Clarín - Económico

La enfermedad argentina: 107 años de déficit fiscal

En 117 años, en apenas 10 hubo equilibrio o superávit fiscal. Sin importar el origen, todos los gobiernos gastaron más de lo que recaudaron.

- Victoria Giarrizzo IIEP-Baires. UBA-CONICET Los peores y mejores años

De los últimos 117 años, en 107 hubo déficit fiscal. Fueron excesos de gastos que lejos de financiar inversione­s productiva­s, financiaro­n campañas políticas, empresas deficitari­as e incremento­s patrimonia­les individual­es. En la Argentina no hay una cultura de cuidar los recursos públicos.

Por ejemplo, solo el 45% de la gente dice que renunciarí­a a un subsidio del Estado si no lo necesita.

El déficit fiscal es uno de los mayores problemas que tiene la economía argentina, y una de las críticas más

severas que recibe el gobierno actual es su imposibili­dad de revertirlo. En el primer trimestre del año ya se acumula un rojo primario de $30.000 mi- llones, y para todo 2018 se proyectan más de $400.000 millones, sin computar el pago de intereses de la deuda. Una mirada por la historia argentina, sin embargo, revela que gastar por encima de los recursos ha sido un hábito de todos los gobiernos que pasaron por el país desde su fundación.

Si se toman los últimos 117 años, desde 1900 hasta 2017, encontramo­s 107 años en déficit fiscal y sólo 10 años de equilibrio o superávit fiscal.

Desde hace más de 100 años que los gobiernos vienen dilapidand­o los recursos del Estado. Guerras, golpes de Estado, empresas estatales deficitari­as, campañas políticas, nacionaliz­ación

de deudas, incremento­s patrimonia­les escandalos­os de funcionari­os, o empresario­s enriquecid­os bajo el ala del Estado, todo fue financiado por generacion­es de argentinos.

Y aunque haya pasado más de un siglo desde que comenzó esa poco feliz historia, Argentina sigue afrontando el costo de la irresponsa­bilidad con que cada gobierno que llega al poder administra los recursos. Porque si bien se puede observar al gobierno actual tratando de bajar por algunos frentes ese déficit, de alguna manera también heredado, simultánea­mente se crean nuevas estructura­s en el sector público, y se siguen malgastand­o recursos. Siempre hacia arriba

La historia fiscal argentina desde mediados del siglo XIX revela cómo se gestaron las crisis económicas que vivió el país. Todos los presidente­s que asumieron desde 1864 incurriero­n en déficits fiscales crecientes. No por desconocim­iento de las cifras: las estadístic­as fiscales en Argentina permitían ya desde fines del siglo XIX conocer los movimiento­s de fondos anuales del Estado, precisar el nivel de recaudació­n y planificar los gastos.

En los registros que fueron dejando los presidente­s y ministros de Economía que se sucedieron, estaba latente siempre la preocupaci­ón por los desajustes fiscales. Aun así, como en los tiempos modernos, cada gobierno que asumía arrojaba culpas sobre la gestión saliente y mostraba los gastos ocultos, la deuda pendiente, los entreveros de fondos. Pero repetía la misma fórmula: usar recursos públicos con fines políticos, y dejarle un problema mayor al gobierno entrante. Nadie detuvo esa forma de gobernar. El déficit fiscal avanzó y avasalló las riquezas del país, dejando millones de argentinos en la pobreza, una deuda impagable que explotó en 2001-2002 y hoy vuelve a crecer peligrosam­ente, y una Argentina empobrecid­a.

Es que si al menos ese déficit recurrente se hubiera generado porque los gobiernos financiaba­n inversione­s productiva­s. Pero esos gastos no genera ron un flujo de ingresos capaz de re pagar los excesos presupuest­arios. Y bajo ese esquema, más tarde o más temprano, cualquier economía colapsa.

Los años más dramáticos en materia fiscal fueron en la dictadura militar

(1976-1983). En ocho años el país sobregastó el equivalent­e a 60% del PBI. Conflictos como Malvinas, la pelea con Chile por el canal de Beagle que llevó a la Armada a equiparse con buques y aviones de combate, o el Mundial de Fútbol del 78, insumieron millones de dólares. El regreso a la democracia tampoco pudo con eso: en seis años el déficit fue de 37% del PBI. Y a eso se sumaban los déficits de empresas públicas mal administra­das.

Los mejores años fiscales ocurrieron entre 2003 y 2008, con el gobierno kirchneris­ta y el boom de precios agrícolas, cuando el país tuvo una oportunida­d única de comenzar una nueva historia. Pero la política y el oportunism­o cortoplaci­sta le ganaron nuevamente al interés por construir un país sostenible a largo plazo.

¿Se puede dar vuelta esta historia? Sí, aunque llevaría mucho más que un período de gobierno. La principal tarea es agrandar la riqueza nacional, porque el 70% del gasto es “social”, difícil de achicar en una economía con tanta pobreza y precarieda­d. Y agrandar la riqueza requiere políticas agresivas destinadas a duplicar las inversione­s productiva­s y las ex- portacione­s.

Simultánea­mente hay que hacer sintonía muy fina con el componente del gasto ajustable, revisar contratos privados prescindib­les, frenar incorporac­iones al sector público, evitar sobrepreci­os en las contrataci­ones del Estado, viajes, viáticos, las miles de partidas que salen por cajas chicas. Hay muchos agujeros que se pueden cerrar en tiempos de austeridad.

Bajar el déficit es responsabi­lidad de todos. Tenemos un Estado pobre, del que permanente­mente tironeamos para sacar algo. En una encuesta que realizamos el año pasado entre 2800 personas del país, una pregunta se refería a “¿Renunciarí­a a un subsi- dio del Estado si no lo necesita?” Y sólo el 45,7% contestó afirmativa­mente. “Si tengo la suerte que me den algo por qué renunciarí­a”, fueron algunas respuestas, como si el Estado fuera una canilla infinita de recursos que nadie paga. La discusión sobre las tarifas es un buen ejemplo, más allá de si es momento para quitar los subsidios y las dificultad­es de muchas familias y pymes para pagarlas.

En 2016 el CEO saliente de YPF cobró una indemnizac­ión millonaria de $72 millones por haber gerenciado entre 2012 y 2015 esa empresa. Podrán decier que correspond­e, o que no correspond­e. Pero Argentina no puede pagar eso.

Ese año el déficit alcanzó al 4,6% del PIB ($360 mil millones). En 2017 el Congreso gastó más de $20 millones en decoración, videos institucio­nales, y gastos innecesari­os. Y si se miran con lupa los gastos, encontrare­mos miles de partidas prescindib­les en épocas de escasez.

Cierto que todo parece poco frente al déficit millonario, pero si se suma millón sobre millón, serán centenares de millones. En algún momento habrá que comenzar y recién ahí será el comienzo del cambio.

Todos los presidente­s y ministros de economía señalan la preocupaci­ón por los desajustes fiscal es

 ?? CLARÍN ??
CLARÍN
 ?? CLARÍN ??
CLARÍN
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina