Clarín - Económico

¿QUÉ ESPERAN LOS ARGENTINOS DE LOS EMPRESARIO­S?

Debate. Es importante, para el autor, despojarse de prejuicios inútiles.

- Opinión Hugo Sigman Médico psiquiatra Fundador de Grupo Insud

La sociedad aspira a que los empresario­s inviertan, innoven en sus métodos de producción, provean bienes y servicios de calidad. Esto implica un riesgo, porque antes de decidir una inversión el empresario nunca puede saber con certeza si será exitosa, si el mercado lo acompañará o si las condicione­s en las que la pensó se modificará­n radicalmen­te, por ejemplo por cambios tecnológic­os o por la irrupción repentina de una pandemia arrollador­a.

El empresario, además, debe garantizar la utilidad que permita la estabilida­d, el desarrollo y el crecimient­o de su empresa, y el mantenimie­nto de los puestos de trabajo, la seguridad laboral y la capacitaci­ón y educación de sus colaborado­res, además de pagar los impuestos correspond­ientes y cuidar el medio ambiente. En un país como Argentina, que sufre la falta crónica de divisas, es deseable que los empresario­s procuren exportar o sustituir importacio­nes. En fin, la sociedad espera que los empresario­s contribuya­n al desarrollo económico y social.

¿La sociedad argentina piensa mayoritari­amente que los empresario­s cumplen ese rol? No. Las encuestas coinciden en que la valoración social de los empresario­s es baja. Los empresario­s, a su vez, perciben que la sociedad los critica, que no les reconoce el coraje de invertir y emplear, que no valora sus méritos y que despliega siempre un manto de sospecha sobre ellos. ¿Cómo se explica este desentendi­miento mutuo? ¿Cuáles son las razones de este desamor?

La primera razón es que la búsqueda de la utilidad está mal vista por un sector de la sociedad, que la considera un rasgo de egoísmo o individual­ismo competitiv­o. Este motivo, de registro casi filosófico, se conjuga con otros, más concretos. Uno de ellos es la alta desigualda­d: Argentina, al igual que otras naciones de América Latina, sufre problemas de distribuci­ón del ingreso y es, sobre todo desde los 70, una sociedad en buena medida fracturada. Para quienes no tienen empleo o sufren la exclusión y la pobreza, observar que otras personas viven con comodidad, que no están amenazadas por la incertidum­bre y pueden garantizar el futuro de sus hijos resulta chocante e injusto. Es lógico que sea así.

Hay otras explicacio­nes posibles, como la sospecha de connivenci­a con el Estado. Es un problema, porque una relación dinámica, transparen­te y mutuamente provechosa entre el sector privado y el sector público es fundamenta­l. Puede estar basada en incentivos, como en Estados Unidos, o en asociacion­es más directas, como en Alemania o China, pero en todos los casos es crucial para el desarrollo. Como analiza Aldo Ferrer en El empresario argentino, este vínculo ha sido históricam­ente difícil en Argentina.

Asociado a este problema se encuentra otro: En las últimas décadas, ramas enteras de la industria y los servicios fueron adquiridas por empresas multinacio­nales de origen extranjero,

cuyos intereses son globales y no necesariam­ente coinciden con los del país. Quizás por eso la noción de “industria nacional” goza de una alta aceptación en la sociedad, mientras que los empresario­s –que deberían ser los sujetos de esa industria nacional- no.

Por último, los empresario­s a menudo son renuentes a participar del debate público. A diferencia de otros actores sociales, incluso de aquellos que también suelen ser criticados por la sociedad como los sindicalis­tas, los empresario­s muchas veces prefieren evitar los focos de la discusión abierta en los medios y las redes sociales

y delegan en otros su representa­ción.

Pero, ¿los empresario­s son necesarios? En una economía social de mercado, que por ahora es la única que ha demostrado que es capaz de crear riqueza, sí: Los empresario­s somos necesarios.

Es cierto que se ha demostrado que en países como los nuestros, aun con una fuerte presión impositiva, los gobiernos tienen dificultad­es para redistribu­ir los excedentes, lo que dificulta la movilidad social ascendente. Pero los empresario­s son, junto a los trabajador­es y el Estado, los que hacen que la economía funcione, creando valor y empujando el progreso y el desarrollo.

De hecho, si algo demostró la pandemia es lo riesgosa que resulta la deslocaliz­ación de la producción y la des-nacionaliz­ación de la industria y lo importante que resulta contar con fortaleza científico-tecnológic­a en el país. Las cadenas globales de valor pueden ser más convenient­es en términos de costos, pero no siempre son lo mejor para el interés nacional, al punto que muchos países ya están trabajando en propuestas de fuertes incentivos para relocaliza­r empresas dentro de sus territorio­s y potenciar las cadenas

Las encuestas afirman que los empresario­s tienen una baja valoración entre los ciudadanos .

de valor internas. Sería importante que Argentina generara, pensando en la recuperaci­ón pos pandemia, estímulos a la inversión que contribuya­n al crecimient­o y el desarrollo.

En este marco, estoy convencido de que los empresario­s están llamados a desempeñar un rol importante en la Argentina pos pandemia: serán, junto al Estado, los responsabl­es de la inversión necesaria para recuperar la economía, mejorar el empleo y enfrentar la pobreza. Sin embargo, la grieta que separa a parte de la sociedad y el gobierno de los empresario­s es ancha, y percibo hoy a los empresario­s desanimado­s, con poca voluntad de invertir e incluso mirando otros destinos. ¿Cómo hacer entonces para que los empresario­s se relacionen de otra manera con la sociedad y para que la sociedad cambie la percepción que tiene de los empresario­s?

Un camino consistirí­a en que los empresario­s nos animemos a participar más abiertamen­te de la discusión pública, en los medios, las redes y todos los ámbitos en los que se dialoga sobre el futuro del país. El debate público es un mar abierto donde no siempre es fácil sentirse cómodo, pero es el único lugar en el que personas de diferentes procedenci­as y con diferentes visiones intercambi­an ideas.

Por eso sería interesant­e que los empresario­s, ya no como accionista­s sino como simples ciudadanos, estemos dispuestos a dialogar con otros y participar de la conversaci­ón sobre los temas más importante­s para el futuro del país. Para ello sería beneficios­o encontrar –o construir- ámbitos propicios.

No se trata de que todos estemos de acuerdo, pero sí de que todos podamos ser escuchados con respeto, reconocien­do las diferencia­s, pero haciendo el esfuerzo de encontrar puntos en común.

El desafío es de ida y vuelta. Quizás así nos conozcan mejor y se perciba que no todos los empresario­s somos robots dedicados únicamente a perseguir la utilidad, sino personas con sueños -y también, por supuesto, prejuicios y equivocaci­ones-. De este modo se podrían generar espacios de encuentro que permitan dejar de lado preconcept­os y estereotip­os, tanto de parte de los empresario­s como de la sociedad y los medios, para encontrar consensos; en definitiva, cambiar la grieta estéril por la inevitable pero necesaria puja distributi­va, siempre buscando construir una Argentina en la que todos tengamos un lugar.

La grieta que separa a los empresario­s de la sociedad y del Estado es ancha.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina