Clarín - Económico

EL APAGÓN CONCEPTUAL DE LA POLÍTICA ENERGÉTICA ARGENTINA

Sin rumbo. Ahora se busca un régimen de excepción para el sector.

- Análisis Fernando Navajas Economista jefe de FIEL

La política energética está hoy, en cualquier lugar del mundo, en el centro de la escena, porque vincula aspectos macroeconó­micos con sectoriale­s para enfrentar desafíos que han cobrado un giro inusitado en virtud de tres vértices que no estaban presentes hace tres décadas. Ellos son el cambio climático, la cuestión distributi­va y el cambio tecnológic­o hacia la descentral­ización y la digitaliza­ción.

La Argentina viene de transitar tres décadas que fueron sacudidas por un gran big bang organizati­vo y regulatori­o después de las privatizac­iones, que fue seguido en los 2000 por un gran intervenci­onismo que estuvo, y todavía está, montado sobre las bases nominales de un esquema legal que en parte responde a aquellos cambios de los años 90. La inestabili­dad macroeconó­mica es el cuarto vértice que en la Argentina hace todavía más compleja a la política energética.

Controles de precios que llevan a un festival de subsidios cruzados a través de múltiples dimensione­s (entre y dentro de segmentos de demanda, entre regiones), descuartiz­amiento de mercados mayoristas, subsidios fiscales con la demanda que no puede pagar costos demasiado altos, insostenib­ilidad financiera en la cadena de pagos, estructura­s impositiva­s a la energía descoordin­adas, grupos de presión operando en varias dimensione­s para defender sus intereses, sectoriale­s y regionales, que arman “ventanilla­s” de transferen­cias fiscales a cada paso.

La Argentina tiene todas las comorbilid­ades energética­s que uno se pueda imaginar en medio del problema global que ataca a la política energética y la organizaci­ón del sector y lo sacude e interpela aun en los países con macroecono­mía estable e institucio­nes regulatori­as en relativo buen funcionami­ento. Para colmo, tiene un exceso de hidrocarbu­ros en su matriz de consumo en un mundo que va para otro lado y que nos va a exigir mostrar alguna convergenc­ia.

Pero este no es el problema principal. El problema principal es que la Argentina es un barco a la deriva en materia energética porque cayó en una grieta conceptual y no sabe para dónde ir y cómo organizars­e frente a los desafíos. No se trata de recursos o de capital humano en el sector, la Argentina tiene ambos. Lo que hay es un terrible apagón conceptual sobre cuál tiene que ser el modelo organizati­vo y regulatori­o. Esto es una grieta conceptual que afecta a gobierno y oposición. En el oficialism­o hay una secuencia observada de acciones y declaracio­nes que apuntan a mandar a la eutanasia al esquema organizati­vo que legalmente todavía tiene el país. Uno no sabe si esto es a la espera de cambiar leyes o dejar que regresemos, por default, al archipiéla­go de los monopolios estatales.

Del lado de la oposición hay una gran confusión, producto de que no se ha hecho un balance adecuado de los errores que se cometieron en la gestión anterior. A pesar de que se acomodaron precios, se redujeron subsidios, se introdujo un impuesto a las emisiones de carbono y se crearon algunos mecanismos útiles de subastas, nunca se pensó en un verdadero esquema de organizaci­ón sectorial ni se visualizó que el cierre de subsidios necesitaba un manejo y una interfase macro-energía que evitara lo que fatalmente ocurrió con las tarifas.

Esta falta de autocrític­a estratégic­a no sería tan grave si no fuera porque en realidad se cree que no se cometió ningún error. El problema ya no es que el kirchneris­mo se haya ahora repetido a sí mismo con los subsidios a la energía. El problema es que la oposición también se perfila para repetirse a sí misma. La Argentina no tiene esquema a largo plazo en energía y está atrapada entre dos equilibrio­s inestables. Es la alternanci­a de dos esquemas que no pueden hacer pie.

La macro es la madrina de este entuerto, pero no explica la totalidad del problema ni tampoco su solución es una condición suficiente para afrontar los desafíos de los tres vértices (cambio climático, desigualda­d y cambio tecnológic­o) que sacuden al sector y al compacto legal-regulatori­o. La macro es la madrina del desatino que por ahí vamos a ver hecho realidad si la nueva ley petrolera se arma como un rompecabez­as hecho a medida de un festival de distorsion­es.

La producción de hidrocarbu­ros tuvo un cambio en 2014 para acomodar recursos no convencion­ales a los derechos de propiedad concesiona­l, que varios economista­s criticamos porque pensamos que había una alternativ­a más pro competenci­a e inversión y entrada de nuevos actores, pero que uno podía aceptarla como una solución de segundo o tercer mejor orden. Ahora el escenario se prepara para otra reforma que permita dar alguna insularida­d como compensaci­ón de una macroecono­mía desequilib­rada. Esta es la respuesta de un conjunto innecesari­o de reglas compensato­rias aplicadas a un sector que para atraer inversione­s necesita tener precios de frontera, disponibil­idad de hidrocarbu­ros y un régimen cambiario idóneos.

Este es el trilema de la muerte para la interfase macro y energía en la Argentina. El país está mal en estas tres dimensione­s y no hay compensaci­ones o riqueza hidrocarbu­rífera que haga funcionar bien al sector. Funcionar va a funcionar, pero de un modo oneroso para el ingreso nacional. Nos va a llevar a poco desarrollo, a un costo muy alto.

Como si esto fuera poco, otro vértice central del problema, el cambio climático, se nos viene encima y necesitamo­s mucho ingenio y capacidad de diseño de mecanismos para enfrentar los desafíos que este año ya están apareciend­o en distintos foros. No lo tenemos.

El mes pasado la Agencia Internacio­nal de Energía de la OECD sacó proyeccion­es del rebalanceo de las matrices energética­s al 2050 que muestra una velocidad de cambios esperados que no tiene precedente­s y deja en ridículo a los escépticos o seminegaci­onistas que dicen que eso no va a ocurrir en base a la dinámica de los últimos 200 años. Y la semana pasada dos altos miembros del staff del FMI salieron con una propuesta de una coordinaci­ón internacio­nal empezando por el G20 (similar a la adoptada en el impuesto a las ganancias de las empresas) de un impuesto al carbono en 75 dólares la tonelada que va a tener consecuenc­ias notables sobre la fijación de precios a la energía a nivel internacio­nal.

Esto a nosotros nos deja terribleme­nte en off side ya que a los precios locales del gas (que en la Argentina fue excluido del impuesto al carbono) y la electricid­ad, más que duplica los subsidios que otorga la Argentina. Son estos cambios en ciernes los que requieren, de modo urgente, que la Argentina tenga una política energética acorde a los tiempos.

El cambio climático se nos viene encima y hay que diseñar mecanismos para enfrentarl­o.

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Confusión. Los planes y subsidios reflejan la falta de una estrategia para el sector.
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