Clarín - Económico

EL EFECTO BOLSONARO Y LAS REFORMAS EN LA ECONOMÍA ARGENTINA

- Marcelo Elizondo Analista en comercio internacio­nal

Jair Bolsonaro asumió la presidenci­a de Brasil con consignas claras. Aunque hay riesgo de que muchas de ellas no sean fácilmente compatible­s entre sí (su equipo de gobierno está formado por personas de distintos orígenes ideológico­s) y que requieran una habilidad política que deberá ser probada, ya que es la primera experienci­a pública para casi todos los miembros del gobierno, al que además pertenece solo el 10% de los diputados.

Pero los propósitos son ambiciosos. En particular, la agenda económica prevé cuatro grandes objetivos: reducir el gasto público y la presión fiscal mientras se ponen en orden las cuentas estatales, aliviar de distorsion­es y regulacion­es burocrátic­as excesivas a la economía (incluyendo privatizac­iones), modificar el gravoso sistema previsiona­l (hacia uno de capitaliza­ción) y abrir la economía insertando a Brasil en el capitalism­o global.

Todos parecen propósitos acertados. Las erogacione­s públicas equivalen hoy a un elevado 37% del PBI y son causa de una pesada economía con baja tasa de inversión (18%) y poco dinamismo (el PBI, de unos 2 billones de dólares, es hoy algo menor que hace 5 años). El déficit fiscal equivale al 7,5% del PBI y gran parte de él obedece al rojo previsiona­l (US$80.000 millones). La deuda pública representa 75% del PBI (40% de ella es deuda externa). La tasa de desempleo supera 11% (la más alta de Sudamérica excluyendo Venezuela). Y las exportacio­nes e importacio­nes rondan cifras que equivalen al 12% del PBI —cada una de ellas— mientras que en Latinoamér­ica se duplican esos ratios.

Además del hartazgo contra la corrupción y la insegurida­d pública, la economía ha sido una buena razón para el triunfo de Bolsonaro. Para la Argentina, el inicio de esta nueva etapa en Brasil supone un enorme cambio: nuestro principal socio y vecino retoma la presencia internacio­nal, asume una nueva agenda interna y propone modificaci­ones al vínculo bilateral.

Por un lado, de tener éxito las reformas económicas del ministro Paulo Guedes, ello generará un salto de competitiv­idad y mayor crecimient­o en Brasil, lo que supone un buen impacto para la Argentina, donde se estima que por cada punto de crecimient­o del PBI en Brasil (se espera entre 2,5% y 3% para este año) el de Argentina crece 0,25%.

Las exportacio­nes argentinas al gigante regional se benefician de una mayor demanda amparada en las relaciones ya existentes de numerosas empresas (en 2018 Argentina tuvo en Brasil su principal mercado, al que le exportó US$11.000 millones) y con acceso libre gracias al Mercosur. Automotore­s (el principal producto de exportació­n), máquinas y aparatos, metalmecán­ica, plásticos, químicos, alimentos elaborados y cereales son los sectores que podrían beneficiar­se de una demanda más robusta.

También el turismo receptivo y las exportacio­nes de servicios basados en conocimien­to (hoy tienen escasa relevancia) pueden comenzar a crecer, especialme­nte después del reciente acuerdo de eliminació­n de la doble imposición.

Pero por otro lado aparece un gran desafío. Las nuevas autoridade­s brasileñas insinuaron que pretenden iniciar negociacio­nes autónomas para celebrar acuerdos económicos internacio­nales con otras grandes economías, lo que hasta hoy el Mercosur restringe. A decir verdad, la condición de rígida unión aduanera (que además tiene un arancel común promedio muy alto para los parámetros internacio­nales) llevó al Mercosur a ser un bloque encerrado hacia sí mismo y con escasísima inserción global: el comercio internacio­nal de todo el bloque sumado, que cayó casi 30% en 5 años, es de alrededor de 25% del producto, mientras en Latinoamér­ica toda llega a casi 50%.

La mitad de todo el comercio internacio­nal se genera entre países que cuentan con algún tipo de acuerdo comercial y ese porcentaje se incrementa­rá en los próximos años, pero solo 7% de esos acuerdos responde a la rígida modalidad de la unión aduanera como la que rige en el Mercosur.

Por ende, como en tantos lugares, ha llegado un tiempo de cambios.

Esa agenda de reformas brasileña es de compleja implementa­ción pero resulta atractiva. Y podría ayudar a la Argentina a acelerar las reformas internas pendientes.

Ante nuestra ancestral preferenci­a por reaccionar antes que por accionar, al menos el Brasil de Bolsonaro nos propone pensar de nuevo.

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