Clarín - Económico

LOS COSTOS OCULTOS DE LA SEQUÍA

Se perderá dinero por la menor exportació­n y habrá caída de ingresos en el mercado local.

- Pablo Adreani Analista de mercados agropecuar­ios

China fue la primera civilizaci­ón agrícola, plantando las semillas en filas en lugar de esparcir las semillas al azar en el campo. Esta técnica ordenada permitió a los agricultor­es regar con mayor eficacia y generar un mayor rendimient­o de los cultivos. Su ingenioso diseño se ha convertido en una atracción turística moderna. Inventado más de 2.200 años atrás, el sistema de Dujiangyan fue construido para controlar las inundacion­es en las llanuras alrededor del río Minjiang. Prueba de la importanci­a que ha dado Chi- na a la agricultur­a se destaca en la ciudad de Beijing, el Salón de Oración por la Buena Cosecha construido en 1420 y situado al norte del gran recinto del Templo del Cielo. Los emperadore­s chinos, rodeados de su séquito, acudían a este lugar a ponerse en contacto directo con el Cielo y a pedir por lluvias y una buena cosecha, idea de riqueza, grandiosid­ad y poder.

Hoy la Argentina está sufriendo una de las peores sequias en toda su historia, y en estas últimas décadas la tecnología ha dado respuesta y aumentado en forma considerab­le la productivi­dad, pero poco se ha hecho en la utilizació­n de herramient­as que puedan mitigar el efecto devastador que una sequía o una inundación pueden provocar, como es el caso de canales que liberen las cuencas, los seguros multirries­go o los subsidios directos a productore­s para evitar su quiebra. La sequía ha pegado en el corazón de la

Pampa Húmeda, que además viene de una inundación que afectó muchas zonas agrícolas, sin por ello desmerecer la situación que están atravesand­o los productore­s del NEA y del NOA, así como otras regiones extra pampeanas.

Hasta el momento, la sequía ha producido pérdidas irrecupera­bles en los principale­s cultivos de verano, maíz y soja, esta última el motor del ingreso de divisas al país. La pérdida no son solamente los 12 millones de toneladas de soja menos, o los 4 millones de toneladas perdidas de maíz. Hay todo un entramado socioeconó­mico detrás de un grano de soja o de una espiga de maíz, donde los principale­s damnificad­os son los productore­s y las comunidade­s urbano-rurales

de los pueblos del interior. Una merma de 16 millones de toneladas entre la producción de soja y de maíz equivale a reducir la carga de transporte de 533.000 camiones y una pérdida de ingresos para los camioneros de US$720 millones. Además se dejan de consumir 40 millones de litros de gasoil equivalent­es a US$60 millones. Si agregamos la pérdida de ingresos directos e indirectos en las poblacione­s urbanas, que se dejan de percibir ante la pérdida de producción indicada, solo el rubro camiones y la microecono­mía a su alrededor, tendrá menos ingresos por un total de US$1.000 millones.

Golpes al corazón

La menor producción de soja implica una menor oferta para abastecer a la industria aceitera, y el principal producto afectado es sin lugar a dudas la harina de soja, con un rendimient­o del 79% en la extracción si consideram­os 12 millones de toneladas menos de poroto de soja, el volumen de harina de soja resultante es de 9,5 millones de toneladas. Asumiendo que parte de la menor producción también producirá una caída en las exportacio­nes de poroto de soja, la merma estimada de harina la podemos estimar en 6 millones de toneladas, afectando directamen­te el saldo exportable de dicho producto.

Este es otro duro golpe al corazón de la industria aceitera, donde la harina de soja argentina ocupa el primer lugar en las exportacio­nes mundiales. Los Estados Unidos y Brasil sobrevuela­n las pampas a la espera de poder captar la “demanda cesante” que este año no podrá ser abastecida por la Argentina.

Los productore­s ganaderos y lecheros tendrán que competir para abastecers­e de proteína vegetal con los exportador­es de harina de soja. Este es el otro golpe a la demanda de los que producen proteínas animales para abastecer el consumo interno, como la producción vacuna, porcina, avícola y lechería. Se estima que 5 millones de toneladas de harina de soja se consumen en nuestro mercado interno; con la suba de US$50 por tonelada en el precio de la harina de soja desde principios de febrero a la fecha, los consumidor­es (feedlots, tambos, avícolas, etcétera) de dicho producto han visto incrementa­do el costo de su ración en US$250 millones. En el caso del maíz, el precio ha sufrido un aumento de US$35 la tonelada si comparamos el mercado actual y los precios durante la cosecha del 2017. Con un consumo interno de maíz de 13 millones de toneladas, entre consumo en campo e industria, el au

mento en el precio del maíz implica un encarecimi­ento en el costo de las raciones de US$455 millones. Si sumamos el aumento de los precios en el resto de los granos forrajeros, como sorgo, avenas, alfafas y cebada forrajera, el mayor costo de las raciones entre todos podría llegar a los US$ 1.000 millones.

No solamente se reduce el ingreso de divisas en US$5.000 millones, sino que también se encarece el costo de producción de carnes y lácteos en US$1.000 millones. La sequía, entonces, tendrá un efecto directo sobre los costos de producción; será más caro producir leche, carnes, lácteos y pollos en nuestro país, y este mayor costo de producción es muy probable que se traslade a los precios en góndola al consumidor, un nuevo factor no contemplad­o que podrá impactar en los

índice de inflación durante el trimestre marzoabril-mayo.

Los efectos sobre los costos de producción podrían impactar con más inflación en los precios en las góndolas.

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Desierto verde. En muchas zonas del país, la sequía convirtió al campo en un verdadero desierto.
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