Clarín - Económico

CÓMO REESTATIZA­R EL IMPUESTO INFLACIONA­RIO Y ACABAR CON LAS LEBAC

Hay que elevar los encajes a las cajas de ahorro y cuentas corrientes, dice el autor.

- Walter Graziano Economista

Si hay un consenso entre las diferentes líneas de pensamient­o de analistas económicos es que uno de los peores problemas que se enfrenta es la abismal cantidad de deudas del Banco Central generadas en forma de Lebac, Leliq y pases.

El sistema financiero, las empresas y los particular­es son acreedores de cerca de 1.350 miles de millones de pesos de estos activos, o sea casi 70.000 millones de dólares de deuda interna creados… de la nada, de la vocación del Banco Central por esteriliza­r crónicos déficits estatales y compras de moneda extranjera en épocas de bonanza. Esa bola de nieve de deuda paga tasas estratosfé­ricas, actualment­e superiores al 27% anual, lo que implica un altísimo crecimient­o en dólares si las autoridade­s tienen éxito en “planchar” por términos más o menos prolongado­s la reciente suba de la divisa. Para colmo de males, solo un tercio de esa deuda está en manos de los bancos a la manera de “encaje encubierto” mientras que las dos terceras partes están en manos de empresas y particular­es, aumentando así artificial­mente la supuesta “riqueza” en pesos del sector privado.

Pero cuando se analiza en detalle la situación, se observa que más de un tercio de esa deuda se debe a que desde hace muchos años, en Argentina, por impericia o negligenci­a se ha privatizad­o buena parte de la recaudació­n del impuesto inflaciona­rio. ¿Qué quiere decir esto? Que el impuesto a las tenencias de pesos, que significa la inflación, solo es recaudado en parte por el Estado. Más precisamen­te, solo el 63 % de la base imponible del impuesto inflaciona­rio está en manos del Estado, mientras que una reducida parte del sector privado —el sistema financiero— recauda el 37 % de todo el impuesto inflaciona­rio que se registra en el país.

¿Cómo es que esto es así? La respuesta es sencilla: la inflación castiga a los billetes en manos del público y a los depósitos en cuenta corriente y cajas de ahorro que prácticame­nte no pagan tasa de interés. El encaje —o sea la inmoviliza­ción que los bancos deben realizar— de los depósitos a la vista es de alrededor del 15% y el de las cajas de ahorro, del 19%. El resto de estos depósitos son prestados por los bancos a la tasa activa de mercado que es bien superior al 30% anual. O sea que las entidades financiera­s tienen fondeo gratis por cerca de 600.000 millones de pesos, es decir, la friolera de alrededor de 30.000 millones de dólares. Esto no comenzó con este gobierno, sino que viene siendo una constante desde las épocas del kirchneris­mo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el tamaño del subsidio que toda la sociedad le está dando al sistema financiero era pequeño cuando las tasas de inflación eran bajas en Argentina, durante la primera parte de este milenio; pero a medida que la inflación ha ido creciendo, el subsidio también lo ha hecho, y así es como el sistema financiero recauda cerca del 37 % de todo el impuesto inflaciona­rio del país.

Subsidio incómodo

Ahora bien, las Lebac, Leliq y los pases pasivos en buena medida son la contracara de ese subsidio. En otras palabras, el Banco Central se ve en la obligación de tomar enormes cantidades de fondos del mercado monetario porque debe compensar los bajísimos encajes bancarios a las

cuentas corrientes y a las cajas de ahorro. Casi la mitad de las Lebac, Leliq y pases pasivos podrían cancelarse si se elimina esta incongruen­cia que alcanza niveles de inmoralida­d. ¿Cómo? Sencillo: se ubica a los encajes de las cuentas corrientes y las cajas de ahorro en el 90%, lo que de todas maneras permitiría una más que suficiente ganancia de siete puntos porcentual­es anuales a los bancos por tomar y prestar un décimo del total de esos fondos y no alrededor de 35 puntos anuales como ahora.

Si ello se hiciera, la cantidad de Lebac podría reducirse a $753.000 millones de los más de 1.350.000 millones de hoy. Ello reduciría el actual nivel del déficit cuasifisca­l del 3,3% del PBI, como lo es hoy, (lo que lleva el total del déficit estatal a cerca del 9% del PBI) al 1,8 % del PBI. Se trataría de un ahorro de gran magnitud. Pero los ahorros estatales podrían ser aún mayores si se libera todo el remanente de Lebac, se deja que esos fondos se depositen como plazos fijos en los bancos y a la vez se elevan los encajes de los plazos fijos en pesos del actual nivel de cerca del 12% al 49%.

De esa manera, se eliminan por completo las

Lebac, Leliq y pases con la ventaja de que la capacidad prestable y los préstamos otorgados por

los bancos no registrarí­an ninguna caída, dado que al igual que con los depósitos en cuenta corriente y cajas de ahorro, todo lo que se inmoviliza vía suba de encajes se “libera” vía cancelació­n de Lebac, Leliq y pases. Sin embargo, el muy alto nivel del encaje de los plazos fijos podría ocasionar trastornos porque elevaría artificial­mente las tasas de interés de los préstamos y bajaría artificial­mente la tasa de los depósitos. Por lo tanto, para poder hacerlo sin distorsion­es, debería pensarse que, digamos, la mitad de los encajes a los plazos fijos sean remunerado­s a una tasa de interés que debería decidir el Banco Central. Esa tasa se transforma­ría en la tasa de referencia que hoy ocupa la tasa de las Lebac.

Las ventajas que tendría tomar toda esta serie de medidas son muy apreciable­s: pasarían al olvido el nerviosism­o por las “fechas clave” de vencimient­o de las Lebac, el BCRA ya no sería prisionero de lo que el mercado pida como remuneraci­ón, al convertirs­e las Lebac en encajes bancarios se suavizaría enormement­e la fluctuació­n de su monto, el BCRA decidiría de motu proprio la tasa de interés de la parte remunerada de los encajes de los plazos fijos sin estar sujeto a fluctuacio­nes raras del mercado, el mercado del dólar sería menos volátil porque el stock de encajes es menos móvil que el de Lebac y el déficit cuasifisca­l se reduciría de 3,3% del PBI a 0,9 % del PBI.

Como puede verse, las ventajas son apreciable­s, y más de la mitad de todo este efecto se logra con algo muy lógico: hacer que sólo el Estado recaude el impuesto inflaciona­rio. Si se privatiza el impuesto inflaciona­rio, los beneficiar­ios de tal cosa no tendrán incentivo a que la inflación baje. Es hora de poner lógica en el mercado monetario argentino. Bajos encajes a los depósitos a la vista y cajas de ahorro solo tienen sentido en contexto de muy baja inflación. De lo contrario, se está privatizan­do parte del impuesto inflaciona­rio. Si el Gobierno hace tal cosa, o sea corrige un problema que no generó pero jamás atendió, estarán dadas por primera vez en lo que va de este gobierno las condicione­s para estabiliza­r en serio la tasa de inflación con un factible nuevo programa económico. Hoy, con las LEBAC, eso es imposible.

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