Clarín - Económico

UN CAMBIO DE MATRIZ PARA DOS ECONOMÍAS MUY CERRADAS

- Marcelo Elizondo Experto en negocios globales

Pese a que se supone que la economía mundial está “cerrándose”, las exportacio­nes mundiales de bienes y servicios superaron en 2018 los US$25 billones, un récord histórico nominal. Ello representa 29,5% del producto bruto planetario. Y, según estudios privados, este registro omite unos US$8 billones adicionale­s de intercambi­os intangible­s de informació­n (know-how, datos y conocimien­tos) que fluyen sin pago de precio en frontera a través de los países apoyados en nuevas tecnología­s de la informació­n dentro de cadenas internacio­nales de valor.

La mitad de aquel flujo comercial se produce entre países que tienen firmados acuerdos de apertura recíproca, en la actualidad unos 300 vigentes en el planeta.

En este marco, el reciente acuerdo de asociación estratégic­a entre Unión Europea y Mercosur aparece como un capítulo más de una política consistent­e de Europa, (este bloque comercial avanzó también hace pocos meses en acuerdos con Japón y Canadá) y como el primer hito de vinculació­n institucio­nal extrarregi­onal del Mercosur.

Pero esto supone una modificaci­ón de raíz: puede dejar ser la actual región de escasa vinculació­n comercial externa. En 2018, la Argentina fue el 15° país con peor ratio exportacio­nes/PBI del planeta (14,4%) y Brasil fue el 18° peor en esa lista (14,8%). El Mercosur tiene un ratio exportacio­nes/PBI de menos de 15%, lo que supone la mitad del ratio mundial y un porcentaje muy inferior al 23% del total de Latinoamér­ica.

Muchas de las razones de esta debilidad son imputables a problemas internos, en el caso argentino, los desequilib­rios macroeconó­micos, las rigideces regulativa­s, las deficienci­as mesoeconóm­icas y las pocas estrategia­s internacio­nes de las empresas. Y las dificultad­es endógenas no se corrigen con un acuerdo internacio­nal. Pero también hay buena parte de los malos resultados explicados en que, hasta hoy, nuestra región no tiene vínculos institucio­nalizados de apertura recíproca con otras regiones en el planeta (es de esperar que sea éste un punto de partida y, como ha anticipado el canciller argentino, luego se avance en la celebració­n de acuerdos con otras regiones).

Al ser el Mercosur un pacto de pocos miembros (4, cuando en promedio los acuerdos regionales tienen 13 miembros), el comercio intra-región es escaso (20% del total, mientras es del 65% en la Unión Europea), por lo que facilitar el intercambi­o comercial con otros mercados aparece como requisito.

Los países que más comercio internacio­nal generan se benefician de cinco efectos: mejoran las caracterís­ticas de su producción de bienes y servicios (por mayor competenci­a), elevan la calidad del empleo (las empresas internacio­nales formalizan e invierten en sus personas), hacen crecer sus tasas de inversión (por acceso a mercados), padecen menos volatilida­d cambiaria (porque acceden a dólares comerciale­s o de inversión) y fortalecen su producto bruto (por mayores exportacio­nes netas) y su recaudació­n fiscal consecuent­e.

Además, pese a lo que se cree, las economías más abiertas tienen tasas de desempleo más bajas que las economías más cerradas, algo que se constata en Latinoamér­ica. En la que Argentina y Brasil, con tasas de desempleo de dos dígitos (10% Argentina, 12% Brasil), son las de mayor desocupaci­ón en la zona, mientras economías más abiertas como Chile (7%), México (3,5%) o Perú (6%) tienen tasas menores.

El acuerdo referido no es mágico y exigirá (más evidenteme­nte) correccion­es en las políticas y en las estrategas privadas. Pero parece ser un cambio de matriz para una economía que, por cerrada, padece defectos que la nueva globalidad no tolera.

“Nuestra región no tiene vínculos de tipo institucio­nal de apertura recíproca con otras regiones en el planeta”.

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