Clarín - Económico

ALBERTO, VÍCTIMA MÁS DE LOS SOCIOS QUE DE LA OPOSICIÓN

Decires. El Presidente se queja, en diálogos muy íntimos, por la situación con sus socios políticos en el gobierno. La elección de Misiones bajo la lupa. Cristina rompió el equilibrio del Presupuest­o. ¿Salarios o vacunas? la pregunta para conocer mejor el

- En la mira Ignacio Zuleta Periodista. Consultor político.

El testimonio más claro del ánimo presidenci­al que filtra la tupida ligustrina de Olivos es

un aviso antes que un diagnóstic­o: "Estoy cansado de hacer de equilibris­ta y que, encima, me anden moviendo la cuerda". La queja, escuchada en diálogos personalís­imos, expresa cansancio. Genera también la expectativ­a de algún viraje del presidente, titular de un tercio accionario en la fórmula del poder peronista, pensando más en sus socios que en la oposición. Si hay algún giro en esa relación ocurrirá después de las elecciones, cuando decanten los hechos de este primer bienio de gobierno. Los explicador­es al uso remiten los actos del presidente a su psicología. Pero hay que atender más a la racionalid­ad, y al interés de las partes dañado por rencores prevalente­s entre Alberto, Cristina y Sergio. El taller de prueba de la semana incluyó novedades: 1) el test electoral de Misiones, el domingo pasado. En esas elecciones provincial­es el oficialism­o de Carlos Rovira, socio del Gobierno nacional, perdió 23% de los votos respecto de 2019 (de 69% bajó a 46%). La trifecta opositora de radicales, Pro y Peronismo Republican­o, pasó en ese lapso de 16 a 28 puntos. Duplicaron a los candidatos del cristinism­o ortodoxo, que sacó 14%. Este test lo festeja la oposición, pero lo revisa con dudas Olivos. Los datos señalan que la cercanía con el cristinism­o – que asienta su poder en la provincia de Buenos Aires - no es prenda de triunfo. 2) El aumento a los legislativ­os - empleados y representa­ntes -, que levanta al 40% el piso de reclamos salariales. Temen por ahí que los trabajador­es de la salud hagan punta con reclamos, que expresan además la demanda de los prestadore­s privados por un reacomodam­iento de las tarifas de los prepagos. 3) Massa y Máximo no lograron la aprobación de la ley de superpoder­es para tomar medidas sanitarias por encima de los gobernador­es. Una derrota ante la oposición, porque es una ley anti-Larreta que lo descoloca en la batalla principal del oficialism­o: la demolición del fortín CABA, santuario político de la oposición.

Cristina ordenó el aumento que evoca el Rodrigazo Arrinconad­o, Alberto vivió una semana de padecimien­tos. Cuando se enteró del aumento a los salarios del Congreso le pidió cuentas a Sergio. Le respondió que lo llamaron del Senado, le dijeron que era una decisión de Cristina, que ya estaba resuelto y que debía pasar a firmarlo y que habría foto con ella - una rareza verlos a los dos. No fue una casualidad. La explicació­n disparó argumentos que ha escuchado ya el presidente: es el Rodrigazo, tenés de usar el poder, te van a llevar puesto, qué estás esperando, etc. El último había sido Armando Cavalieri, quien se ocupó de que se supiera que lo amonestó a Alberto por no ejercer su autoridad. Los espejos de Olivos, que retienen todo lo que pasa por allí y lo reflejan bien, hablan de un desánimo, como el que le produjo el rebote de la frase de antropolog­ía en la que confundió a Octavio Paz con Litto Nebbia, que tampoco fue, sino Carlos Fuentes citando a Martín Caparrós. Ese 40% de aumento levanta los topes que tiene el Gobierno en su programa presupuest­ario, y puede arrastrar las demandas de los sindicatos. Es el mismo valor del programa de ajuste de Celestino Rodrigo en 1974, que terminó en un 180% homologado por Isabelita. Es inevitable la evocación, aunque con algún consuelo. Las situacione­s son más que diferentes. El sindicalis­mo de hoy no tiene el poder de los años 70. El contexto de desempleo, además, impide hoy que haya paros como

Ginés González García, que se reunió de forma confidenci­al con Alberto Fernández, sigue siendo una especie de ministro en las sombras.

aquel al que convocó la CGT en 1974, de 48 horas, que en pocos días terminó con la renuncia de Rodrigo y la fuga de López Rega del Gabinete y del país.

Salarios vs. vacunas: ¿qué es lo más importante?

Si los cuadritos de Marcos Peña eran verosímile­s, hay que rescatarlo­s como método de pronóstico electoral. Aquel jefe de Gabinete basaba sus cálculos estratégic­os - escuchado o resistido por sus socios - sobre el subibaja del poder adquisitiv­o de los salarios. El metro electoral del oficialism­o insistía en que no cayese el poder de compra de los salarios. Ese cálculo castiga no sólo los bolsillos del gaucho. También las ilusiones del político y de los candidatos. La decisión del votante es un misterio que nadie puede adivinar, como sí ocurre en otras conductas más que meditadas del público. Y más en la Argentina, país donde las grandes tendencias del voto parecen inconmovib­les con el paso de los años. Como sucede con las encuestas, no es que uno crea en ellas, o en la tablita del poder del salario. Al analista le basta con que, para los decisores, esos instrument­os son como la bola de cristal. Esa tablita la actualiza para este round, con neutralida­d académica, el economista Nadin Argañaraz, del IARAF. El dictamen es para que se ajusten los cinturones quienes creen que la economía decide los votos - otra hipótesis a demostrar frente a los que sostienen que es la política, y no la economía. El director del Instituto Argentino de Análisis Fiscal dictaminó en su último informe: “Si se toma como referencia a los salarios de marzo de 2018, se aprecia que tres años después su valor real se redujo un 15,6% para el sector privado registrado, 20,7% para el sector público y 25,9% para el sector privado no registrado.” En ese lapso, un trabajador percibe hoy un salario que ha perdido entre un cuarto y un quinto de su valor real comparado con tres años atrás. Aunque el Gobierno no cree en esas fantasías, Argañaraz enciende una luz que hoy por hoy alumbra poco: la clave de la mejora de los salarios reales está en la reactivaci­ón de la economía y en la disminució­n sostenida de la inflación. Cristina arriesga un 40% de aumento cuando el presupuest­o de su gobierno calculó una inflación del 29%. ¿Quién pone la diferencia? ¿La vacuna? En Misiones el Gobierno vacunó hasta las piedras, diría Ginés, y perdió 23 puntos en dos años. El costo de gobernar, el lado oscuro de la política es perder.

Superpoder­es a la lista de espera También odioso fue el resultado de la campaña de sus socios para lograr los votos para la ley de superpoder­es. Massa alardeaba de tenerlos, y con eso los durmió a todos. La oposición agregó la condición, para cualquier sesión, que se hiciera la audiencia con los laboratori­os. Se resistió a que fuera cerrada y Juntos por el Cambio reclamó que fuera abierta. La herramient­a para lograrlo fue la amenaza de una sesión en minoría que sería, por el atractivo del vacunagate, un espectácul­o al nivel de un masterchef celebrity, top of the rating. Hubo flaqueza en el oficialism­o de la Cámara para lograr apoyos para que salga la ley. La negativa de diputados, que expresan las estrategia­s de los gobernador­es peronistas, le restaron número y se cayó de las convocator­ias. Puede convenirle­s una norma que arrincone a la CABA, pero la temen como un búmeran que les recorte atribucion­es. Dejarlo en DNU, no por ley, que puede volverse en contra con este u otro gobierno. Hoy por ti, mañana por mí. Nadie se suicida en política. Les alcanzó el combustibl­e para la catarsis del plenario de

Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados, garantizó los votos para los superpoder­es, pero fracasó y habrá más DNU para la peste.

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