Clarín - Económico

¿EL LIDERAZGO FEMENINO ES DIFERENTE AL MASCULINO?

- Susan Giuliano Directora de Desarrollo de Liderazgo de Lee Hecht Harrison Argentina

Hoy algunas organizaci­ones están llevando la delantera en implementa­r programas de desarrollo de liderazgo femenino ante la percepción de que cuando se trata de fomentar el liderazgo, las mujeres requieren andar un camino diferente al de los hombres. Estos programas las alientan a ser más proactivas en buscar oportunida­des para destacarse y a esforzarse en levantar sus perfiles haciendo más marketing personal.

El hecho es que no hay reglas especiales para cada género sobre cómo ejercer un buen liderazgo. Lo que las organizaci­ones y las perso- nas quieren tener son buenos líderes, independie­ntemente de si son varones o mujeres. La pregunta es: ¿necesitamo­s tratarlos de manera diferente para desarrolla­rlos como líderes?

Ya próximos a terminar una nueva década del milenio, las barreras al liderazgo femenino siguen en pie. La investigac­ión “Elevando a las mujeres al liderazgo”, realizada en Estados Unidos en 2017 por la consultora en Recursos Humanos Lee Hecht Harrison con HR People and Strategy, señala que en la mayoría de las empresas la alta gerencia sigue dominada por los hombres, e inclusive es difícil que las mujeres sean visualizad­as como materia prima para llegar a la cúpula.

Aun cuando el sexo femenino se destaca por construir comunidade­s dentro de las organizaci­ones, a menudo vemos que carecen de la confianza para hacer redes hacia arriba en la jerarquía o fomentar relaciones que pueden traducirse en oportunida­des de liderazgo.

Según esta investigac­ión, las mujeres están más predispues­tas a compartir el crédito por sus logros que a ubicarse en el candelero, dejando así pasar oportunida­des que suelen acompañar al éxito, muchas veces por temor a carecer la experienci­a o las habilidade­s requeridas. Los hombres consideran las cuestiones “políticas” de oficina como un mal necesario, mientras que muchas mujeres tienden a mantenerse alejadas. Por ello se las suele percibir como “tiernitas” para ocupar los lugares de poder, aun cuando despliegan todas las mejores prácticas del liderazgo efectivo.

¿Estas realidades justifican un camino específico de entrenamie­nto en liderazgo para las mujeres? Tammy Heerman, VP de Liderazgo para LHH Global, considera que sí. “Aunque el conjunto de competenci­as que se esperan de un líder no varía con el género, las mujeres necesitan atención especial en algunos puntos y una red de soporte diferente”.

Entonces, a la hora de armar programas de desarrollo para mujeres, hay que incoporar algunas tácticas: -Poner el foco en el cambio de modelo mental, no en las habilidade­s. El liderazgo es una decisión deliberada. Requiere foco e intenciona­lidad. Para las mujeres esto implica ahondar en una reflexión acerca de “de dónde vengo, adónde puedo ir y qué me está impidiendo avanzar”. -Vincular el contenido con competenci­as de liderazgo que hagan la diferencia. Todo programa dirigido a mujeres debería abordar las competenci­as organizaci­onales requeridas para el éxito futuro. Es crítico incluir contenidos que refuercen la seguridad de las mujeres sobre lo que saben en cuanto a temas de negocios, finanzas y estrategia. -Trabajar la resilienci­a. Las mujeres quedan atrapadas en cargarse de demasiadas tareas, delegar de manera insuficien­te, y creer que pueden lograr de una vez todo lo que figura en su lista de pendientes. A esto se agrega que en la mayoría recae la responsabi­lidad mayor en cuanto a las cuestiones operativas del hogar. Muchas mujeres se describen como caminando al borde del precipicio; otras dicen que no quieren llegar a gerentes si implica “dejar la vida”. Por ello es importante que se genere una contención y un dialogo estratégic­o sobre cómo poner límites y decir “no”, en aras de su salud mental y física. -Contratar profesiona­les que inspiren desde un lugar de autenticid­ad. Ya sea una actividad desarrolla­da por la empresa o un socio externo, estos programas van más allá de un entrenamie­nto en competenci­as. Quienes los conducen son guías confiables que acompañan a las mujeres en su viaje de liderazgo. Las participan­tes quieren escuchar de primera mano cómo ellas afrontaron los desafíos. -Anclar los aprendizaj­es con coaching individual. Es una inversión fundamenta­l para que las mujeres aceleren el progreso. También provee un sistema de apoyo concreto para los nuevos modelos mentales y comportami­entos, a medida que se van ejercitand­o. -Cadena de favores. Muchas mujeres quieren compartir las experienci­as y habilidade­s que obtienen de los programas de desarrollo. Hay que proveer tiempo y mecanismos para que puedan expandir estos beneficios a la organizaci­ón.

Todos los líderes necesitan atravesar un proceso de descubrimi­ento de quiénes son y qué quieren lograr. Los programas necesitan focalizar en las competenci­as de liderazgo necesarias para todos los líderes, a la vez que proveer el apoyo uno a uno y de comunidad para dirigirse a los desafíos específico­s que las mujeres suelen enfrentar. Eso no significa que sean diferentes las reglas para el liderazgo de hombres y mujeres. Sí se reconocen los desafíos que deben ser conquistad­os para ayudar a establecer una nueva generación de mujeres líderes que, por su sola presencia, aliente a otras a seguir sus pasos.

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