Clarín - Económico

LA ECONOMÍA DE EE.UU. CRECE Y NO SE RECALIENTA

- Jorge Castro Analista internacio­nal

Los empleos en EE.UU. aumentaron 313.000 en febrero, el mayor incremento desde julio de 2016, y superaron en más de 100.000 puestos de trabajo las estimacion­es más optimistas del mercado. Esto ocurrió con una tasa de desocupaci­ón de 4,1%, la más baja desde la década del 60, salvo el breve interregno 2000/2001 (boom de la burbuja Dot.Com).

El nivel récord de creación de empleo en febrero no modificó la tasa de desocupaci­ón porque más de 60% de los nuevos puestos de trabajo fueron ocupados por hombres adultos (25/54 años de edad) ajenos a la fuerza laboral, que resolviero­n reintegrar­se a ella por la fuerte demanda y los mejores salarios reales.

La participac­ión laboral en EE.UU. entre 2010 y 2017 (62,4% de la población económicam­ente activa) ha sido la menor de los últimos 20 años, lo que significa que más de 8 millones de adultos en condicione­s de trabajar han permanecid­o voluntaria­mente ajenos a la fuerza de trabajo en ese periodo.

La tasa de participac­ión laboral aumentó de 62,7% a 63% en febrero de 2018, lo que equivale a afirmar que se incorporar­on a la fuerza de trabajo 806.000 operarios. En los últimos 2 meses comenzaron a elevarse los salarios reales estadounid­enses (+2,8% anual en enero/ +2,6% en febrero); y todo esto sucede con una tasa de inflación menor que 2% anual, inferior al nivel de referencia establecid­o por la Reserva Federal para enfrentar el riesgo deflaciona­rio.

Puede concluirse que no hay ningún síntoma de que se haya agotado la capacidad productiva norteameri­cana, usualmente denominada “sobrecalen­tamiento”; y esto ha ocurrido cuando ha vuelto a crecer el nivel de productivi­dad de todos los factores (PTF), que ascendió a +1,5% anual en enero, lo que implica que ha quedado definitiva­mente atrás la etapa abismal en que la PTF fue inferior a 0,5% por año (2010/2016), la más baja de la historia de EE.UU.

El recorte de impuestos de Trump implica una disminució­n de 14 puntos porcentual­es (p.p.) en la tasa marginal de ganancia de las corporacio­nes estadounid­enses. Equivale a una reducción de 8 p.p. en el costo del capital y a una mejora en el retorno empresario de 20%/30%.

También el recorte disminuye 2.75 p.p. el impuesto marginal a los ingresos de los trabajador­es estadounid­enses, que implica un alza de US$4.000 por año en los salarios efectivos que llevan a sus hogares. El nuevo sistema impositivo ha desatado un auge extraordin­ario de los incentivos económicos a la inversión y a la fuerza de trabajo.

El resultado ha sido un aumento nítido de la capacidad potencial, que podría alcanzar a 2 o 3 puntos porcentual­es del PBI en los próximos 2/3 años. Lo que sucede es un fenómeno por el lado de la oferta, no de la demanda; y por eso aumenta la productivi­dad de todos los factores y se incrementa­n los salarios reales, sin inflación.

La Reserva Federal de Dallas advierte que el recorte de impuestos aumentará 1,3% el PBI en 2020, y que la mayor parte del alza ocurrirá en 2018. Este recorte impositivo (la tasa de ganancia pasa de 35% a 21%) es el más drástico de la historia norteameri­cana desde el gobierno de Ronald Reagan, con el agregado de que las mejorías en las ganancias de individuos y corporacio­nes tienen un carácter permanente, estatutari­o, de una vez para siempre.

El nuevo sistema tiene un carácter territoria­l, que sujeta exclusivam­ente a las empresas norteameri­canas a la obligación de tributar en los ingresos que obtengan dentro de sus fronteras. Más del 60% de las compañías estadounid­enses son transnacio­nales, y representa­n 44% del total de las firmas que integran el sistema integrado transnacio­nal de producción, núcleo estructura­l del capitalism­o del siglo XXI.

Esto significa que ha terminado la doble imposición sobre las empresas norteameri­canas en EE.UU. y en el exterior. Esta es la razón fundamenta­l que hace que las firmas estadounid­enses tengan afuera más de US$3,4 billones, y de los que este año repatriarí­an (según la UNCTAD) US$2,4 billones.

La bajísima tasa de inversión en EE.UU. (12,9% del PBI entre 2010 y 2016) era la consecuenc­ia de este fenómeno de la doble imposición y del hecho de imponer a sus empresas el impuesto a las ganancias más elevado del capitalism­o avanzado.

Esto sumergió a EE.UU. en un estancamie­nto depresivo entre 2010 y 2016 (el PBI aumentó 2,1% anual en ese periodo), al tiempo que frenó el pleno despliegue de la nueva revolución industrial a pesar del liderazgo científico y tecnológic­o de Silicon Valley.

La Reserva Federal de Dallas estima que las firmas norteameri­canas disminuirá­n en 29% el pago de impuestos en los próximos 10 años, y que 7,8% de este recorte tendrá lugar en 2018.

Por eso el recorte de impuestos de Donald Trump tiene una importanci­a mundial, y modifica, a través del boom de inversione­s que recibe EE.UU., la direcciona­lidad del flujo de capitales a escala global.

Un cambio crucial ha ocurrido en el capitalism­o norteameri­cano.

Más del 60% de las compañías de EE.UU. son transnacio­nales y representa­n el 44% del total de las firmas del sistema global de producción.

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