EL DESAFíO DE MéXICO NO ES EL NORTE, ES EL SUR
México y EE.UU. ya han comenzado las negociaciones para revisar los términos del NAFTA, el tratado de libre comercio de América del Norte que los vincula – junto con Canadá- desde 1994. Algunos aspectos esenciales habrían sido acordados.
Se incorpora el sector energético, excluido de las negociaciones de la década del 90 por el monopolio estatal que entonces tenía PEMEX (Petróleos Mexicanos), y que ahora ha sido eliminado (2013) unido a la desregulación generalizada del sector.
También se incorporan las telecomunicaciones y los servicios de Internet (e-commerce), y se adoptan como régimen de propiedad intelectual los estándares norteamericanos.
El cambio decisivo es la drástica modificación de las “reglas de origen”, restringiéndolas hasta tornar prácticamente imposible para México comprar fuera de EE.UU. los insumos que necesita para fabricar los productos que exporta al mercado estadounidense y que representan 75% del total de sus exportaciones (sobre todo partes y componentes). El año pasado, México le vendió productos por US$310.000 millones.
El objetivo de Donald Trump es eliminar el superávit comercial que mantiene México con EE.UU., y que alcanzó a US$61.000 millones en 2016. Trepa a US$1 billón acumulado a partir de 1994.
El cambio en las “reglas de origen” permitiría multiplicar las compras mexicanas en EE.UU., e incentivaría al mismo tiempo las inversiones trasnacionales en México, para asegurarse el acceso al mayor mercado del mundo.
Las reservas de hidrocarburos de México ascienden a 10.000 millones de barriles de petróleo comprobados, a los que hay que sumar 300.000 millones de m3 de gas natural. Esas reservas eran 5 veces superiores hace 20 años. Alcanzaban a 50.000 millones de barriles de petróleo y 1.900 millones de m3 de gas.
Este desplome nada tiene que ver con el agotamiento del recurso. Es resultado directo de la carencia de inversiones debido a la total incapacidad de PEMEX y del Estado mexicano para proveerlas.
México comparte con Texas y New México la cuenca de Permian, una de las tres mayores reservas del shale norteamericano, en la que se han invertido US$300.000 millones en los últimos 10 años.
El norte de México se ha incorporado a la economía norteamericana. El otro, depresivo, esencialmente agrario, volcado a la subsistencia, llega hasta Chiapas.
Unidos por la frontera
Más de 40% del comercio bilateral entre México y Estados Unidos (US$580.000 millones en 2016) es “producción industrial compartida”, o sea intercambio que se realiza dentro de las cadenas trasnacionales de producción.
El cálculo a realizar es el siguiente: cada automotor vendido por México a EE.UU. atraviesa 3/4 veces la frontera antes de su armado final. La Razón es que: 40% de la industria automotriz norteamericana se ha trasladado a territorio mexicano en los últimos 15 años. El nuevo epicentro de la actividad automotriz estadounidense –después de Detroit- es Monterrey, en Nueva León.
La categoría “exportaciones” es un anacronismo inaplicable al intercambio México/EE.UU. El comercio bilateral está integrado primordialmente por ventas internas de cadenas trasnacionales de producción. La posición de México en la economía mundial es semejante a la de Canadá. Ambos países integran el proceso de acumulación norteamericano.
El problema de México no está en el Norte, sino en el Sur. La productividad mexicana cayó 0,3% anual en dos décadas previas a 1994, y ha aumentado 0,7% anual en los 23 años posteriores, total estancamiento. En ese periodo, la productividad brasileña creció 1% anual.
En la etapa NAFTA de la historia mexicana la productividad aumentó 13,2% (acumulada), en tanto la de Canadá creció 53%, y 74% la de EE.UU. En esta etapa la productividad brasileña trepó el doble: 25%.
Hay dos sistemas productivos en México. Uno se extiende desde Querétaro, al norte del Distrito Federal, hasta el Rio Grande, y es parte integrante, extremadamente competitivo, del sistema estadounidense. El norte de México se ha incorporado a la economía norteamericana. El otro, profundamente depresivo, esencialmente agrario, volcado a la subsistencia, llega hasta Chiapas, en la frontera guatemalteca.
El desafío de México es ser una nación integrada en las condiciones del capitalismo supercompetitivo del siglo XXI, o profundizar la fractura interna.