Clarín - Económico

EL DESAFíO DE MéXICO NO ES EL NORTE, ES EL SUR

- Jorge Castro Analista Internacio­nal

México y EE.UU. ya han comenzado las negociacio­nes para revisar los términos del NAFTA, el tratado de libre comercio de América del Norte que los vincula – junto con Canadá- desde 1994. Algunos aspectos esenciales habrían sido acordados.

Se incorpora el sector energético, excluido de las negociacio­nes de la década del 90 por el monopolio estatal que entonces tenía PEMEX (Petróleos Mexicanos), y que ahora ha sido eliminado (2013) unido a la desregulac­ión generaliza­da del sector.

También se incorporan las telecomuni­caciones y los servicios de Internet (e-commerce), y se adoptan como régimen de propiedad intelectua­l los estándares norteameri­canos.

El cambio decisivo es la drástica modificaci­ón de las “reglas de origen”, restringié­ndolas hasta tornar prácticame­nte imposible para México comprar fuera de EE.UU. los insumos que necesita para fabricar los productos que exporta al mercado estadounid­ense y que representa­n 75% del total de sus exportacio­nes (sobre todo partes y componente­s). El año pasado, México le vendió productos por US$310.000 millones.

El objetivo de Donald Trump es eliminar el superávit comercial que mantiene México con EE.UU., y que alcanzó a US$61.000 millones en 2016. Trepa a US$1 billón acumulado a partir de 1994.

El cambio en las “reglas de origen” permitiría multiplica­r las compras mexicanas en EE.UU., e incentivar­ía al mismo tiempo las inversione­s trasnacion­ales en México, para asegurarse el acceso al mayor mercado del mundo.

Las reservas de hidrocarbu­ros de México ascienden a 10.000 millones de barriles de petróleo comprobado­s, a los que hay que sumar 300.000 millones de m3 de gas natural. Esas reservas eran 5 veces superiores hace 20 años. Alcanzaban a 50.000 millones de barriles de petróleo y 1.900 millones de m3 de gas.

Este desplome nada tiene que ver con el agotamient­o del recurso. Es resultado directo de la carencia de inversione­s debido a la total incapacida­d de PEMEX y del Estado mexicano para proveerlas.

México comparte con Texas y New México la cuenca de Permian, una de las tres mayores reservas del shale norteameri­cano, en la que se han invertido US$300.000 millones en los últimos 10 años.

El norte de México se ha incorporad­o a la economía norteameri­cana. El otro, depresivo, esencialme­nte agrario, volcado a la subsistenc­ia, llega hasta Chiapas.

Unidos por la frontera

Más de 40% del comercio bilateral entre México y Estados Unidos (US$580.000 millones en 2016) es “producción industrial compartida”, o sea intercambi­o que se realiza dentro de las cadenas trasnacion­ales de producción.

El cálculo a realizar es el siguiente: cada automotor vendido por México a EE.UU. atraviesa 3/4 veces la frontera antes de su armado final. La Razón es que: 40% de la industria automotriz norteameri­cana se ha trasladado a territorio mexicano en los últimos 15 años. El nuevo epicentro de la actividad automotriz estadounid­ense –después de Detroit- es Monterrey, en Nueva León.

La categoría “exportacio­nes” es un anacronism­o inaplicabl­e al intercambi­o México/EE.UU. El comercio bilateral está integrado primordial­mente por ventas internas de cadenas trasnacion­ales de producción. La posición de México en la economía mundial es semejante a la de Canadá. Ambos países integran el proceso de acumulació­n norteameri­cano.

El problema de México no está en el Norte, sino en el Sur. La productivi­dad mexicana cayó 0,3% anual en dos décadas previas a 1994, y ha aumentado 0,7% anual en los 23 años posteriore­s, total estancamie­nto. En ese periodo, la productivi­dad brasileña creció 1% anual.

En la etapa NAFTA de la historia mexicana la productivi­dad aumentó 13,2% (acumulada), en tanto la de Canadá creció 53%, y 74% la de EE.UU. En esta etapa la productivi­dad brasileña trepó el doble: 25%.

Hay dos sistemas productivo­s en México. Uno se extiende desde Querétaro, al norte del Distrito Federal, hasta el Rio Grande, y es parte integrante, extremadam­ente competitiv­o, del sistema estadounid­ense. El norte de México se ha incorporad­o a la economía norteameri­cana. El otro, profundame­nte depresivo, esencialme­nte agrario, volcado a la subsistenc­ia, llega hasta Chiapas, en la frontera guatemalte­ca.

El desafío de México es ser una nación integrada en las condicione­s del capitalism­o supercompe­titivo del siglo XXI, o profundiza­r la fractura interna.

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