraron bajando con la bolsa de palos por la escalera caracol de la manzana 4 del Barrio Güemes. El profesor que le dio el primer trofeo tenía razón cuando le dijo que ese era solo el comienzo y que armara una vitrina.

Detrás de esos flashes que se van tan rápido como llegan, Dylan se tomaba el colectivo 91 ida y vuelta al club y al regresar iba a la escuela. Tuvo que dejar de entrenarse seis meses cuando su hermano más chico, Lorenzo, que ahora tiene 3 años, pasó casi todo su primer año de vida internado en el Hospital Garrahan por meningitis. Como su padrastro debía salir a trabar y su mamá estaba con Lorenzo, era Dylan el que cuidaba a Gael, que ahora tiene 5, Matías (11), Agustina (12) y Daniela (13).

“Ese momento fue muy difícil –admite-, porque mi mamá tenía que estar día y noche con mi hermanito. Y yo no iba casi nunca al club. Cuando mi mamá me lo pide, tengo que quedarme a cuidar a mis hermanos. Eso afecta un poco al entrenamie­nto”. - Queda claro que con el esfuerzo y el talento muchas veces no alcanza si las oportunida­des y las condicione­s no son iguales para todos.

-La verdad que sí. Es mucho esfuerzo y además hay que estar bien psicológic­amente. Cuando no empiezan a salir las cosas y no tenés las mismas oportunida­des, creo que te afecta mucho. Hay que estar muy fuerte en todo sentido, estar bien acompañado y sentirse bien con uno mismo para no bajar los brazos. -¿Hubo algún momento en el que hayas pensado en largar todo y dejar de jugar?

-Sí. Hubo momentos en los que no tenía más ganas. Y más allá de que muchas veces no tuve la plata para viajar a jugar los torneos o que no tenía la ropa necesaria o que los palos estaban rotos, además de todo eso hace unos años mi abuelo me dejó de acompañar porque es un hombre grande, no está bien de salud, tiene problemas en el corazón, es diabético, hipertenso… Y entonces empecé a manejarme solo, a ir solo en colectivo al club. Y cuando no salen las cosas, también estás solo. Antes lo tenía a mi abuelo que me apoyaba, y estaba conmigo. Ahora tengo que tener el triple de fuerza para salir adelante. -¿Recibiste algún tipo de apoyo de parte del Estado?

-Lo que recibí fueron muchas promesas. Pero en concreto, nada. Dos, tres fotos, muchas promesas y después no aparecían más. Tengo malas experienci­as hasta ahora. Te soy sincero. Sé que está mal lo que voy a decir, pero ya ni me sentaría a escuchar las promesas. Si hay algo concreto y de verdad, recién ahí que me lo digan. -¿Qué cosas te prometían?

-De todo: becas, profesores gratuitos, un dinero mensual para seguir entrenándo­me. Y nunca nada. Me prometían el cielo y no me dieron ni un chupetín.

 ?? EMMANUEL FERNÁNDEZ ?? Dylan. Empezó a jugar de muy chico y es una promesa del golf, con apenas 17 años.
EMMANUEL FERNÁNDEZ Dylan. Empezó a jugar de muy chico y es una promesa del golf, con apenas 17 años.

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