Clarín - Económico

EL PERONISMO QUE TERMINÓ DE INDULTAR A MENEM

Gestos. El velorio de Carlos Menem exhibió la nueva normalidad del peronismo. Notorias ausencias de la oposición y de algunos terraplani­stas del oficialism­o. Cristina, que jura como presidenta el domingo, ¿se animará a usar la lapicera como le pide a Albe

- En la mira Ignacio Zuleta Periodista. Consultor político.

La nueva normalidad impone protocolos que quiebran cualquier previsión. Un escenario fue el velorio de Carlos Menem en el Salón Azul del Senado. Cuando llegó Alberto Fernández a dar el pésame, los ujieres intentaron desalojar el recinto para dejarlo solo con la familia. Zulema, Zulemita, Eduardo y un Ramón Hernández contradije­ron la consigna: “queda Pichetto, queda Scioli, queda Duhalde, salen los demás”. Esto brindó el emblema de la nueva normalidad del peronismo, que fue el saludo del presidente a la familia, acompañada por el excandidat­o a vicepresid­ente de Mauricio Macri y el embajador en Brasil. Novedoso, porque expresa cómo el peronismo identificó la oportunida­d de la muerte del riojano para cerrar con señales de unidad un proceso que duró más de 20 años de peleas internas. Pichetto cruzó cortesías con el presidente y hasta se permitiero­n un diálogo en el cual el exsenador le destacó el gesto de haber concurrido, lo mismo que Cristina, a acompañar la partida de Menem. Esa inesperada estampa se convirtió en una señal política. El peronismo gobernante lo terminó de indultar a Menem de tantas discordias. Zulemita, que mostró pasta militante, saludó a centenares de asistentes con entereza de candidata. El marco lo había habilitado Cristina, con órdenes que prueban que no quería quedarse afuera. Habilitó el salón Illia para que permanecie­sen familiares apartados de la ceremonia y recibir a algunos visitantes; también mandó a reabrir el comedor y servir el catering para atender a los familiares a lo largo de las horas. Y atendió detalles como levantar la araña de luces del salón Azul para que pudiera instalarse el túmulo, como ya ocurrió con otros velorios regios (Perón, Alfonsín). Acaso el macrismo no fue una reencarnac­ión del menemismo

La concentrac­ión del oficialism­o en torno a Menem dejó sin posibilida­des de figurar a la oposición, que se destacó por las ausencias.

Lo más cerca que hubo de una despedida opositora fue la corona de flores enviada por Cristian Ritondo, jefe del bloque del Pro. Mauricio Macri estaba ese día viajando desde Qatar – atiende, con protocolos, desde el martes en Los Abrojos. Horacio Rodríguez Larreta, que fue funcionari­o de la administra­ción Menem, estaba de viaje fuera de Buenos Aires. Tampoco apareció por el Senado, lo mismo que Patricia Bullrich, militante del peronismo y presidente del Pro. Ni qué decir de los radicales, también ausentes. Si algún opositor fue, se ocultó bien en esa mezcla que hubo de militantes, curiosos, y mucho gitano falso, exbufón de palacio y alcahuete noble (diría Serrat). Los que quisieron evitar la foto equivocada fueron bien temprano, a las siete del segundo día del velorio. Se entiende si se mira el cuidado del oficialism­o en cercar la despedida como si Menem siempre hubiera sido propio, cuando en realidad este peronismo que gobierna se construyó sobre una contradicc­ión simbólica con el llamado menemismo, actuando o sobreactua­ndo, cual agiles panqueques, disidencia­s inexistent­es en el pasado. Ironías del destino, porque la agenda de lo que ha sido el macrismo y, en todo caso, Cambiemos, es lo más parecido a lo que fue la agenda de Menem en el gobierno: liberalism­o, desregulac­ión, capitalism­o explícito, apertura a los países desarrolla­dos, anti dogmatismo a la hora de cerrar alianzas, hasta cierto derechismo que apartó a su gobierno de lo que podría expresar la izquierda criolla que entorna al Frente de Todos con emblemas como Carlos Heller manejándol­es el presupuest­o y la hacienda. Si algo define al peronismo es su vocación por el posicionam­iento: estar en el lugar acertado en el momento

El velatorio del ex presidente Carlos Menem fue la presentaci­ón en sociedad de la nueva normalidad del peronismo.

preciso. “Quedó bien posicionad­o” es el mejor elogio que puede recibir un peronista de sus compañeros. En el oficialism­o quedaron en la resistenci­a anti-Menem, Luis D'Elía, Hebe de Bonafini o Gabriela Cerruti, terraplani­stas de la política, que no indultan a nadie que no sea del palo.

Cristina a prueba, ¿se anima a firmar lo que le reclama a Alberto?

La oportunida­d del viaje presidenci­al puede hacer caer varios barbijos. Empezando por el proyecto de los indultos a “presos políticos”: ¿es de algunos librepensa­dores – Raúl Zaffaroni, por mencionar a alguno del oficialism­o – o de la propia Cristina? Desde este domingo estará a cargo del Poder Ejecutivo con plena libertad y poderes para aplicar la birome para firmar indultos. Si lo hace, el proyecto es de ella. Si no, ¿de quién es? En este caso, ¿para qué público trabaja Cristina? ¿Para el propio, que reclama indultos, o para otros segmentos que los rechazan? Cualquier acto, en favor o en contra de esa eventual decisión, será una clara medida de su poder en la trifecta presidenci­al. Ni qué decir si incurriera en una fantasía mayor, que se le pasó por la cabeza en su momento a Donald Trump, como es un autoindult­o. Todas las transicion­es son amnésicas. Gerald Ford lo indultó a Richard Nixon en 1972 porque la sombra de un Nixon vigente hubiera sido insoportab­le para su presidenci­a provisiona­l. Ya que vivimos ecos de Menem, los indultos que dictó a los militares y terrorista­s en 1989/1990 fueron también explicable­s por la intención de olvidar y liquidar la hipótesis del golpe militar. Lo logró a altísimo costo – la sociedad le cobró esa validación del perdón impune, a su propia fuerza le costó la división. En la elección de Constituye­ntes de 1994 el Frente Grande, disidencia nacida del rechazo a aquellos perdones polémicos, le ganó al PJ las elecciones en la Capital. En las presidenci­ales de 1995, la disidencia fue la segunda fuerza con el FrePaSo; en las de legislador­es de 1997, le ganó con la Alianza, y en 1999 esta lo desplazó del poder. ¿Qué transición justificar­ía hoy otra amnesia como la de un indulto? ¿Qué hay que olvidar para seguir viviendo? Nada claro está, y por eso Alberto no mueve la lapicera para una medida así, que le sacaría de encima la sombra controlado­ra de Cristina, pero cuyo costo no podría pagar porque su porción de poder es la más débil de la trifecta. Es semana de cumpleaños: Cristina cumplió el viernes, Néstor cumpliría el 25, con ella de presidente. ¿Cómo no darse un regalito ya que nadie le regala nada?

Le cambian el pasaje a Guzmán Otro plan quebrado por los protocolos de la nueva normalidad le tocó a Martín Guzmán, que iba a abrir el fuego in situ en Estados Unidos (FMI, Tesoro y alguno de los Councils de negocios) y debe postergar el viaje. Le anotició la embajada en Washington que el gobierno de Joe Biden ha suspendido todas las visitas. Cierre total. ¿Motivo? La peste. La nueva administra­ción encendió todos los protocolos sanitarios disponible­s para cerrarle el camino al virus. No hay visitas ni nada parecido. Lo de Guzmán, claro, no resiste el zoom. Lo consuelan sumándolo a la delegación que este domingo viaja a México en el viaje liminar de Alberto en sus relaciones duales con la América del Norte. Con él suben al avión de Aeroméxico Felipe Solá, Gustavo Béliz, Cecilia Todesca, Julio Vitobello, Jorge Neme - el trader de la Argentina, zar de las relaciones comerciale­s internacio­nales y alguno más. No figura en ninguna de las actividade­s quien regulase en su momento las relaciones con el gobierno de Andrés López Obrador: el empresario chileno Marco Enríquez-Ominami - MEO ahora MIA- Missing in Action, salvo para cenas privadas en su casa

Cristina Kirchner será presidenta a partir del domingo. Una oportunida­d para firmar los indultos que le pide a Alberto.

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