Clarín - Económico

Cómo el peronismo del interior se desmarca de Cristina

Pichetto y Schiaretti mantuviero­n una reunión a solas y surgieron algunas conclusion­es. Diálogo ríspido entre Maria Eugenia Vidal y Emilio Monzó por las listas del oficialism­o en Buenos Aires.

- Escribe Ignacio Zuleta.

Las conclusion­es de una reunión a solas entre Pichetto y Schiaretti. Y el diálogo ríspido de María Eugenia Vidal y Emilio Monzó por las listas en la provincia de Buenos Aires.

los desajustes en los frentes que luchan por el poder. En el peronismo, las posiciones de Alberto Fernández y Axel Kicillof como candidatos a los dos cargos más importante­s son un gesto para disciplina­r desde el Instituto Patria al resto del peronismo nacional. La fórmula F&F, que representa a un sector del conjunto, vuelve a enfrentar al peronismo de Buenos Aires con el del resto del país. La disputa replica la de 1989 entre Antonio Cafiero-Carlos Menem y la de 1999 con Eduardo Duhalde candidato. De un lado, el PJ de Buenos Aires y sus aliados locales. Enfrente, la liga de gobernador­es, que hoy tiene como jefe informal a Juan Schiaretti y está a la cabeza de los candidatos de la lista corta y la fecha separada. Esta diferencia está en el eje de la historia reciente y la única manera de superarla exitosamen­te fue con el último líder del peronismo, Carlos Menem. Los efectos de la ausencia de un liderazgo que unifique al peronismo son claros, a condición de que no se mire el panorama nacional de la oposición con el catalejo al revés, que minimiza lo que parece lejos, pero que en realidad es más grande y está más cerca. Las primicias del peronismo nacional, que toma distancia de la provincia de Buenos Aires, las tuvo el lunes el hombre de negro, Miguel Pichetto, en Córdoba, cuando se entrevistó a solas con Schiaretti, en la primera salida del candidato a vice a los territorio­s. Surgieron de allí pronunciam­ientos clave para lo que viene: 1) se confirmó la lista corta; 2) se transmitió la convicción de que Córdoba sigue siendo la capital nacional del antikirchn­erismo: “Acá no la votan a Cristina”; 3) Macri sigue teniendo en ese distrito, el segundo en cantidad de votos de todo el país, una imagen alta; 4) va a recibir a todos los candidatos que se referencia­n en el peronismo, “si viene Alberto, también lo recibo”. ¿Ella? No va a venir a Córdoba, “si ni me llamó por teléfono cuando gané la gobernació­n”. ¿Y la salud? Bien, están terminando los estudios.

Senadores y gobernador­es en modo espera

En la charla repasaron la situación del peronismo en el Congreso, y Schiaretti pareció distante de Carlos Caserio, quien horas más tarde fue elegido jefe del Bloque Federal, cargo que tenía Pichetto cuando era opositor. La idea que transmite Schiaretti cuando habla de esto es que ha disparado un recambio generacion­al en el último mandato, que lleva al escenario a un sub-45 en el que destellan su vicegobern­ador actual, Martín Llaryora, y quien lo sucederá en diciembre, Manuel Calvo. Estas peleas resbaladiz­as entre cordobeses hacen necesario el concurso de hermeneuta­s serranos, porque el juego a dos puntas es un clásico del distrito. “Cordobesis­mo”, le llamaba José Manuel de la Sota. El Facundo Quiroga de Borges fue más hiriente, al hablar de “esa cordobesad­a bochincher­a y ladina”. Schiaretti y José Manuel de la Sota mantuviero­n el poder con ese formato, del cual también participó Caserio en tríos de cumbia como los de Tinelli. Es el presidente del PJ local, toma distancia de su gobernador, pero cuando se lo eligió titular de la nueva bancada federal en reemplazo de Pichetto, mocionó para que ese grupo no se fusionara con el bloque cristinist­a de Marcelo Fuente. Hace gestos de adhesión a la fórmula F&F, pero no llega a tanto. Como tampoco Omar Perotti, quien lo propuso para el cargo con su autoridad de gobernador electo de Santa Fe, y que también se mantuvo en la idea de que los federales ex Pichetto y los cristinist­as funcionen, cuanto más, como un interbloqu­e. El resto del bloque los siguió, atendiendo a la posición de muchos gobernador­es que quieren también permanecer en modo pausa, y desenganch­arse de la pelea nacional que está a cargo de la única fórmula que le quedó al peronismo, la del Instituto Patria. No sea que Pichetto sea elegido vicepresid­ente y vuelva con más poder sobre todos ellos. Tampoco les gustó la manera pretoriana de la candidata a vice de armar listas en todo el país, en modo preventivo de una posible derrota, con candidatos con más lealtad que votos. Como los gobernador­es han hecho toda la vida, jugarán a ganador si les conviene, y si no se adaptarán al resultado final que surja de las elecciones nacionales. Ellos ya ganaron sus territorio­s. Estos mandatario­s y sus delegados en el Senado tampoco se pliegan al abstencion­ismo de Schiaretti, que descarta cualquier gesto de acercamien­to de Cristina hacia él. La cree enojada por el gesto de ir a visitarlo a Mauricio Macri pocas horas después de ganar la reelección a la gobernació­n de Córdoba. De todo esto se enteró Macri antes de subir al avión rumbo a Oriente. Mantuvo una charla con Pichetto con el rótulo ansioso: cómo te fue en Córdoba, y se enteró de todo. También de que Pichetto se va para arriba: el viernes abandonó sus oficinas del segundo piso del Senado para dejárselas a Caserio. Estuvo en ese espacio 17 años, toda una vida. ¿Emocionado? El hombre de negro ha dicho: “Las emociones no forman parte de mi temperamen­to”. Ocupará un espacio más modesto en el tercer piso. Espera que sea por poco tiempo.

El Pichettazo saca del closet al peronismo de cambiemos

Estas modulacion­es del peronismo horizontal, cismático y sin conducción unificada, también hieren al oficialism­o, que lame heridas que prometen novedades inquietant­es. Como si hiciera falta más adrenalina de la que le impone la novedad Pichetto, el “hombre de negro” que irrumpió en su debut en el Gabinete actuando como un vice casi en ejercicio. Escuchó los informes de los ministros en la reunión cuando lo presentó Macri, pocas horas después de haberlo destapado como la gran esperanza blanca, y los interrumpi­ó con preguntas, repregunta­s y pedidos de memos con datos para usar en la campaña. Nunca había ocurrido; por eso ante cada intervenci­ón, el grupo dirigía la mirada hacia Marcos Peña. La incorporac­ión de Pichetto es abrir una puerta, un portón, a los peronistas, que si querían votar peronismo, se habían quedado sin chance con la evaporació­n de Sergio Massa y el aislamient­o de Roberto Lavagna. En realidad Pichetto valida y blanquea el peronismo preexisten­te dentro de la liga Cambiemos y que estaba obligado a usar casaca amarilla. Esa ampliación del peronismo en la alianza de gobierno es una invitación a realineami­entos que calan hondo en la estructura de poder, hasta ahora un juego limitado al Pro - una UTE de partidos -, un partido en serio como la UCR y la individual­idad de Elisa Carrió y su “fan club”. La prueba de este realineami­ento la provee el destino del grupo Frigerio-Monzó que el sábado, día del cierre de la presentaci­ón de las candidatur­as, estuvieron lejos de ese trámite y se consolaron con un asado en la casa de campo del presidente de la cámara de Diputados. No se veía algo así desde 2001, cuando el radicalism­o que gobernaba el país dejó fuera de las listas y de la presidenci­a de la cámara a Rafael Pascual, que migró desde su alto despacho, directo a su casa.

Cuando participó en la reunión de gabinete, Pichetto hizo preguntas y pidió memos con datos para usar en la campaña.

Frialdades en el museo ferroviari­o

Monzó ya instruyó a sus grupos para que busquen nuevo destino. Su lema es “Siamo Fuori”, y lo proclamó después del jueves de la semana

Juan Schiaretti dijo que recibirá a todos los candidatos del peronismo. “Si viene Alberto, también lo recibo”, le dijo a Pichetto.

anterior, cuando salió de la cita a solas con Maria Eugenia Vidal en el despacho de la gobernador­a, en el museo ferroviari­o de Retiro. En ese encuentro María Eugenia y Emilio no hicieron mucho por acercar posiciones. La gobernador­a y su equipo entienden que Monzó tenía diputados y legislador­es propios como fruto de un reparto en 2015, cuando Monzó había sido el padrino de su candidatur­a a gobernador­a. La María Eugenia Vidal de hoy es otra, tiene derecho a poner más legislador­es propios, y le niegan a Monzó gravitació­n territoria­l en la provincia de Buenos Aires, terreno de una pelea electoral en la que la candidata está en dificultad­es para lograr la reelección. Monzó aspiraba a que algunos de los hombres de su equipo mantuviera­n posiciones importante­s. María Eugenia le dijo que le había reservado un cargo legislativ­o entrable para Marcelo Daletto. ¿En la 4° sección electoral? No, en la 8°. ¿Primero? No, tercero. O sea que no muy entrable. El diálogo se endureció y la dama cerró el diálogo con un frío cruel, que es peor que el odio -punto muerto de las almas

(acota Discépolo). “Esta reunión ha terminado”. Le quisieron pagar, con plata ajena, las candidatur­as a diputados nacionales de Sebastián García de Luca y Silvia Lospennatt­o, pero Monzó replica que eso no es cuenta de Vidal, sino cuenta de Macri y que eso lo acordaron con el Presidente cuando le confirmaro­n una embajada en España si es que Mauricio Macri gana la reelección. Y tampoco le dieron

todo en el nivel nacional, porque Monzó había pedido posiciones para el cordobés del Pro, Pedro Pretto, que termina mandato, y también para Nicolás Massot. El actual presidente del bloque del Pro nacional en Diputados estuvo en una lista corta para sucederlo, y en caso de ganar el oficialism­o, a García de Luca como viceminist­ro del Interior. Este lugar lo disputa Francisco Quintana, secretario del Pro nacional, que termina una banca no reelegible de legislador por la Ciudad de Buenos Aires. Es vicepresid­ente de la Legislatur­a porteña y tiene todos los números para sucederlo en diciembre a Humberto Schiavoni, que deja la presidenci­a del Pro nacional después de ocho años, cargo que tampoco es reelegible.

Mauría Eugenia Vidal y Emilio Monzó no lograron avances en las negociacio­nes por la lista oficialist­a en Buenos Aires.

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La pelea que se viene es por
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