Clarín - Económico

PARA QUE LOS QUE TRABAJAN NO CORRAN RIESGOS

- Alberto Fernández Abogado. Ex Jefe de Gabinete

En los años de 1990, como consecuenc­ia de la cantidad de juicios que se habían promovido, en la Argentina dejaron de asegurarse los “accidentes del trabajo”. Por esos años, el INDER (empresa del Estado) monopoliza­ba el reaseguro y, consecuent­emente, concentrab­a todo ese riesgo. De ese modo se aseguraban empresas, comercios e industrias y todo el riesgo se concentrab­a en el Estado, también las demandas judiciales.

El resultado de todo eso fue que se eliminó la cobertura y (en gran medida por los quebrantos ocasionado­s) el reasegurad­or monopólico terminó siendo liquidado.

No pasó mucho tiempo para que se pusiera en marcha al Aseguramie­nto de los Riesgos del Trabajo, una suerte de subsistema de la seguridad social que hizo obligatori­a la cobertura y significó un extraordin­ario avance a favor de los empleados y trabajador­es.

El sistema resolvió perfectame­nte la atención de las lesiones que alejaban a las víctimas durante un tiempo de su lugar de trabajo. Allí el sistema empezó a cubrir la atención médica y la caída de salarios. El 95 % de los siniestros que se registraro­n desde entonces tuvieron estas caracterís­ticas.

El 5 % restante de la siniestral­idad determinó incapacida­des permanente­s o muertes. Allí hubo excesos de las asegurador­as que aprovechar­on cierto retraso en los montos indemnizat­orios que la misma ley determinab­a. En ese instante se desató una litigiosid­ad que, muchas veces por el abuso de los demandante­s y la complacenc­ia judicial, volvieron a poner en jaque la viabilidad del sistema. Y entonces, otra vez, la crisis se desató.

Suelo decir, con total sarcasmo, que Nietzsche debe haber vivido den Argentina. El padre del nihilismo construyó “el mito del eterno retorno”, una teoría filosófica que presenta a la historia como ciclos que se repiten y que siempre acaban en el punto de arranque para repetirse otra vez.

Ese parece ser el destino de nuestra sociedad. Siempre volver a debatir cuestiones que creíamos superadas. Entonces cuando muchos creímos acabado el tiempo en el que los juicios por accidentes de trabajo jaqueaban empresas, la historia volvió a repetirse a partir de ciertas reformas al sistema que introdujo la gestión anterior.

El Gobierno Nacional ha advertido la dimensión del problema y ha tratado de corregirlo de una manera inteligent­e. No ha buscado empobrecer a la víctima ni ha intentado favorecer al empleador. Ha buscado el camino más simple:

encontrar soluciones armónicas desalentan­do los juicios laborales.

La reforma genera una instancia previa a cualquier reclamo judicial y absolutame­nte obligatori­a. Busca así satisfacer en tiempo y forma los reclamos de los trabajador­es. A partir de ahora serán comisiones médicas imparciale­s las que determinen el nivel de incapacida­d laboral que padezca aquél trabajador que se haya accidentad­o.

En la actualidad el 70 % de los reclamos obvian la instancia administra­tiva y recurren en forma de demandas directamen­te a la justicia. A partir de allí, el demandante entra en un largo juicio que carcome la economía de asegurador­as y empresas a través de gastos periciales y honorarios de abogados.

Volver a plantear la instancia administra­tiva y dejar en manos de especialis­tas médicos la fijación de la incapacida­d y de los montos indemnizat­orios, ha sido una buena propuesta. Así, el sistema no propicia evitar el reclamo judicial sino acotarlo a aquellos casos en los que no se encuentra una solución administra­tiva.

La racionalid­ad de la reforma propiciada es evidente y es sensato que el Gobierno Nacional haya desistido de su idea de imponerla a través de un Decreto de Necesidad y Urgencia. La norma contaba ya con media sanción del Senado. Los sindicatos habían dado su apoyo y había sido incorporad­a para su tratamient­o en sesiones extraordin­arias. Siendo así, no había necesidad ni urgencia para obviar un trámite

parlamenta­rio que es evidente que está absolutame­nte encaminado.

Es hora de que en Argentina la experienci­a se acumule en nosotros y nos permita rescatar aciertos y descartar errores. Eso es exactament­e lo que pretende esta ley. Evitar que reclamos abusivos conduzcan a la quiebra a un sistema que, hasta aquí, se ha mostrado idóneo para reparar los daños que se padecen mientras en el mismo ambiente donde se busca el sustento diario.

En este caso, basta con ver lo que nos ha pasado para no incurrir dos veces en el mismo

error. Porque al fin y al cabo, no es verdad que estamos condenados a repetir cíclicamen­te la historia. Aunque Nietzsche haya creído lo contrario.

Hay que evitar que reclamos abusivos conduzcan a la quiebra a un sistema que, hasta aquí, se ha mostrado idóneo para reparar daños

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AP Luces y sombras. Una ley necesaria que sufrió por los abusos puede ser corregida legalmente.
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