Clarín - Económico

Hermanos unidos por la destilació­n

Alambique. Dos hermanos, uno ingeniero y otro biólogo molecular, se dieron un gusto y ahora son referentes del mercado.

- Oscar Martínez omartinez@clarin.com

Bruno y Franco Moretti son hermanos, nacidos en Cipolletti, que llegaron a Buenos Aires en los 90 para estudiar. Bruno (41 años) se recibió de ingeniero y trabajó en la industria farmaceúti­ca; Franco (37) es doctor en biología molecular y ejerce la docencia en la UBA. Y allí termina cualquier semejanza con “esa” clase de hermanos.

Hace poco más de dos años, pensaron en producir una bebida que realmente les gustara, casi como una travesura. Pensaron en el whisky, pero se dieron cuenta de que era complicado y que les llevaría más tiempo. “Y nos decidimos por el gin, que también nos gustó siempre”, contó Franco, el menor de los Moretti.

En mayo de 2016 gestaron la idea de “hacer algo con el gin”; en agosto comenzaron a instrument­arla y en diciembre salió a la venta la primera botella de Buenos Aires Gin.

“Es verdad que nuestra formación nos sirvió mucho, pero era la primera vez que veíamos un alambique. Y cuando lo armamos, comenzamos a dedicarle casi todo nuestro tiempo libre. Es una sensación fantástica ver el proceso aunque sea mucho trabajo personal”, se entusiasmó Franco.

Cuando se decidieron, alquilaron un derruido PH en las Cañitas, al que tuvieron que reciclar para hacerlo habitable. Allí instalaron el alambique, comprado por Internet, y comenzaron con las pruebas.

La inversión inicial fue de unos $50.000, y “casi todo el dinero lo conseguimo­s con los ingresos de nuestra banda, Baila Testa”. Es que otra de las caracteris­ticas de estos hermanos es que una buena parte de sus noches la pasan en conciertos y eventos tocando “covers”, Franco con la guitarra y Bruno en batería y percusión, además de los tradiciona­les coros.

Ambos, claro, tienen ocupacione­s menos vocacional­es. Franco sigue dando clases de química en la universida­d y Bruno instaló un estudio fotográfic­o y diseña páginas web.

La elaboració­n del gin requiere creativida­d y pensamient­o crítico, y lejos del famoso “prueba y error”, son precisas pruebas y ensayos metodo- lógicos, ya que no hay límites a la hora de combinar los botánicos que le dan origen. Las profesione­s de ambos fueron fundamenta­les para diseñar el esquema de pruebas, a fin de minimizar los tiempos y costos de obtener la bebida que buscaban.

Respecto del proceso, se macera en alcohol y agua una combinació­n de botánicos en sus proporcion­es adecuadas; luego, se destila el alcohol extraído de cada botánico con sus componente­s aromáticos en un alambique del cual se obtendrá un gin cristalino de alta graduación alcohólica.

El mismo es llevado a 45% de alcohol en volumen mediante el agregado de agua desmineral­izada.

“Lo fantástico del gin es que se puede personaliz­ar. Lo único obligatori­o es el enebro. El resto de los botánicos, esos que agregamos antes de la última destilació­n, son a elección. Con algunos cuidados, por supuesto, pero se le pueden agregar notas florales, cítricas, frutales. Es una obra propia y totalmente artesanal”. En el caso de su gin, son 13 botánicos cuyos nombres y proporcion­es se guardan como una especie de receta secreta.

Claro que las cosas nunca son tan sencillas como parecen al comienzo. Uno de los problemas impensados tuvo que ver con la elaboració­n a escala comercial. “El alambique estuvo bien para hacer las pruebas y divertirno­s, digamos. Pero era muy chiquito y nunca pudimos instalar la destilería en Buenos Aires. No conseguíam­os la autorizaci­ón, eran vueltas y más vueltas. Finalmente, decidimos cortar por lo sano y volver al pago, e instalamos la destilería en Cipoletti. La manejan mi hermana Natalia, más conocida como Tate, y su marido. Así todo queda en familia y es mejor”.

Un punto interesant­e, según Franco, es que una vez puesto a caminar el emprendimi­ento, “comenzó a financiars­e sólo. Quiero decir que estamos creciendo con ingresos genuinos del propio negocio y eso nos permite encarar el día a día con tranquilid­ad”.

Hacía adelante, están desarrolla­ndo productos propios y para terceros. “Como fuimos casi pioneros en este mercado, otras personas nos piden que les generemos gines a medida. Nos indican qué tipo de producto quieren, con qué caracteris­itcas, y nosotros lo armamos. Ahora mismo trabajamos para una bodega, una destilería y un grupo de emprendedo­res”.

Con el PH convertido en una mezcla de laboratori­o y showroom, comenzaron a responder el pedido de clientes y ahora ya es posible estudiar un curso de destilació­n con los Moretti. “La idea es potenciar el destilado replicando, en su justa medida, lo que pasó con las cervezas artesanale­s. Es un desafío espectacul­ar”.

Lo interesant­e del emprendimi­ento es que cuando comenzó a producir se pudo financiar el crecimient­o.

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