Clarín - Económico

La bijouterie que llegó desde la Patagonia

Con $3.000 en mercadería que compró en Once, comenzó su empresa. Vende por mayor y menor.

- Paula Ancery Especial para Clarín

En 2013, Florencia Barich gastó $3.000 en el barrio porteño de Once para comprar los primeros insumos para fabricar bijouterie. Ahora acaba de abrir la primera franquicia de su marca, Cachetona, en el shopping Alto Comahue, de Neuquén; tiene un local propio en Río Negro donde vende al por mayor; y a fin de mes inaugurará otro local propio en San Isidro, provincia de Buenos Aires. Pero el monto de la compra inicial mínima para sus clientes mayoristas quedó fijado en el mismo número mágico: $3.000.

Su historia puede rastrearse más atrás. Su abuela hacía los zapatos y las carteras de la marca Maggio Rossetto; y su madre también vendía accesorios femeninos —artículos en platería y oro— que compraba ya fabricados. Fue por el marido de ésta, que es oriundo de la Patagonia, que Barich descubrió el potencial que había en el sur para montar un negocio. “Ella hacía viajecitos con dos o tres valijas de mercadería para vender”, cuenta. “Y a la gente le recontra copó no tener que venir a Buenos Aires para conseguir los accesorios”.

En un momento su mamá necesitó una línea de bijouterie, que fuera económica, pero bonita. Salió a buscar artículos ya fabricados, pero no encontró nada que la satisficie­ra. “Entonces un día me fui yo al Once. No sabía ni cómo se cerraba una pulsera”, recuerda Barich, “pero fui aprendiend­o”. Y en Río Negro empezaron a gustar tanto los artículos que ella diseñaba y fabricaba y su mamá vendía, que pronto Barich formó la empresa y abrió un local, desde el cual se hacen las ventas mayoristas que abastecen a todos los vendedores de bijoux de la zona.

El naming (definición del nombre del emprendimi­ento) puede ser uno de los capítulos más difíciles del lanzamient­o de una marca, pero no fue el caso de Barich. Desde muy chiquita padeció las ganas irresistib­les de pellizcar que sus mejillas despertaba­n en quienes la veían, hasta que de adulta asumió que ésa era su marca personal: Cachetona. Estaba tan en lo cierto que, cuando empezó a llevar sus productos a las ferias, la gente que veía desde lejos el cartel “Cachetona” se acercaba para ver qué designaba. Los desconocid­os dejaron de pelliz carla, pero empezaron a fijarse en sus collares y pulseras.

“En cierta forma llevamos el Once a la Patagonia”, reconoce Barich, ya que más de 50% de sus ventas es a mayoristas. El local en Neuquén tiene ingresos mensuales por $150.000 en promedio. “Pero además vendemos calidad, porque hay metales que en cuanto los mojás un poquito se oxidan, y ésa no es nuestra idea”, añade.

Ella trabaja con acero quirúrgico y con el metal más clásico, del color del níquel; con piedras naturales, con algunas más económicas y con vidrio, pero jamás con plástico. El precio de sus artículos a consumidor final se ubica en un rango de $300 a $790.

Cachetona tiene un taller propio en el que está Barich con otra persona más armando los muestrario­s que sacan semanalmen­te: todos los miércoles, cuatro docenas de unidades por artículo. La fabricació­n se terceriza en varios talleres, en los cuales trabajan 15 personas en total.

El taller de Cachetona está actualment­e en el barrio porteño de Belgrano; pero el 27 de marzo se trasladará a la localidad de San Isidro, donde también funcionará un local, con lo cual finalmente la marca tendrá un punto de venta en la zona de residencia de su creadora. “Ésa será nuestra base, donde también recibiremo­s a los clientes mayoristas y haremos exposicion­es de arte”, cuenta Barich. Luego, la meta es abrir más franquicia­s, probableme­nte una en el centro porteño.

En lo inmediato, la firma se apresta a lanzar una nueva línea de productos que le dio mucho trabajo a la emprendedo­ra: mochilas tejidas al crochet. “Las vi hace unos meses afuera, pero no quería importarla­s; me gusta que la fabricació­n sea local, para que tengan trabajo más personas”, explica. “Pero me costó mucho encontrar mujeres que tejieran, no máquinas. Después, para ‘sacar’ la moldería estuvimos dos meses”. Ahora estas mochilas estarán a la venta por un precio minorista de $1.250, las chicas, y $1.750, las grandes.

La emprendedo­ra ya vende, en el local de Neuquén, unos $150.000 mensuales en promedio. Ahora va por mochilas tejidas al crochet.

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Propuesta. Barich asegura que utiliza sólo materiales de primera calidad y sin plástico.

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