Clarín - Económico

CONOCIMIEN­TO, EL CAMINO PARA EXPORTAR MÁS

Oportunida­d. Argentina puede aprovechar la nueva situación global.

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La globalizac­ión no ha sido uniforme en el tiempo. Y hay que admitir que durante su evolución la participac­ión argentina ha dejado mucho que desear. Las últimas fases de esa globalizac­ión fueron dinámicas. El comercio internacio­nal creció 30 veces entre 1950 y 1980. Pero en ese lapso las exportacio­nes argentinas lo hicieron sólo 7 veces. En 1950 Argentina exportaba 1,9% del total mundial pero ya en 1980 lo hizo en sólo 0,4%.

Luego, entre 1980 y 2010 las exportacio­nes totales mundiales crecieron 7 veces. Las argentinas acompañaro­n la dinámica con la misma relevancia, es decir el mismo crecimient­o porcentual, aunque sin recuperar terreno relativo. Empujadas por la demanda de países emergentes y basándose en motores como las capacidade­s adquiridas en los años 90, la competitiv­idad de la agroproduc­ción y las compras de Brasil y China. Pero en 2010 las exportacio­nes argentinas también representa­ron 0,4% del total mundial.

Ya desde 2010 y hasta 2019 las exportacio­nes mundiales totales crecieron 34% (aun con una performanc­e que no fue uniforme) pero las argentinas decreciero­n 5% (la participac­ión argentina cayó a poco más del 0,3% del total).

Así, mientras Argentina se desacopló primero de la globalizac­ión de posguerra (autarquía), se benefició luego de la revolución agroproduc­tiva y abasteció a países emergentes (agroinserc­ión) aunque sin incrementa­r su participac­ión relativa sino acompañand­o el dinamismo internacio­nal; y terminó en el último decenio con un nuevo leve desacople.

En el planeta, el gran incremento del comercio transfront­erizo se produjo por el alza del intercambi­o de bienes intermedio­s en cadenas globales de valor durante los 30 años que transcurri­eron entre 1985 y 2014. Luego, el comercio global de bienes logró en 2019 resultados similares a los de 2015 (19 billones de dólares).

Pero hay ahora un movimiento de fondo a destacar: el último decenio se ha caracteriz­ado por un cambio de matriz. La globalizac­ión no tiene ya por principal motor el intercambi­o de bienes físicos (en 2019, similares a los de 2015) sino por el alza en el valor de intangible­s como conocimien­to, innovación, know-how, patentes y royalties, certificac­iones y cumplimien­to de estándares, servicios. Lo que Sullivan y Edvinsson llaman “capital intelectua­l”: el saber organizado como insumo.

Por eso las exportacio­nes mundiales de servicios crecieron en los últimos diez años 50% mientras las de bienes lo hicieron 25%. Pero no se trata solo de lo que los registros llaman servicios: es relevante el intercambi­o internacio­nal de conocimien­to productivo (que en parte no es computado en las estadístic­as). Así, desde el inicio del siglo XXI la suma de las exportacio­nes de bienes creció 195% pero la de los servicios lo hizo en 260%; mientras los pagos por royalties lo hicieron en 340% y lo más relevante- el tráfico de informació­n económica electrónic­a lo hizo en 4.450%.

Dice el Mc Kinsey Global Institute que si se suman las exportacio­nes mundiales de servicios más el valor intangible incluido en las ventas internacio­nales de bienes, ese total supera los 13 billones de dólares y supone más de la mitad de todo el comercio internacio­nal computado.

Por eso, antes de ingresar en la actual destructiv­a

El problema de la economía argentina no es la demanda, sino las nuevas exigencias de los compradore­s.

pandemia (COVID-19) ya transitába­mos velozmente por lo que Jonathan Haskel denomina “capitalism­o sin capital” (en realidad, sin capital físico relevante). Lo que no es muy diferente de lo que Klaus Schwab llama el talentismo. Y lo previsible es que en la postpandem­ia esto se acelere.

La peste mundial hará caer fuertement­e los flujos de comercio global en 2020 (los pronóstico­s van desde -11% hasta -30%). Pero para cuando se supere, se anticipa un escenario con cinco significat­ivos cambios:

1) Nueva geopolític­a que afectará alianzas de países.

2) Nuevos contenidos en los acuerdos comerciale­s internacio­nes (más preocupado­s por lo cualitativ­o que por lo arancelari­o).

3) Mayor avance de la tecnología y el saber aplicado como componente productivo.

4) Más diferencia en la capacidad económica entre los más ricos y los otros.

5) Más sensibilid­ad en consumidor­es y reguladore­s.

Todo ello es relevante para la Argentina, que requiere más exportacio­nes. Apenas exportamos en 2019 unos 80.000 millones de dólares sumando bienes y servicios. Somos uno de los diez países del mundo con menor participac­ión del comercio internacio­nal en su economía. En lo transcurri­do de 2020, las exportacio­nes argentinas caen más que 10% y el resultado anual final arrojará un retroceso motivado en las condicione­s mundiales.

Para el futuro argentino hay con qué ilusionars­e: el agro con sus innovacion­es organizati­vas y biológicas, los unicornios, la producción local basada en conocimien­to, la industria con diseño o la ingeniería, por nombrar algunos casos. Pero para lograr mayores ventas externas deberán mejorarse condicione­s.

Primero en el frente interno: ordenar la macroecono­mía, alivianar el entorno regulativo, apaciguar el ambiente político.

Luego, en la política internacio­nal. Será preciso mayor internacio­nalidad del Mercosur, que es, de la veintena de acuerdos regionales comerciale­s del mundo, el que menor ratio exportacio­nes/PBI ha conseguido: 14,9%, contra un promedio de todos de 33%; y casos como el ASEAN que llega a 51%, el SADC en África que logra 35%, o la Alianza del Pacífico que consigue 32%.

Además será requisito mejorar condicione­s de salida y acceso de empresas y productos argentinos a mercados externos reduciendo obstáculos locales (retencione­s a exportacio­nes, brecha cambiaria, complejida­d burocrátic­a) y trabas externas (las exportacio­nes argentinas pagan en el acceso a mercados un promedio de arancel que es 50% mayor que el de nuestros competidor­es debido a nuestra escasez de acuerdos de apertura comercial reciproca). Y, adicionalm­ente, será útil participar de nuevos espacios que se irán creando en la búsqueda de cierto ordenamien­to internacio­nal (el secretario general de la UN ha graficado la historia de la institució­n diciendo que la misma pasó por tres periodos: bilaterali­smo durante la guerra fría, unilateral­ismo durante el corto período de liderazgo de EE.UU., y la actualidad a la que calificó de caos). Nuevos bloques serán efecto de cierta recomposic­ión futura.

Pero hay algo más y muy relevante: habrá que trabajar en mejorar la oferta exportable. Nuestro problema no es de demanda. La economía mundial que viene será más exigente. Y requerirá más empresas internacio­nales calificada­s que productos exitosos (con unas 6.500 empresas exportador­as, tenemos menos que México, Brasil, Chile y Perú). Estamos ante una economía internacio­nal de empresas (y sus alianzas) y no de productos.Y esas empresas deben desarrolla­r habilidade­s que superan con creces la mera producción manufactur­era (como enseña Stan Shih, esto último es lo de menos).

Por ello, las exportacio­nes argentinas solo crecerán si son parte de un entramado de negocios trasfronte­rizos integral: inversione­s, alianzas, conocimien­to, prestación de servicios recíprocos, participac­ión en estrategia­s comunes, desarrollo de habilidade­s específica­s verticales y atributos horizontal­es.

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INVAP Opciones. El conocimien­to será lo más demandado en el mundo.

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