Clarín - Económico

EL ACUERDO DE CHINA Y ARABIA SAUDITA ANTICIPA UN NUEVO ORDEN GLOBAL

- Jorge Castro Analista internacio­nal

En los últimos 20 años la inversión de China en Arabia Saudita superó US$106.500 millones, por encima de EE.UU., y ahora se prevé, después del viaje del presidente Xi Jinping, que se duplicará en los próximos 5 años. La inversión de la República Popular es seguida por la de Kuwait (US$97.600 millones) y la de Emiratos Árabes Unidos/EAU (US$46.000 millones).

La caracterís­tica peculiar de la inversión norteameri­cana es que prácticame­nte en su totalidad (más de 90%) se ha realizado en la industria petrolera, encabezada por sus 5 grandes compañías transnacio­nales, en primer lugar Chevron (que es la antigua Standard Oil fundada por John D. Rockefelle­r), en tanto que la de la República Popular es notablemen­te diversific­ada, y abarca incluso la actividad industrial y la alta tecnología de las telecomuni­caciones.

En el reciente viaje del presidente Xi Jinping a Riyad se firmó un acuerdo de inversión en la industria automotriz, en que la principal fabricante de automóvile­s eléctricos de la República Popular, “Enovate Motors”, establecer­á una planta ultramoder­na capaz de producir más de 100.000 vehículos por año, con una inversión inicial de US$15.000 millones, que comenzará a operar en 2024.

A esto hay que agregarle lo pactado con Huawei —la mayor empresa de equipos de alta tecnología de la República Popular, y líder en el sistema 5G del mundo— que proveerá una red de Internet móvil que se desplegará en “la nube” o “cloud computing”, y que abarcará todo el territorio saudita.

El sistema de Internet móvil de Huawei será de ultraveloc­idad (10 Gbps, o más) y de última generación tecnológic­a, que estará en pleno funcionami­ento en los próximos 5 años.

China carece de inversione­s petroleras en el reino saudita, pero es el principal mercado para sus exportacio­nes de crudo (US$33.400 millones en 2020); y por esta vía se ha convertido en su principal socio comercial en los últimos 10 años.

Históricam­ente, Arabia Saudita fue desde la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis financiera internacio­nal de 2008/2009 la principal proveedora de petróleo tanto de Europa como de EE.UU.; y a esta condición se sumaron con posteriori­dad el resto de los países petroleros del Golfo, encabezado­s por Kuwait, Emiratos Árabes y Bahrein.

EE.UU. pagaba US$4 por cada barril

La inversión china en Arabia Saudita superó a la de Estados Unidos, es más diversific­ada e incluye tecnología de vanguardia.

La República Popular, sin inversione­s petroleras en el país, es la principal cliente mundial del crudo saudí.

de petróleo saudita — el crudo del Reino es el más barato del mundo—; y como contrapres­tación otorgaba absoluta seguridad, tanto interna como internacio­nal, a Saudi Arabia.

En los últimos 10 años el petróleo saudita, esencialme­nte explotado por la compañía estatal Aramco, la mayor empresa petrolera del mundo, se volcó al Asia, con eje en China, en una tendencia que se acrecienta cada vez más, y que revela el nuevo eje del equilibrio geopolític­o mundial.

El presidente Xi Jinping y el príncipe de la corona Mohammed bin Salmán suscribier­on un acuerdo de cooperació­n estratégic­a entre los dos países, en el que se compromete­n a realizar una revisión constante de la política mundial, con entrevista­s entre los dos líderes de carácter bianual, una en Riyad, y otra en Beijing.

El viaje del líder chino a Riyad incluyó una visita de estado al Reino Saudita, así como una reunión con todas los integrante­s del Consejo de Cooperació­n para los Estados Árabes del Golfo: Bahrein, Kuwait, Omán, Catar, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita.

La presencia en Riyad del líder de la República Popular implica que se ha adelantado el surgimient­o de un nuevo orden global provocado por la Guerra de Ucrania; y este nuevo orden tiene necesariam­ente un carácter multilater­al, cuyo eje está colocado por necesidad en Asia, y primordial­mente en China.

Lo que está en marcha es un giro irreversib­le y sistémico de la política internacio­nal, que tiene a China y Arabia Saudita como protagonis­tas fundamenta­les de lo que se avecina.

Xi Jinping y el príncipe bin Salmán describier­on su acuerdo estratégic­o de largo plazo como un “diálogo de civilizaci­ones” y colocaron el punto inicial de este encuentro en la “Ruta de la Seda” inaugurada en el 1200 por Marco Polo.

Es evidente que la Guerra de Ucrania ha fortalecid­o notablemen­te a Arabia Saudita en su condición de gran país petrolero, y esta fortaleza está unida a una recuperaci­ón de su total autonomía estratégic­a frente a EE.UU.

El Reino de Arabia Saudita dispone este año de un superávit fiscal de US$27.000 millones, que se amplía 8,5% anual en los últimos 3 años; y esto sucede cuando sus ingresos provenient­es de sus exportacio­nes petroleras superaron US$300.000 millones en 2022 debido al precio récord de la energía provocada por el efecto combinado de la Guerra de Ucrania y de las sanciones impuestas a Rusia por Estados Unidos y la Unión Europea (UE).

La prioridad absoluta establecid­a por el príncipe Mohammed bin Salmán en 2020 consiste en diversific­ar la economía saudita, alejándola de la monodepend­encia de la producción petrolera; y para eso el acuerdo estratégic­o con China resulta esencial.

“La política no es otra cosa que conducir lo inevitable”, dijo el general De Gaulle, el gran estratega francés especialis­ta en los puntos de inflexión que modifican la historia del mundo, como el surgido la semana pasada del encuentro de Xi Jinping y el príncipe Mohammed bin Salmán.

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