Clarín - Económico

Pavarotti, el artista que cambió el negocio de la música clásica

Novedoso. Pasó su infancia en medio de la guerra. Dejó una herencia millonaria. Notable cantante lírico, alcanzó la categoría de un rockstar y un arte notable.

- Luis Vinker lvinker@clarin.com

Se afirmó en los 70 y su popularida­d definitiva llegó con el concierto en el Mundial de Italia en 1990.

Aunque a los amantes de la ópera los últimos tiempos de Luciano Pavarotti podían provocarle­s dudas, o hasta un cierto desencanto, la reciente difusión del documental firmado por Ron Howard segurament­e les devolverá la antigua pasión. La infancia de Big Luciano en medio de las bombas y las masacres de la Segunda Guerra Mundial, sus triunfos en las principale­s salas del mundo, sus conflictos y sus romances, su angustia y su carisma, la relación con los managers y con el público, su identifica­ción con personajes como Bono y Lady Di, su obra solidaria y un doloroso final desfilan durante dos horas, como un retrato del primer cantante lírico —y tal vez único hasta hoy— que alcanzó la categoría de un “rock star”.

“Me interesaba mucho la idea de explorar el mundo de la ópera a través del punto de vista de Pavarotti y conocer cómo era su figura. Sobre todo, cómo consiguió llevar la ópera hasta el más alto nivel”, señaló Howard, el celebrado director de Una mente brillante, Nixon vs. Frost y El Código Da Vinci, cuyo antecedent­e inmediato a este tipo de documental­es sobre la música fue The Beatles: Eight Days a Week.

A nivel de estrellas que trascendie­ron el ambiente de la clásica, la medida de Pavarotti solo podrían darla uno de sus ídolos, Enrico Caruso, un siglo atrás, o Maria Callas, más cercana a nuestro tiempo. Pero la expansión del negocio musical, la influencia de los nuevos medios y el management llevaron a Pavarotti hasta otra dimensión, al único capaz no solo de compartir escenarios, sino de gozar de la popularida­d (y las ganancias) de una estrella de rock.

Pavarotti falleció el 6 de septiembre de 2007, víctima de un cáncer de páncreas. Tenía 72 años. Su testamento, estudiado y negociado en los meses siguientes y finalmente acordado entre las partes, abarcaba propiedade­s, millonario­s derechos de grabación y reliquias como sus trajes de escena (“no cuantifica­bles”, según los peritos). La valuaron en 100 millones de dólares, aunque también acumulaba unos 20 millones de dólares en deudas, principalm­ente con el fisco italiano. Ya a principios de siglo, Pavarotti afrontó reclamos del fisco, que fue saldando. “Yo gano dinero en el exterior y lo traigo a Italia. No creo que sea justo que me juzguen mal por esto. No me siento un evasor fiscal", señaló aquella vez.

La mitad de esa herencia quedó para su 2° mujer, Lorena Mantovani, mientras que la otra correspond­ió a sus cuatro hijas: Lorena, Cristina y Giuliana, del primer matrimonio con Adua Verona, y Alice, del segundo. Se repartiero­n, entre aquellas propiedade­s, la finca de Módena, la imponente villa en las colinas de Pesaro y la residencia oficial de Pavarotti sobre el Boulevard Princesa Charlotte, en Montecarlo, donde tenía su colección de arte. Pavarotti también poseía 10 departamen­tos en Módena y tres en Nueva York.

Pavarotti, cuyo debut registrado en la ópera remite al papel de “Rodolfo” en La Bohéme a comienzos de los 60, se afirmó como la mayor estrella de la música clásica a partir de la década del 70. Pero sus ganancias treparon a otra escala a partir de la serie de conciertos de los Tres Tenores, aquella idea que motorizó su manager Tibo Rudas y que lo unió por más de una década y en varias giras con sus colegas Plácido Domingo y José Carreras. El debut, con la batuta de Zubin Mehta, ocurrió durante el Mundial de Fútbol Italia 90, con el inolvidabl­e concierto junto a las Termas de Caracalla. Fue pocas horas antes de que las seleccione­s de la Argentina, liderada por Diego Maradona, y Alemania se enfrentara­n por el título en el Estadio Olímpico de Roma. Las coraje de utilizar para intentar cambiar el mundo. Intentó democratiz­ar la ópera, la llevó a países como China. Lo que consiguió junto a los Tres Tenores nunca se vio y, tal vez, nunca más se verá”, sintetizó Howard.

Su obra solidaria abarcó desde Camboya y el Tibet hasta Guatemala, los ya famosos conciertos en Módena a beneficio de las víctimas de la guerra en la ex Yugoslavia, la promoción de concursos entre jóvenes cantantes. Parte de la recaudació­n en los ciclos de los Tres Tenores se destinó a las organizaci­ones de lucha contra la leucemia, de la cual emergió José Carreras. “Luciano grabó muchos discos para ayudar a personas con dificultad­es y para reunir fondos para las víctimas de la guerra, porque él mismo fue un niño de la guerra. Cantar junto a otros le ayudó a sobrelleva­r esto”, contó su viuda.

Bono, Eric Clapton, Sting, Steve Wonder, entre otros, se le sumaron en aquellas gestas. «Su voz te tocaba muy dentro, te llegaba, porque Luciano hablaba desde el corazón. Y eso lo intentó aprovechar para llevar la ópera a todo el mundo. Me contaba que cuando él era niño, la gente cantaba ópera en la calle y que muchos sonreían gracias a eso. Por eso quiso que en todo el planeta conocieran y amaran el género, por lo que la ópera era capaz de conseguir”, agregó.

Fortunas, repercusio­nes mediáticas o algún escándalo, son parte de la inserción de Pavarotti en el “star system”. Mucho más valioso, y a medida que transcurre el tiempo se hace nítido, es su verdadero legado, su arte incomparab­le, el que regaló en decenas, centenares, de funciones de Turandot, Rigoletto, La Hija del Regimiento y otras de las obras maestras del canto lírico.

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El gran Luciano. Se consagró en las principale­s salas líricas y luego, con Carreras y Domingo, convocaron multitudes como “Los Tres Tenores”.

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