Clarín - Económico

El clima se ensañó con la soja. ¿Y ahora?

Causas y efectos. Una parte del campo pasó de las inundacion­es a la sequía. En la soja, a nivel macro, la suba de precios compensó la caída en la cosecha.

- Héctor Huergo hhuergo@clarin.com

Una parte del campo pasó de las inundacion­es a la escasez de agua. En la soja, a nivel macro, la suba de precio puede compensar la caída de la producción.

Una persistent­e sequía extendió sus tentáculos a lo largo de la pampa ex húmeda, castigando a los sembrados en el momento crítico de floración y formación de los frutos. También está

afectado el maíz, el segundo cultivo en importanci­a en la Argentina. La cues

tión es cuál es el grado de afectación, quiénes son los dolientes y cómo puede impactar en la economía rural y en las grandes cuentas nacionales. Lo primero que conviene tener en cuenta es que la sequía, como cual- quier evento climático, es ante todo un problema para los afectados en forma directa. A nivel nacional, el impacto se atenúa por la compensaci­ón que siempre se da, a partir de la enorme incidencia que tiene la cosecha argentina en la formación de los precios internacio­nales. Nunca como en este ca-

so funcionó el PxQ: la caída de la producción fue prácticame­nte neutraliza­da por el incremento de los precios.

La soja subió un 15% en las últimas dos semanas. Pero la harina de soja (soymeal), que es lo que realmente exporta la Argentina, se disparó más de un 20%. El poderoso cluster agroindust­rial levantado en el último cuarto de siglo sobre el río Paraná, al norte y al sur de Rosario, llevó al país al liderazgo en los dos productos que derivan de la molienda ( crushing) de soja: el aceite y la harina.

Lo que más interesa

De los dos productos, el más impor

tante es la harina. El aceite de soja tiene sustitutos: palma, canola, girasol. El soymeal no. Todo bicho que camina y va a parar al asador se alimenta con soja. Antes se alimentaba­n con harina de pescado, hoy más de la mitad del pescado que se produce en el mundo proviene de la acuacultur­a donde también se alimentan con harina de soja.

Los operadores de Chicago, donde cotizan la soja y sus derivados, están evaluando que la cosecha argentina, que estimaban hace un mes en 54 millones de toneladas, habría bajado a 47/48. Habrá, en consecuenc­ia, un 20% menos de poroto para procesar, lo que derivará en un 20% menos de harina y aceite.

Así que el valor total de las exportacio­nes se mantendrá en torno a los 20.000 millones de dólares, casi lo mismo que el año pasado. Pero es interesant­e observar que esta compensaci­ón ocurre exclusivam­ente por el

impacto de la harina. Muchos analistas se muestran sorprendid­os por el sendero que siguen las cotizacion­es del aceite: están en baja. Ya dijimos que el aceite de soja tiene sustitutos. Pero además se asiste a la presión de una creciente sobreofert­a, a partir de las complicaci­ones que está padeciendo el uso de biodiésel. Este sustituto del gasoil utiliza como materia prima un 90% de aceite.

Las restriccio­nes impuestas por Estados Unidos a la importació­n de biodiésel argentino obligaron a derivar más aceite al mercado mundial, justo cuando la India (principal comprador) subía los derechos de importació­n. La reapertura del mercado europeo, que también había trabado al biodiésel argentino, permitió atenuar parcialmen­te la crisis. Pero el mercado está ofrecido y los precios en baja. De no ser por esta situación, es probable que la ecuación PxQ daría mejor para las cuentas nacionales.

En otras palabras, la firmeza de la demanda de harina de soja atenúa la ferocidad del efecto macro de estas pérdidas de producción. El impacto en la balanza comercial y en el flujo de divisas no será severo. Pero estos comentario­s segurament­e dolerán a los afectados directos, para quienes los promedios y los PxQ no sirven.

El que perdió la cosecha, o padeció una merma de rindes del 50%, queda fuera de combate, en muchos casos definitiva­mente. Más en un país donde no existen mecanismos de asistencia en la emergencia, y donde por menos que se coseche, uno de cada tres camiones es para el fisco. “Te espero en el puerto”, se llama el juego de las retencione­s.

Es cierto que los derechos de exportació­n para la soja y sus derivados es-

tán bajando, desde enero pasado, a un ritmo de medio punto mensual. El Estado recaudará en todo el año, con los precios actuales, unos 7.000 millones de dólares. Es el doble de lo que invierte el campo en bienes de capital para producir, almacenar, procesar y agregar valor a su producción de granos. En los últimos 15 años, desde que se reinstalar­on las retencione­s, el Estado capturó más de 80.000 millones de dólares del sector agrícola. No le devolvió nada, ni en efectivo ni en bienes ni en infraestru­ctura.

Un equipo de riego cuesta algo más de 1.000 dólares por hectárea. Con la mitad de lo que succionaro­n, se podría regar todo lo que se siembra. “No hay agua”, dirá alguno. Bueno… con la otra mitad podríamos llevar agua del Paraná a La Pampa, o armar toda la infraestru­ctura que tiene pensada el Gobierno para regular sequías e inundacion­es.

En el interior, es más importante

la cantidad que el precio. Cantidad significa más facturació­n en todos los servicios: cosecha, transporte, almacenaje. Son más litros de gasoil, porque la cosecha es un volumen a recoger y transporta­r. Más cubiertas, más gomeros, más camioneros circulando por las rutas, más parrillas para darles de comer. Más silobolsas en el campo y el acopio.

Toda la actividad, desde la provisión de insumos hasta la reposición de bienes de capital, baila al ritmo de la cosecha. Hace apenas seis meses, la preocupaci­ón era el manto de agua que cubría buena parte de las mejores zonas productiva­s. Las napas altas y el anegamient­o amenazaban la campaña.

Ahora, algunos la ven como una bendición: a pesar de que el agua faltó a la cita, supieron arreglarse con la humedad acumulada en el suelo. Pero no todos los suelos tienen esa capacidad, ni todos ese manejo fino del chacarero avezado. La cosa será despareja, como lo fueron las lluvias, escasas, erráticas, violentas, remarcando que esto del cambio climático se expresa con peculiar virulencia en estas pampas. Lo sostiene con frecuencia Vicente Barros, un científico y docente que ha conducido las presentaci­ones argentinas en los foros de Naciones Unidas donde se tra

ta el cambio climático. Un fenómeno que llegó para quedarse.

Por la suba de precios, el impacto macroeconó­mico de la sequía no será grave. Pero sí lo sentirán fuerte los productore­s.

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Tesoro para moler. La cosecha de soja nacional estuvo muy influencia­da por la sequía.

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