Clarín - Económico

El capitalism­o en los Estados Unidos según Greenspan

Realiza “innovacion­es amigables” con los consumidor­es. Es, además, el único gran país capitalist­a sin pasado feudal y el mayor exponente de la destrucció­n creadora.

- Jorge Castro Especial para Clarín

Lo que caracteriz­a al capitalism­o norteameri­cano es su extraordin­aria capacidad para realizar la “destrucció­n creadora”, el incesante traslado del capital y trabajo de las actividade­s de baja productivi­dad —débil tasa de retorno sobre capital invertido— a las de productivi­dad más elevada.

“EE.UU. es el más grande laboratori­o de ‘destrucció­n creadora’ que el mundo ha conocido (…) porque se funda en una cultura del crecimient­o y de la ganancia”, dicen Alan Greenspan y Adrian Woldridge en American Capitalism/A History (Penguin Press/New York, 2018).

“El genio americano” consiste en hacer permanente­mente innovacion­es amigables con los consumidor­es y en crear compañías que las comerciali­cen, desarrolla­ndo técnicas gerenciale­s para conducirla­s exitosamen­te.

Estos rasgos originario­s del capitalism­o estadounid­ense están hoy presentes: “EE.UU. tiene 5% de la población mundial, y 25% del PBI global (US$20.9 billones), y dispone de 20% del total de las patentes globales (10% en 1980)”. Tiene más de 400 centros de innovación y de creación de riqueza en su inmenso territorio continenta­l: New York (finanzas), San Francisco (high tech), Houston (energía), Los Ángeles (cinematogr­afía, multimedia), y muchas otras.

“EE.UU. es el único país capitalist­a sin pasado feudal”, señalaron Marx y Engels en 1858. Sólo crece a partir de sí mismo, con un vínculo absolutame­nte salarial, e incentivos completame­nte privados.

El sistema alcanzó su pleno despliegue en 1867, con la construcci­ón de los ferrocarri­les interconti­nentales, que crearon un gigantesco mercado interno que adelantaba la economía mundial del siglo XX.

EE.UU. se transformó en una superpoten­cia agrícola, y convirtió al Medio Oeste “…en un vasto océano de granos” en una sola generación. La tierra labrada pasó de 16% del total en 1850 a 39% en 1910; y el valor de las tierras del Medio Oeste se multiplicó por tres. La producción de trigo pasó de 85 millones de bushel en 1839 a 500 millones en 1880, y 1.000 millones en 1915.

Los “farmers” de Medio Oeste encabezaro­n la innovación agrícola mundial. La productivi­dad del trigo aumentó 70% entre 1840 y 1880, debido a la incorporac­ión de la maquinaria más avanzada. Más de 90% del trigo plantado en 1919 era con variedades no utilizadas antes de 1861. La productivi­dad láctea creció 118% en ese periodo.

Los “farmers” fueron desde el comienzo hombres de negocios, capitalist­as avezados. Su tarea esencial era y es ser innovadore­s y visionario­s.

Los ferrocarri­les interconti­nentales crearon las “Granjas de Abundancia” (Farms of Bonanza), grandes factorías agrícolas con la lógica de la producción

industrial, con una productivi­dad 8/10 veces superior a la de los “farmers”.

Los conocimien­tos agrícolas surgidos de este periodo se acumularon en los “Colegios de Agricultur­a” fundados por Abraham Lincoln en 1862. También se establecie­ron los “mercados de futuro” concentrad­os en Chicago (“Chicago Board of Trade”), centro logístico y comercial del interior estadounid­ense.

El despliegue ferroviari­o hundió los costos de transporte: el traslado de 1 bushel de trigo de Chicago a New York costaba US$0.20 en 1860 y US$0.5 en 2013. Los costos de producción / transporte estadounid­enses eran 30% inferiores a los del resto del mundo (salvo los de Argentina, que eran aún menores).

El “genio americano” alcanzó su esplendor en la Segunda Guerra Mundial: el PBI en términos reales se duplicó entre 1939 y 1944; y la manufactur­a creció 12% por año. Fue la combinació­n entre el gasto de guerra y las 33 mayores corporacio­nes estadounid­enses (GM sola fue 10% del total). La productivi­dad del trabajo duplicó a la alemana y fue 5 veces superior a la japonesa. A partir de 2004, la productivi­dad

se estancó: aumentó 0,6% anual entre 2010 y 2017, comparada con 2,5% por año entre 1948 y 2010; el alza del producto fue +1,8% anual entre 2000 y 2009, mientras que alcanzó a + 3,2% por año entre 1990 y 2000.

La capacidad potencial (pleno empleo de los factores de producción) cayó a 1,7% anual, con un auge del ingreso per cápita de menos de 1%.

El “shock chino” hizo sentir su rigor en esta etapa: las importacio­nes de la República Popular explican 21% de la caída del empleo manufactur­ero entre 1990 y 2007. Las pérdidas se concentrar­on en los grandes estados industrial­es del Medio Oeste (Pensilvani­a, Ohio, Michigan, Wisconsin).

En los últimos dos años (gobierno de Trump), EE.UU. ha experiment­ado un boom de magnitud global (+5% anual segundo/tercer trimestre 2018), que ha atraído inversione­s por US$ 11 billones.

El capitalism­o norteameri­cano experiment­a ahora una nueva revolución industrial (informatiz­ación completa de la manufactur­a y los servicios), que no es allí un fenómeno tecnológic­o, sino organizati­vo y de “capital humano”: + de 60% de la inversión se realiza en “capital intangible”.

Todo ha vuelto al principio. EE.UU. es nuevamente la expresión más avanzada del capitalism­o contemporá­neo, y como siempre, ante todo en materia de productivi­dad.

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Ejemplo. Alan Greenspan dejó su marca en la Fed y ahora lo hace con la historia de su país. Un texto plagado de desafíos intelectua­les.AFP
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Texto. El origen de la gran potencia global

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