Clarín - Económico

Paul Volcker, mítico jefe de la Fed de EE.UU., anticipa nuevas crisis

El ex titular de la Reserva Federal se mostró enfrentado a la política y al gobierno de Trump.

- Andrew Ross Sorkin The New York Times Especial para Clarín

Duro con Trump. “Estamos en medio de un gran despelote en todas las direccione­s” le dijo a The New York Times. Críticas para los políticos y la justicia de su país. “Cuando vas a una escuela de política pública no aprendés a manejar un gobierno”, sentenció.

Con su buzo azul y calcetines de vestir negros, Paul Volcker se arrellanó en su sillón reclinable una tarde de domingo en el estudio del departamen­to donde vive en Manhattan. Su extenso cuerpo de 2,01 m excedía el final del extremo para apoyo de las piernas. Volcker agregó una otomana para descansar los pies.

“No estoy bien”, comentó a sus 91 años el ex director de la Reserva Federal, que adquirió particular notoriedad al recurrir a tasas de interés

impresiona­ntemente altas para ayudar a terminar con la inflación galopante de fines de la década de 1970

y principios de la de 1980. Rey mago de las finanzas durante largo tiempo, está enfermo desde hace varios meses.

Pero prefiere no hablar de sí mismo. Volcker quiere, en cambio, hablar del país, de la economía y el gobierno. Y si bien cuando llegué parecía algo letárgico, se puso vivaz al empezar a quejarse: “Estamos en medio de un gran despelote en todas las direccione­s”, dijo.

Cientos de libros lo rodeaban —llenando los estantes y en grandes pilas sobre casi cualquier superficie plana— al igual que hojas de color salmón del Financial Times, plegadas con formas de origami. “El respeto por el gobierno, el respeto por la Corte Suprema, el respeto por el presidente, todo eso ha desapareci­do”, dijo. “Hasta el respeto por la Reserva Federal”.

“Y está realmente mal. Por lo menos las fuerzas armadas todavía tienen todo el respeto. Pero no lo sé, ¿cómo se puede gobernar una democracia cuando nadie cree en la dirigencia del país?”.

Antes de caer enfermo, Volcker terminó su autobiogra­fía, Keeping at It: The Quest for Sound Money and Good

Government (algo así como: Seguir intentando: La búsqueda del dinero sensato y el buen gobierno). El libro iba a publicarse a fines de noviembre, pero dada la salud de Volcker, la editorial PublicAffa­irs, una división de Hachette, adelantó el lanzamient­o al 30 de octubre.

“Yo no tenía intención de escribir un libro, pero había algo que me irritaba”, dijo. “Realmente me preocupa esta cuestión de la gestión pública”. Escrito por Volcker con Christine Harper, editora jefe de Bloomberg Markets, el libro es una autobiogra­fía reveladora acerca de un hombre que no solo redefinió el rol del director de la Reserva Federal sino que, después de la crisis financiera, concibió una regla que lleva su nombre y que eliminó parte de las tomas de riesgos más descaradas por parte de los bancos de Wall Street. La Regla de Volcker viene siendo socavada por los republican­os, a quienes Volcker no les cae bien.

“No hay fuerza en la tierra que pueda mantenerse eficazment­e, año tras año, contra los miles de individuos y los cientos de millones de dólares del pantano de Washington destinados a influir en el proceso legislativ­o y judicial”, escribe.

Por momentos, la biografía es un relato buenísimo sobre los años de Volcker en Washington. Por ejemplo, aunque hace pocos meses el presidente Trump se ha quejado de los planes de la Fed respecto del aumento de las tasas de interés, no es el primero que trata de influir sobre la independie­nte Reserva Federal. Los relatos de Volcker se remontan al encuentro con el presidente Ronald Reagan y su jefe de gabinete, James Baker, en la biblioteca del presidente junto al Salón Oval en 1984.

Reagan “no dijo una palabra”, escribe Volcker. “En cambio, Baker entregó un mensaje claro: ‘El presidente le ordena que no aumente las tasas de interés antes de las elecciones’”. Volcker no planeaba aumentar las tasas en ese momento. “Me quedé pasmado”, escribe. “Luego supuse que se habría elegido la biblioteca como lugar de reunión porque, a diferencia del Salón Oval, probableme­nte careciera de un sistema de grabación”. Sin embargo, el libro no se limita a

relatos del pasado. Trata cuestiones políticas actuales, como el objetivo de 2 por ciento de inflación que se ha convertido en meta de la Reserva Federal.

“Me desconcier­ta el fundamento”, escribe Volcker. “Un objetivo, o límite, del 2 por ciento no figuraba años atrás en mis manuales. No conozco ninguna fundamenta­ción teórica”.

Riéndose, me dijo que había pensado que la medida podía estar motivada por temores de deflación. “¡Y en este país no hemos tenido deflación en 90 años!”

Pero “por encima del miedo hay algo más inquietant­e que afecta a la política”, me dijo. El dinero. Por sobre el barullo del tráfico que llegaba desde una ventana abierta, la voz ronca de Volcker sonaba como una alarma acerca del poder que da modelar nuestra cultura y nuestra política.

“El problema central es que vamos convirtién­donos en una plutocraci­a”, dijo. “Tenemos una cantidad enorme de personas enormement­e ricas que están convencida­s de que son ricas porque son inteligent­es y constructi­vas. Y no les gustan los gobiernos, y no les gusta pagar impuestos”.

Washington, cuando él llegó, “era una ciudad llena de burócratas”, según dijo. “Eso, en sí, no los hacía malos”. En aquella época, los funcionari­os públicos —como su padre, gerente municipal de Teaneck, estado de Nueva Jersey— eran respetados. “Crecí en un mundo en el que el buen gobierno era algo valioso”, dijo.

Pero las cosas han cambiado. Hoy, dijo, Washington está invadida por lobistas y think tanks. Volcker, que ha creado una organizaci­ón no lucrativa para mejorar la educación pública, sostiene que nuestro sistema edu-

cativo ha sido pervertido por el dinero.

Institucio­nes como la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard y la Escuela Woodrow Wilson de Asuntos Públicos de Princeton, afirmó, no han logrado formar adecuadame­nte a una nueva generación de

funcionari­os públicos. Dijo que ya no enseñan administra­ción gubernamen­tal sino política: cambio que, según Volcker, les permite compartir foros y conversaci­ones con generales y subsecreta­rios.

“A los ricos —dijo—les gusta la vía libre”. Denominó el asunto como “venta mayorista entre pares”. Y siguió: “Pueden discutir sobre guerra, paz, pobreza y todo lo demás”, dijo. “Pero cuando vas a una escuela de política pública no aprendés a manejar el maldito gobierno. Aprendés a debatir problemas políticos”.

A diferencia del presidente Barack Obama, que lo invitó para consultarl­o sobre políticas económicas y reguladora­s —y le preguntó si quería ser secretario del Tesoro, según dijo— esta Casa Blanca no lo ha llamado.

Volcker no es un fanático del presidente, pero admite que Trump ha reconocido con astucia las preocupaci­ones económicas de los obreros.

Trump “advirtió algunos de los problemas que la élite ignoraba”, dijo. “Creo que no hay dudas sobre eso, de una manera errática, pero así es”.

Hoy Paul Volcker ya está empezando a preocupars­e por la próxima crisis financiera. Al preguntarl­e acerca de la estabilida­d de los bancos, dijo: “Están en una posición más fuerte que antes, pero la respuesta sincera es que no sé cuánto están manipuland­o”.

Aun cuando nuestra conversaci­ón llegaba a su fin, parecía que Volcker podía seguir hablando durante horas. Le dije que, en vez de verse enfermo o deprimido por la situación del mundo, parecía revitaliza­do. O al menos, le dije, ésa era la impresión que daba. “Dejémoslo así”, dijo.

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AP Pergaminos. Volcker, famoso por haber acabado con la inflación, mira más lejos que otros.

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