Clarín - Económico

EE.UU. VS. CHINA: EL EJE DE LA GEOPOLÍTIC­A GLOBAL

- Análisis Jorge Castro Analista internacio­nal

El dato fundamenta­l de la economía global en los últimos cinco años ha sido el vuelco de los grandes países del mundo —en primer lugar, EE.UU. y China— hacia prácticas de autosufici­encia y de afirmación de la seguridad nacional para garantizar su capacidad innovadora, su estabilida­d interna, y sobre todo lo esencial, el mantenimie­nto de su autonomía política/estratégic­a, que hace a la esencia de su identidad como pueblos y naciones.

Al mismo tiempo, esta tendencia se ha convertido en un instrument­o para afirmar su status global, como partícipes crecientem­ente relevantes del juego del mundo; y esto sucede en un sistema cada vez más integrado que responde a un imperativo tecnológic­o profundame­nte determinis­ta, liderado por una digitaliza­ción cada vez más vertiginos­a que adquiere caracterís­ticas de instantane­idad.

En definitiva, la búsqueda de la autosufici­encia tiende a serla regla y el imperativo de la época, pero no tiene nada que ver con la autarquía y el aislamient­o, transforma­dos en meras rémoras del pasado.

Lo que sucede es un cambio de las condicione­s mundiales, sobre todo en la relación crucial entre China y EE.UU.; y lo esencial de esta modificaci­ón ha ocurrido en los últimos 10 años en la República Popular.

En términos estructura­les, esto sucedió a partir de 2008/2009, cuando se produjo la crisis financiera internacio­nal con eje en Wall Street (Lehman Brothers). En ese momento el eje del proceso de acumulació­n pasó del Atlántico al Pacífico, de EE.UU. a China/Asia; y al mismo tiempo, la República Popular comenzó a crecer exclusivam­ente sobre la base de su demanda doméstica/consumo individual (93% del total en 2020), con una desaparici­ón acelerada del alza sistemátic­a de las exportacio­nes y del aumento incesante de la tasa de inversión (47% del PBI en 2009), como había ocurrido invariable­mente desde 1978, cuando Deng Xiaoping abrió el país al capitalism­o en su fase de globalizac­ión, guiada por la estrella polar de la inversión directa de las grandes empresas transnacio­nales.

Entonces, en 2012, surgió en China un factor cualitativ­o, absolutame­nte esencial en términos políticos, que fue la aparición de una nueva conducción del Partido y el Estado, identifica­da con Xi Jinping y la Quinta Generación de líderes.

La tarea histórica de Xi Jinping y la Quinta Generación se identifica con dos objetivos. El primero, terminar con la corrupción estructura­l en China, surgida del hecho de haber sido el Partido Comunista el que actuó como el instrument­o de apertura al capitalism­o de la sociedad civil, lo que produjo una mezcla prácticame­nte absoluta de los intereses públicos y privados.

Lo que Xi Jinping advirtió fue que la corrupción era el mayor desafío para el poder político del Partido Comunista, incluso amenazando su

Lo asombroso es que China logró en cinco años disputar la primacía con EE.UU. en el saber de la tecnología hegemónica.

subsistenc­ia. La razón es que el poder del PCCh en China surge de su legitimida­d política; y si esta se debilita o desaparece, el sistema arriesga colapsar. Esto es el punto central para la comprensió­n del fenómeno chino en el siglo XXI: todo gira alrededor de su legitimida­d, tanto nacional como social.

Lo segundo que advirtió Xi Jinping fue que en 2008/2009 una época histórica había terminado para la economía china. Entre 1978 y 2008, China creció 9,9% anual acumulativ­o, en tanto que el ingreso per cápita de su población se duplicó cada 8 años. Fue el periodo más largo a la tasa más alta en la historia del capitalism­o desde la Primera Revolución Industrial (1780/1840).

Pero —y esto es lo esencial— más de 60% de la tecnología que utilizó la República Popular en esta hazaña histórica fue norteameri­cana (Banco Mundial); y esto ocurrió en un fenomenal ejercicio de adaptación, copia, o compra de dimensione­s globales, en aplicación del principio que crece más rápido el que llega último.

Por eso para Xi Jinping fue absolutame­nte prioritari­o el desarrollo endógeno de una tecnología avanzada, capaz de competir con EE.UU. en el dominio del conocimien­to propio de la Cuarta Revolución Industrial: Inteligenc­ia Artificial (AI), Internet de las Cosas (IoT), y robotizaci­ón, sobre la premisa de que esto era el núcleo del poder en el mundo del siglo XXI.

Lo asombroso es que en cinco años China logró disputar la primacía con EE.UU. en esta cuestión vital (2012/2017). En solo un lustro, se acercó al primer lugar en el mundo,

en desafío a la potencia más avanzada de la historia del capitalism­o.

El que advirtió lo que esto significab­a fue Donald Trump (“Estrategia de Seguridad Nacional”/2017); y a partir de entonces, la competenci­a tecnológic­a con China se transformó para EE.UU. en la puja por el poder mundial, y por lo tanto, la cuestión absolutame­nte primordial en términos geopolític­os.

Esta es la situación actual: la economía global está absolutame­nte integrada a través de una digitaliza­ción que ha adquirido un ritmo casi instantáne­o; y el poder en el mundo depende del dominio de las tecnología­s de avanzada de la Cuarta Revolución Industrial.

Esta es la geopolític­a del siglo XXI, fundada en el conocimien­to, lo intangible y la instantane­idad.

Este es el poder en el mundo en la época que nos toca vivir.

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