UN ACUERDO ESTRATéGICO: EE.UU. Y CHINA
El hecho estratégico central de EE.UU. en 2017 es que la enorme ola de inversiones que recibe desde el 8 de noviembre (triunfo de Trump) ocurre en el momento en que se acelera la nueva revolución industrial (NRI), que es la cuarta en la historia del capitalismo: convergencia de Inteligencia Artificial (AI), Internet de las Cosas (IoT) y robotización. Esto sucede cuando la causa fundamental que ha frenado el pleno despliegue de la NRI ha sido la baja tasa de inversión (12,9% del PBI), la menor en 70 años. Ese freno ha sido removido el 8 de noviembre. El resultado es que la tasa de crecimiento de la economía norteamericana podría duplicarse en 2035 (pasaría de 2,6% anual a 4,6%), con un alza de 35% de la productividad del trabajo. Esto equivale a un adicional de US$8,305 billones en el PBI, con un producto que alcanzaría US$32,14 billones. El único freno que enfrenta la NRI hoy es la carencia de mano de obra calificada. Hay 5 millones de puestos de trabajo no ocupados por no haber personal calificado. Son 2 millones los empleos manufactureros, todos de alta tecnología, que permanecen vacantes. La NRI es un fenómeno global, que integran EE.UU. – el eje –, China y Alemania. El presidente Xi Jinping apuesta a la NRI como estrategia de desarrollo de la República Popular (ver discurso de Davos). La política de Trump es nítida. Su prioridad es estrictamente económica y de orden doméstico: quiere aumentar la tasa de inversión en 2 puntos en los próximos dos años para crecer 3,5%/4% anual. De esa prioridad absoluta deriva el replanteo que exige de las relaciones de EE.UU. con la economía global, ante todo con China, Alemania y México. Se trata de reequilibrar el comercio bilateral entre EE.UU. y sus tres principales socios superavitarios. Para hacerlo, el camino es profundizar la integración con la economía de EE.UU., multiplicando las exportaciones estadounidenses e incrementando las compras en el mercado norteamericano. El gobierno de Trump no reconoce otro enemigo estratégico que ISIS, y se apresta a destruirlo. El replanteo de la relación comercial y de inversiones entre EE.UU. y el mundo es el principal problema de gobernabilidad de la segunda década del siglo XXI. Esto es lo mismo que decir que consiste en un nuevo vínculo entre China y EE.UU. Xi Jinping le dijo telefónicamente a Trump que está en el interés de China establecer un lazo cooperativo con EE.UU., en especial en relación con el comercio, las inversiones y la tecnología. El líder chino actúa sobre la premisa de que EE.UU. está estraté- gicamente fortalecido en la etapa Trump debido a la irrupción en gran escala de la nueva revolución industrial, que significa que vuelve a ser el eje de la economía mundial, y que esto ocurre cuando la República Popular ha completado el proceso de convergencia estructural con la economía más avanzada del mundo, la norteamericana. Xi Jinping actúa sobre la base de que China está en condiciones de participar como protagonista en la NRI porque dejó de ser emergente y se convirtió en socio plenamente horizontalizado de EE.UU. El acuerdo (cooperación) entre EE.UU. y China para reequilibrar el comercio bilateral es el comienzo de la creación de un nuevo sistema global de gobernabilidad, agotada definitivamente la unipolaridad hegemónica norteamericana en 2008. El fin de la hegemonía de EE.UU. dio lugar a un período de aguda fragmentación del sistema global –ingobernabilidad generalizada –, ante todo en Medio Oriente. En términos económicos, el acuerdo (cooperación) China-EE.UU. implica la superación del estancamiento estructural de la economía mundial de los últimos 7 años; y a través del nuevo vínculo horizontal establecido entre las dos superpotencias, desata el pleno despliegue de la NRI, la cuarta en la historia del capitalismo.
El acuerdo ChinaEE.UU. implica la superación del estancamiento estructural de la economía mundial de los últimos 7 años