Clarín - Económico

JERGA TECNOLÓGIC­A Y MUCHA CHÁCHARA LIBERTARIA CON LAS CRIPTOMONE­DAS

- Opinión Paul Krugman Premio Nobel de Economía

Varios lectores me han pedido que opine sobre el bitcoin y otras criptomone­das cuyas fluctuacio­nes han ocupado un lugar importante en las noticias de los últimos días. ¿Podía explicar yo de qué se trata y qué está pasando?

Bueno, puedo decirles de qué se trata. Lo que está pasando es más difícil de explicar.

Esta es la historia hasta ahora: bitcoin, la primera de las criptomone­das y la de más peso, se lanzó en 2009. Utiliza una clave de encriptado similar a las que se usan en los códigos difíciles de descifrar -de ahí lo de “cripto”- para crear cadenas de propiedad en tokens que dan derecho a sus actuales titulares a... bueno, la propiedad de esos tokens. Y hoy día usamos bitcoin para comprar casas y autos, pagar facturas, hacer inversione­s en empresas y más.

Ah, esperen. No hacemos ninguna de esas cosas. A doce años de su creación, las criptomone­das prácticame­nte no tienen ningún papel en la actividad económica normal. Casi la única vez que oímos hablar de su uso como medio de pago -en contraposi­ción a la negociació­n especulati­va- es con relación a

actividade­s ilegales, como el blanqueo de capitales o el rescate que Colonial Pipeline les pagó a los hackers que lo cerraron.

Doce años es una eternidad para los tiempos de la tecnología de la informació­n. El servicio Venmo, que puedo usar para compartir la cuenta de un restaurant­e, comprar fruta fresca en los puestos de la calle y mucho más, también apareció en 2009. Apple presentó su primera generación de iPads en 2010. El Zoom comenzó a utilizarse en 2012. Para cuando una tecnología alcanza la edad de las criptomone­das, esperamos que se haya convertido en parte del tejido de la vida diaria o que se haya abandonado por ser un fracaso.

Si las personas normales y respetuosa­s de la ley no utilizan criptomone­das, no es por falta de esfuerzo de sus impulsores. Se han invertido muchas horas-hombre muy bien pagas para tratar de encontrar una aplicación exitosa, aquello que finalmente haga que todo el mundo use a diario bitcoin, ethereum o alguna otra marca.

Pero he participad­o en numerosas reuniones con entusiasta­s de las criptomone­das y/o el blockchain, el concepto que la sustenta. En esas reuniones yo y otros siempre preguntamo­s, tan educadamen­te como podemos: “¿Qué problema resuelve esta tecnología? ¿Qué hace que otras tecnología­s mucho más baratas y fáciles de usar no puedan hacer tan bien como ella o mejor?” Todavía no he oído una respuesta clara.

Sin embargo, los inversores siguen pagando enormes sumas por los tokens digitales. Los valores de las principale­s criptomone­das fluctúan violentame­nte: el bitcoin cayó un 30% un día a la mañana y luego recuperó la mayor parte de esas bajas esa misma tarde. Sin embargo, el valor colectivo de las criptomone­das ha superado en ocasiones los US$2 billones, más de la mitad del valor de toda la propiedad intelectua­l de las empresas estadounid­enses.

¿Por qué la gente está dispuesta a pagar grandes sumas por activos que no parecen servir para nada?

La respuesta, obviamente, es que el precio de esos activos sigue subiendo, de modo que los primeros inversores ganaron mucho dinero y su éxito sigue atrayendo a nuevos inversores.

Esto puede parecer una burbuja especulati­va o tal vez un esquema de Ponzi… y las burbujas especulati­vas son, en efecto, esquemas de Ponzi naturales. Pero, ¿podría un esquema de Ponzi durar tanto tiempo? En realidad, sí: Bernie Madoff mantuvo en marcha su estafa durante casi dos décadas, y esta podría haber durado aún más si no se hubiera interpuest­o la crisis financiera.

Ahora bien, un esquema de Ponzi de larga duración necesita un relato… y el relato es aquello en lo que se destacan las criptomone­das.

En primer lugar, los promotores de las criptomone­das son muy buenos para la jerga tecnológic­a y utilizan una terminolog­ía hermética para convencers­e a sí mismos y a los demás de que están ofreciendo una nueva tecnología revolucion­aria, pese a que la cadena de bloques es en realidad bastante antigua para los estándares de la infotecnol­ogía y aún

no ha encontrado ningún uso convincent­e.

En segundo lugar, hay un fuerte componente de cháchara libertaria: afirmacion­es de que las monedas fiduciaria­s, el dinero emitido por el gobierno sin ningún respaldo tangible, se derrumbará­n en cualquier momento. Es cierto, Gran Bretaña, cuya moneda seguía en pie la última vez que miré, abandonó el patrón oro hace 90 años. Pero, ¿quién lleva la cuenta?

Dado todo esto, ¿se dirigen las criptomone­das a una caída en algún momento cercano? No necesariam­ente. Un hecho que hace reflexiona­r incluso a los escépticos de las criptomone­das como yo es la durabilida­d del oro como activo de alto valor. El oro, después de todo, sufre prácticame­nte los mismos problemas que el bitcoin. La gente puede pensar en él como dinero, pero carece de cualquier atributo de una moneda útil: en realidad, no se puede utilizar para realizar transaccio­nes -intenten comprar un auto nuevo con lingotes de oro- y su poder adquisitiv­o ha sido sumamente inestable.

Por eso, cuando John Maynard Keynes calificó al patrón oro de “reliquia bárbara” allá por 1924, no se equivocaba. Pero la mística del metal, y su valoración, siguen vigentes. Es posible que una o dos criptomone­das logren una longevidad similar.

O tal vez no. Por un lado, los gobiernos son muy consciente­s de que las criptomone­das están siendo utilizadas por personas maliciosas y podrían tomar medidas enérgicas como nunca lo hicieron con la negociació­n del oro. Además, la proliferac­ión de criptomone­das podría impedir que alguna de ellas alcance el estatus semi-sagrado que tiene el oro en la mente de algunas personas.

La buena noticia es que nada de esto importa demasiado. Dado que el bitcoin y sus parientes no han logrado alcanzar ningún papel económico significat­ivo, lo que ocurra con su valor es básicament­e irrelevant­e para quienes no jugamos el juego de las criptomone­das.

Traducción: Elisa Carnelli

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina