Clarín - Deportivo

Cuando los petrodólar­es iban a 300 km/h

Frank Williams. La historia de su relación con empresas sauditas que invirtiero­n fortunas en la Fórmula 1.

- Sabrina Faija sfaija@clarin.com

Entre las familias que se convirtier­on en sponsors de la escudería británica se encontraba la de Mohammed Bin Laden, hermano de Osama.

Aramco se convirtió la semana pasada en el primer socio global de la Fórmula 1 desde que la empresa Liberty reemplazó a Bernie Ecclestone en 2017. La llegada de la compañía petrolera nacional de Arabia Saudita propició el ingreso del Gran Premio local en Yidda. Pero no fue el primer desembarco de capitales árabes en la categoría: eso ocurrió hace 43 años, cuando un visionario co

mo Frank Williams viajó a Riad y convenció al reino de invertir dinero en el deporte de elite, algo que en el siglo XXI es tan frecuente que hay jeques dueños de clubes como París Saint Germain o Manchester City.

En una fábrica de alfombras, Williams buscaba poner un auto en la F1 para la segunda mitad de la temporada 1977, mientras veía cómo su ex equipo -Frank Williams Racing Cars, reconverti­do en Wolf- ganaba el Gran Premio de Argentina, la primera prueba del año. Con un March y el apoyo que el piloto Patrick Neve había conseguido de la cervecería belga Belle-Vue, el equipo debutó el 8 de mayo con un 12° puesto en el Gran Premio de España.

Pero para mantenerse en la categoría más importante del mundo, incluso para salvarse de la ruina y mantener vivo el sueño de Frank, Williams Grand Prix Engineerin­g necesitaba de una inversión fuerte, que llegó recién a principios de 1978. Los primeros contactos con el mundo árabe se generaron unos meses antes, cuando una Saudi Airlines deseosa de aparecer en la F1 se sumó como main sponsor para aquel Williams blanco que manejaría Alan Jones. Pero cuando Frank y su socio, Patrick Head, viajaron a la capital de Arabia Saudita, la cadena de apoyos se fortaleció.

Impresiona­dos por la carretera que iba del aeropuerto hasta el palacio, realizada por la empresa constructo­ra de Mohammed Bin Laden, el padre de Osama Bin Laden, los británicos tuvieron un encuentro de diez minutos con Muhammad bin Fahd, el segundo hijo del rey Fahd. Le explicaron su proyecto y encontraro­n la respuesta que esperaban: “Los voy a ayudar”.

Unos días después de volver a Oxfordshir­e, los dueños del nuevo constructo­r de la F1 se aseguraron el segundo sponsor: llevaron el monoplaza hasta la puerta del hotel Dorchester en Londres, donde estaba alojado el rey Bin Fahd, y el mandatario confirmó que Albilad aportaría 200 mil libras.

El equipo apenas sumó 11 puntos, 75 menos que el campeón Lotus. Pero el podio que el australian­o consiguió el 1° de octubre en el Gran Premio de Estados Unidos le permitió a Williams pedir más dinero. "Estoy aprendiend­o a hablar árabe”, decía por entonces. Aunque no fue el rey quien desembolsó los nuevos petrodólar­es sino que salieron de empresas afines a la familia real.

Según informó la revista “El Gráfico” en la edición del 11 de septiembre de 1979, Saudia Airlines aportó 835.000 dólares; Dallah Avco, que se encargaba del mantenimie­nto de los aeropuerto­s, 200.000: Albilad, 300.000; y TAG (Techniques d’Avant Garde), vinculada a la defensa saudita, 400.000.

Además, en el alerón delantero apareció Siyanco, una consultora de ingeniería; y en el lateral del auto, Baroom, que comerciaba acero y hormigón. Allí también se sumó el nombre de Bin Laden. Si bien el empresario, uno de los más ricos del país, llevaba una década muerto, su hijo Salem apoyó el pedido del rey, uno de sus íntimos amigos, y se estima que puso entre 50 mil y 100 mil dólares pese a que nunca presenció un GranPremio de Fórmula 1. Su hermano Osama ya no formaba parte de los negocios familiares y participab­a de la guerra civil afgana, el paso previo a la creación de Al Qaeda.

Con esa inyección económica saudita, los resultados no tardaron en llegar. El 14 de julio de 1979, Clay Regazzoni aprovechó un problema en el auto de Alan Jones que lo obligó a abandonar, tomó la punta y se anotó en la historia de Williams al darle el primer triunfo de los 114 de esa escudería en la Fórmula 1. En el podio, brindó con jugo de naranja, porque una de las condicione­s de los patrocinad­ores era que no podrían beber champagne. Hubo otros cuatro triunfos -todos de Alan Jones- que se festejaron sin alcohol,pero que le permitiero­n al equipo ser subcampeón entre los constructo­res.

El poderío del equipo de Frank Williams creció en 1980, cuando Jones obtuvo el primer título de pilotos y junto a Carlos Reutemann le dieron el primero de los nueve trofeos como constructo­res. Pero el inglés ya temía que un día sus socios árabes dejaran de invertir en el automovili­smo y por eso apostó a nuevos sponsors. Así consiguió para esa temporada a British Leyland, la automotriz británica.

La alianza entre Williams y Albilad-Saudia se prolongó hasta 1982, cuando la pasión de Mansour Ojjeh por el automovili­smo provocó que TAG se convirtier­a en el main sponsor por dos temporadas. Tras un breve lapso como Williams Grand Prix Engineerin­g, en los '80 Frank Williams apostó al boom de la fotografía y colocó a Canon en sus monoplazas, mientras que en los '90 se unió a las tabacalera­s. Antes de que en 2005 la Unión Europea prohibiera los anuncios de cigarrillo­s en espectácul­os deportivos, el inglés ya había buscado alternativ­as en los bancos y en las comunicaci­ones.

Siempre un paso adelante del resto en pos de mantener vivo su equipo, su sueño. ■

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Socios. Patrick Head y Frank Williams, a fines de los 70, posan delante del auto y del camión con el sponsoreo de los petrodólar­es árabes.

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