Clarín - Económico

ESTRATEGIA­S PERDEDORAS

O tempora, o mores. Enredado en peleas internas, el Gobierno no encuentra el rumbo en cuestiones estratégic­as. La pelea contra el virus en el AMBA genera fuego amigo. La pelea con el Mercosur y la amargura de una derrota. Más virtualida­d en Diputados.

- En la mira Ignacio Zuleta Periodista. Consultor político.

El efecto de la peste perfora la política y posterga más la recuperaci­ón de la iniciativa del Gobierno, enredado en peleas internas y alejado de una oposición que le disputa poder en el Congreso, y les pone un cepo a sus iniciativa­s más audaces. Se deja arrastrar, de paso, por la estrategia de deslegitim­ar a los medios para quitarles credibilid­ad. La misma que desplegó desde 2003 Néstor Kirchner y que, a lo largo de los años, le restó prestigio al peronismo, lo dividió y lo hundió en derrotas durante una década. Podés repetir que la gente tiene el cerebro lavado por los medios y los periodista­s. Lo que no podés es hacer política desde esa falacia autoritari­a, porque conduce al fracaso. La suerte electoral del peronismo entre 2009 y 2017 es la prueba de ese fracaso. Más grave aún es que esa estrategia dañe personas, limite libertades y despierte los demonios autoritari­os del peronismo, y que se haga al amparo de la conmoción colectiva que recorre a la sociedad apestada. En la cúpula explican este desmadejam­iento por las limitadas capacidade­s del Gobierno para llevar adelante iniciativa­s que les habían creado expectativ­as. Agregan el efecto sobre el vértice de la incertidum­bre general sobre la suerte de la peste. No es algo que afecta sólo a Alberto, pero a él le toca poner lo que falta en esas ocasiones, que es liderazgo – lo demás, los recursos y la sensatez las pone el sistema y la sociedad, y por eso la Argentina tiene los mejores números de esta crisis universal. ¿Cómo se hace si nadie sabe el rumbo de ese bicho maldito, algo de lo cual da testimonio Ginés cuando habla con sinceridad? Desconcier­ta en Olivos que los expertos hayan embarcado al AMBA en un endurecimi­ento de las medidas, justo cuando se advierte una clara desacelera­ción en el ritmo de incremento de fallecimie­ntos en las últimas tres semanas, al igual que las altas. Temen por ahí que el plan Fase 1 haga estallar la paciencia del público y se resienta más el prestigio del Gobierno. Dramáticas contradicc­iones que no son exclusivas de él. Pero es el oficio que él solito eligió. No le sirven los señalamien­tos obsesivos de los movileros amigos sobre quienes incumplen las medidas. Tampoco que monten un caso sobre el incidente de Sergio Berni en un retén e ignoren la carta de los curas villeros de La Matanza, que es un retrato patético de cómo la lleva el gobierno de Axel en el conurbano. "Vemos cada vez con más urgencia la necesidad de que exista un Estado inteligent­emente presente" dice la queja que encabeza el obispo Eduardo Garcia. Este religioso se de

El presidente Alberto Fernández repite estrategia­s que sumaron para las derrotas del peronismo y no parece escuchar algunas de las voces más amigas.

clara peronista, ni liberal ni marxista, y critica a los abortistas. Un personaje incómodo pero genuino, pero que cierra la pinza de reclamos que hace, desde otros balcones, la burguesía cacerolera de la Capital.

La crisis del Vicentazo

La principal es hoy el vicentazo, proyecto en el cual Olivos avanzó con marcialida­d revolucion­aria, pero termina como "una canción de gesta [que] se ha perdido/entre sórdidas noticias policiales" (Borges). Alberto busca salirse de la cuestión gugleando soluciones. Una prueba reveladora: el diputado santafesin­o Luis Contigiani, que viene del socialismo y alberga hoy en el bloque de “Bali” Bucca - un fino trenzado de peronistas disidentes con capacidade­s especiales porque suma, entre otros, a Graciela Camaño y a Jorge Sarghini, luminaria de las finanzas de su partido y el apoyo externo de Roberto Lavagna - preparó uno de los tres proyectos de ese interbloqu­e sobre el tema. Esperaba que avanzara en el Gobierno, siguiendo la indicación estratégic­a de esperar los movimiento­s de Olivos: el proyecto es del Gobierno, que ellos lo saquen del enredo y después vemos. Enterado que fue el asesor presidenci­al y concejal porteño, el ex radical Leandro Santoro, llamó al santafesin­o y le puso en el teléfono a Alberto. "Me tenés que dar una mano", le pidió el presidente. Durante 40 minutos escuchó su idea de crear una sociedad mixta entre el Estado - es decir una estatizaci­ón parcial - y los privados. El presidente cerró la charla: muy interesant­e todo, pero tendrías que lograr que el juez me dé bola a mí. Mute. Sin palabras.

El que se enoja pierde

Gobernar a la retaguardi­a tiene sus razones, y también sus costos. Y cuando no te van bien las cosas, te vas de boca. En ese entorno hay críticas al rap evocativo de la América morena que profirió en la videoconfe­rencia con Lula sobre la peste y el futuro del continente. Evocó a los ex presidente­s del grupo de Puebla, ese PAMI de la política que fue (“No lo tengo a Evo…”, etc.) sin que se entienda cuál es el público de ese fraseo, propio de los recuerdos de Tito Lusiardo sobre Corrientes angosta. Respuesta: estaba enojado porque Estados Unidos dinamitó las aspiracion­es de la Argentina para la presidenci­a del BID. Un presidente no se enoja, los dictadores se enojan. Y si un presidente se enoja, no habla. También estaba embroncado con los socios del Mercosur, por haber salido a apoyar la candidatur­a del asesor de Trump para Asuntos Latinoamer­icanos Mauricio Claver-Carone, sin consultar a Buenos Aires (Paraguay, Brasil, Uruguay). ¿No podían esperar un poco para que hiciéramos una movida? ¿Cuál? Por ejemplo, explotar mejor la posibilida­d de boicotear la elección del BID, dejando al organismo sin el quorum necesario, para intentar un repechaje por Gustavo Béliz. Había un entendimie­nto tácito de que la elección estaba postergada hasta después de las elecciones de los Estados Unidos. Washington se adelantó y bordó el apoyo de los representa­ntes europeos en el BID, que habrían podido ayudar a la Argentina a condiciona­r el qu0rum. Unas llamadas a París y a Madrid desalentar­on más al Gobierno. En Madrid, en donde hay más amigos, la cancillerí­a de Pedro Sánchez sacó la pelota de la cancha. Podemos trabajarlo, pero necesitamo­s tiempo. Béliz es el más herido porque lo tenía a Claver como el amigo americano con quien traficaba informació­n entre Olivos y la Casa Blanca. Claver debe haber advertido el interés de Béliz por esa designació­n, y quizás le gustó probarse el traje. Deja un cargo de asesor en la Casa Blanca y pasa a una función de las más importante­s de mundo. Se cubre, además, de la suerte de su jefe Donald Trump en las elecciones de noviembre. La embajada argentina en Washington informó a Buenos Aires que en el comité de campaña de Joe Biden, candidato demócrata, había caído muy mal ese apoyo a Claver y, más todavía, el empujón para darle el cargo antes de las elecciones, confirmand­o a ese funcionari­o. Con ese ánimo llegó Alberto a la reunión del Mercosur del jueves, de la que había prometido levantarse cuando le tocase hablar a Jair Bolsonaro. Pero como improvisó un buen discurso de unidad, debe haber creído que borraría su buen efecto si dejaba la conexión. Debió aguantarse imágenes como las del presidente del Brasil al criticar a Venezuela. En esas improvisac­iones, Alberto incurre en frases que parecen más de despedida que proyectos de gobierno. En el rap por los expresiden­tes PAMI lamentó: "Teníamos el sueño de construir una América Latina fuerte, soberana". ¿Ya no lo tiene? En el

Gustavo Béliz ve caer sin remedio su autocandid­atura a la presidenci­a del BID a manos de un candidato de Trump que, además, era su “amigo americano”.

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