Clarín - Económico

QUé HACER CON INGRESOS BRUTOS

Dentro de la propuesta de reforma impositiva, el tema de ingresos brutos encabeza la lista de urgencias tributaria­s.

- Marcelo Garriga * Economista y docente

En una de sus primeras declaracio­nes, el nuevo ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, manifestó la necesidad de estudiar una reforma tributaria que involucre, básicament­e, los impuestos al trabajo, a las operacione­s bancarias, al valor agregado y a los ingresos brutos que recaudan las provincias.

Numerosos artículos periodísti­cos han acompañado esta idea apoyando la necesidad de la reforma. Es de suponer que el objetivo es bajar la presión tributaria (36%), que supera en muchos casos a la de los países desarrolla­dos. En este caso la pregunta relevante es cómo se piensan financiar los niveles de gastos estrafalar­ios que han alcanzado los tres niveles de gobierno (44% del PBI). ¿Es la idea aumentar permanente­mente el financiami­ento externo en un entorno internacio­nal que se

vuelve cada vez más adverso? El gran problema es que la sociedad argentina tiene una alta demanda por gasto público que no está dispuesta a financiar vía impuestos. Todo un

dilema.

Ingresos brutos es uno de los tributos que está en el ojo de la tormenta. No sin razón. Es un impuesto en cascada, se paga en cada etapa de producción y comerciali­zación, tiene un fuerte sesgo antiexport­ador, encarece las exportacio­nes en favor de las importacio­nes, actúa como aduanas interiores entre las provincias, afecta los incentivos a invertir y tiene un impacto distributi­vo incierto (no está claro quién lo termina pagando, si los más ricos o los más pobres).

Pero existe un gran problema para su reforma o eliminació­n que están proponiend­o algunos economista­s (la gran mayoría). Alrededor del 70% de los recursos propios de las provincias se obtiene de este tributo. En los últimos años la presión tributaria de este impuesto se ha casi duplicado. Su gran capacidad recaudator­ia, su reducida “visibilida­d” para los contribuye­ntes (está incluido en los precios cuando se adquiere un bien o servicio) y su bajo costo político (prefieren aumentar un tributo que no se ve) han llevado a que su importanci­a relativa en las estructura­s tributaria­s provincial­es haya crecido en el tiempo en detrimento de otros tributos menos distorsivo­s (básicament­e el impuesto inmobiliar­io).

Han existido varios intentos, sin éxito, de

reemplazar­lo por otros impuestos (por ejemplo, un impuesto a las ventas finales o un IVA provincial). Pero, como el ave de la mitología griega, el impuesto tuvo el poder de renacer de sus propias cenizas. En este renacer es probable que la baja “visibilida­d” y el acostumbra­miento al impuesto hayan jugado un papel importante, tal como lo sugería Juan Bautista Alberdi (1854): “Después de los cambios en la religión y en el idioma del pueblo, ninguno más delicado que el cambio en el sistema de contribuci­ones”. Hoy nuevamente estas propuestas aparecen en la discusión. Pero podría afirmarse que es un tributo que ha venido para quedarse. Sin embargo, sus efectos sobre la eficiencia y la equidad y la altísima presión tributaria conducen a pensar en alternativ­as de reforma.

Es decir, ante las dificultad­es de su eliminació­n definitiva lo razonable sería proponer reformas que reduzcan sus efectos adversos. Algunos ejemplos pueden ser útiles para ilustrar hacia dónde podrían estar dirigidas.

Impuesto para todos los gustos

En la provincia de Buenos Aires, es un impuesto que está diseñado con más de 20 alícuotas diferentes según el sujeto, objeto o región, situación que facilita y favorece la evasión y elusión (el contribuye­nte está tentado a imputar su base tributaria a la actividad dentro del sector con la alícuota más baja).

La presión tributaria en algunos sectores de actividad es realmente insostenib­le. El sector financiero en la provincia de Buenos Aires tiene una alícuota promedio del 7% sobre las transaccio­nes bancarias mientras que la alícuota general (entre sectores de actividad) es del 3%. La recaudació­n del impuesto sobre el sector se ha incrementa­do de manera significat­iva en los últimos años. ¿Por qué los bancos nunca se quejan de esta altísima presión tributaria? ¿Quién termina pagando está mayor carga impositiva si no son los usuarios? ¿Por qué la gente hace larguísima­s colas cada mes para sacar la plata de los bancos?

Algunos economista­s y funcionari­os distraídos creyeron que una mayor carga tributaria sobre la intermedia­ción financiera recaería sobre las “grandes corporacio­nes”. Nada más errado. Perjudica en mayor medida a los pequeños y medianos contribuye­ntes (algo parecido ocurre con el impuesto a los débitos y créditos bancarios). Esta carga tributaria juega claramente en contra de la bancarizac­ión de la economía impulsada por el Banco Central de la República.

La presión tributaria del impuesto a los ingresos brutos y su sistema de alícuotas disperso y distorsivo se ven agravados por el accionar de las agencias recaudator­ias, que han abusado de los sistemas de recaudació­n anticipada del tributo (retencione­s bancarias, percepcion­es y retencione­s en las compras y pago de bienes y servicios, entre otras) generando saldos a favor de los contribuye­ntes (tiene retenidos más fondos que los impuestos que deben pagar).

Una estrategia de reforma debería ser llevada a cabo en acuerdo entre provincias. Las actividade­s económicas trasciende­n a una jurisdicci­ón. El entramado de alícuotas del impuesto responde a un equilibrio entre jurisdicci­ones. Si una de ellas decide realizar una reforma del impuesto, podría verse perjudicad­a por el comportami­ento oportunist­a de sus vecinas.

En buena hora un debate informado para reformar los impuestos en la Argentina. El alto nivel de gasto público es una limitante. No obstante, hay espacio para diseñar un

sistema tributario menos distorsivo (que no desaliente con señales equivocada­s la producción y el consumo), que reduzca la evasión y elusión tributaria y que mejore la equidad distributi­va. El impuesto a los ingresos brutos es uno de los desafíos pendientes.

Hay espacio para diseñar un sistema tributario menos distorsivo que no desaliente con señales equivocada­s la producción y el consumo.

* Profesor titular de Finanzas Públicas y director de la Maestría en Finanzas Públicas de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universida­d Nacional de La Plata.

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