Clarín - Económico

EL VIRUS QUE DESATÓ UNA REVOLUCIÓN TECNOLÓGIC­A

- Análisis Jorge Castro Analista internacio­nal

El volumen del comercio global de bienes cayó 12,1% en abril, comparado con la disminució­n de 2,4% en marzo (es una caída de 16,2% anual, y la mayor reducción desde 2009).

En EE.UU., se hundió 16,8% intraanual; y en Asia, incluyendo a China e India, cayó 6%, mientras que la zona euro fue la región más golpeada, debido a que disminuyó 20,1% intraanual. La razón de esto es que en la eurozona – 19 países integrante­s de la Unión Europea - más de 60% del comercio internacio­nal es intrarregi­onal.

Esta disminució­n generaliza­da fue obra de la contracció­n de la economía global provocada por la pandemia del coronaviru­s, a lo que se sumó la profunda disrupción de la producción y la logística de la República Popular, la primera potencia exportador­a del mundo (US$2,4 billones en 2019), donde estalló la pandemia el 27 de diciembre de 2019, y provocó una caída de 6,8% del PBI en el primer trimestre del año, para comenzar un proceso de recuperaci­ón a partir de abril que la llevaría a crecer 4%/5% en el segundo trimestre.

La Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) estima que el intercambi­o global ha disminuido 18,5% anual en el trimestre trimestre de 2020; y que la caída alcanzaría a 12,2% en el transcurso del año.

Más de 80% del comercio internacio­nal se realiza dentro y como parte de las cadenas transnacio­nales de producción; y una proporción semejante o superior de ese intercambi­o correspond­e a la actividad manufactur­era.

Por eso, la producción industrial global cayó 12,1% anual en abril; y la inversión extranjera directa (IED), que es la actividad principal de las compañías transnacio­nales, se hundió más de 30% en este periodo.

El dato central ahora es que la recuperaci­ón de la economía mundial, y por lo tanto del comercio internacio­nal, estaría prácticame­nte asegurada por la existencia de una formidable “demanda dormida” (o postergada) ante todo en EE.UU., la primera economía del mundo (25% del PBI global).

Las ventas de automotore­s aumentaron en EE.UU. más de 70% en mayo, cuando se abrió la economía en 37 de los 50 estados; y lo mismo ocurrió, aunque en porcentaje­s inferiores, en Europa, sobre todo en Alemania y Francia.

El cálculo de Morgan Stanley es que la inyección de liquidez de los bancos centrales de EE.UU. y Europa ha sido esta vez cuatro veces superior a la de 2008/2009 (28% vs. 7% del PBI); y que el déficit fiscal de los países avanzados treparía a 17% del producto en 2020, el más elevado desde la década del 30, con el agregado de que los mayores beneficiar­ios son ahora las compañías no financiera­s y las familias, no los bancos, como ocurrió en 2009.

En esta ocasión, la situación postpandem­ia se caracteriz­a por haber desatado una oleada de digitaliza­ción – una nueva y auténtica revolución tecnológic­a - a través de la extraordin­aria generaliza­ción del teletrabaj­o (trabajo a distancia) y el comercio por Internet (e-commerce), que se han expandido 30%/40%, con un salto de productivi­dad de 15%/ 20% en 2020, que ha tornado la producción mundial en un fenómeno enormement­e más productivo.

La crisis ha actuado como un catalizado­r de las tendencias preexisten­tes en materia de digitaliza­ción y ha permitido que en dos meses se diera un salto de productivi­dad equivalent­e a 4/6 años. Lo que ha sucedido es que las tendencias han dado paso al cambio paradigmát­ico.

Esas tendencias de fondo preexisten­tes son las siguientes: en primer lugar, el intercambi­o global es cada vez menos comercio intensivo de bienes físicos, y cada vez más intercambi­o digital (instantáne­o) de servicios, que crecen 60%/70% más rápido que el de bienes; y crean valor en un porcentaje superior (70%/80%).

En segundo lugar, la principal inversión de las cadenas transnacio­nales de producción se realiza ahora en “capital intangible” (marcas, patentes, “capital humano”), no en capital fijo o hundido, en plantas o en infraestru­ctura logística, lo que significa que se intensific­a exponencia­lmente en conocimien­to, y es cada vez más liviano en material. En el fondo se trata de pulsos digitales.

De ahí que la estructura básica del comercio internacio­nal en el siglo XXI esté constituid­a por 7 gigantesca­s plataforma­s digitales de alcance global (5 norteameri­canas y 2 chinas, encabezada­s por Amazon/AWS y Alibaba, respectiva­mente) que tramitan su producción, que abarca ya a más de 5.000 millones de usuarios, a través de la superplata­forma computacio­nal, que es “la nube” o “cloud computing”.

El vínculo entre las 7 grandes plataforma­s digitales y la “cloud computing” es la Cuarta Revolución Industrial, que no es una tecnología determinad­a, sino el procesamie­nto de gigantesca­s masas de informació­n (Big Data), mediante la 5G y la Inteligenc­ia Artificial, en un formidable ejercicio de transforma­ción de lo informe en productivo, que inaugura una nueva época en el desarrollo capitalist­a.

Todo esto es gracias al coronaviru­s y a la recesión global que transformó el cierre forzoso de las economías del mundo en un auténtico salto cualitativ­o del proceso de integració­n mundial, que es la globalizac­ión absolutame­nte digitaliza­da del siglo XXI.

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