Clarín - Mujer

La vida no me alcanza

En este Día de la Madre, la cocinera y conductora cuenta cómo hace para sobrevivir a sus locales de comida, el programa en la tele, los siete hijos y su marido. Y a todo le pone mucha onda.

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Cómo la vi: Pura pilas, imparable, con una energía poco común.

¿Se festeja en tu casa el Día de la Madre? Sí. El día de la madre es un día donde hay muchas cosas de los chicos: hacen videos, dibujos, cartas. Lucía filma, pone música y hace efectos. Ellos lo pinchan a Berni por el regalo y van todos juntos a comprarlo, él sino no regala. Hay un reproche... Sí. A veces, en mi cumpleaños no me regala nada, No le da bola ni al regalo de él. Por ahí cuando le regalás algo te pregunta cuánto gastaste. Desde hace un par de años festejo mi cumpleaños con mis amigas. Contrato todo para hacer un spa en el horario en que los chicos están en el colegio. Hay maquillado­r, masajista, peinador. Nos ponemos las batas y la pasamos bomba. Chusmeamos como en la peluquería aunque las amigas sean de diferente grupos. Antes me parecía tenso mezclar a la gente de la tele con la del colegio. Era difícil. ¡Tienen que llevar regalo sí o sí! Me visten entera. Son súper regalos (risas). Este año no apareció el regalo de Berni... Dos reclamos al señor Bernardo Solá: que cumpla con los regalos de cumpleaños y del Día de la Madre. Hoy me hizo un planteo muy gracioso. Yo estaba tomando café y me llamaron de la producción. Cuando corté me dijo: “Hoy en tu vida lo más importante y número uno soy yo (risas). Número dos: tu producción, programa. Numero tres: los locales. Y le digo: “¿Y los chicos?”. Hoy pensaba que este pibe no tiene idea de lo que es ser ama de casa. ¡Creo que no sabe cuántos chicos tiene! Los chicos son buenos, se vive un clima lindo. Hay barullo, obvio. Vienen muchos a dormir. Es habitual. El se va al campo los martes a trabajar y vuelve los viernes gracias a Dios (risas). Ahí se desconecta. ¿Ese es el secreto de la pareja? Por supuesto. Tenés tu independen­cia, manejás tu vida. Yo soy súper independie­nte. Necesita ir al campo, por momentos no se aguanta ni él. ¿Sos muy paciente? Tengo una paciencia enorme. Tengo un par de chicos que están en la edad difícil. Están con el Ipad, el Candy Crush. Se puede caer la casa y siguen con eso. Yo amo ir al campo, no hay tecnología ahí. Es otra vida. Te impone otra cosa. Volvamos a los festejos. ¿Hay un montón de tortas en tus festejos?

Muchas. ¿Te divierte comer? Para mí la comida es un arte. Comer es como parte de un programa, con amigos, con la familia. Me gusta invitar. El alcohol me encanta, soy divertida. Una caipiriña, un champagne, un daikiri. Me gusta pasarla bien, divertirme, sacarle provecho. Antes salía con cualquiera, hoy ya no. En cambio Berni se prende con cualquier bondi que pasa (risas). Y mi hijo mayor, Agustín, le sigue los pasos. ¿Para tu mamá, que es un puntal en tu vida, habrá festejo? La re-homenajeo el Día de la Madre. Todos los domingos almorzamos con papá y mamá en casa y con quien venga, alguno de mis hermanos, amigos. Mi mamá es muy importante en mi vida, me encanta buscar algo que le guste. Siempre trato de regalarle un viaje o algo que sea importante. Me encanta mimarla. Soy la única mujer. Ella me re-mima a mí. ¿Cuánto tiene Inés, tu hijita menor? Un año y cuatro meses. Está durmiendo la siesta ahora. Estoy muerta de amor con ella. Juan Ignacio, que anda por acá, tiene tres. ¿Y Santiago? Está en primer grado. Es muy mimoso. Tuve algo

especial con él. El año que cambié a todos de colegio, él quedo solito en casa a la mañana. Yo tenía miedo porque él estaba acostumbra­do a ir con todos sus hermanos al colegio. Decidí mandarlo a la tarde porque ya no dormía siesta y se quedaba a la mañana conmigo. El otro día me dijo: “Mamá no sabés lo que me divertía jugar con vos a la mañana o mirar tele”. Yo iba con mis papeles al playroom y mientras él jugaba. Tuvimos mucha intimidad. Se armó algo fuerte. Me marcó que él me lo dijera. ¿Agustín, Luchi, Matías y Sofía? Están en el cole. Fueron más grupete entre ellos, son más seguidos. Santi tiene 6 y Sofi 8. Agus tiene re claro todo. Vivió muchas cosas, lindas y no tan lindas. Parece de 16 pero tiene 14. Pasó varios cambios de colegio. En el medio fue lo de Facu (N. de la R.: Su hijo Facundo murió cuando tenía seis meses por muerte súbita). Agus tenía 9, fue el único que fue al entierro. En ese momento, él estaba con psicopedag­oga y ella recomendó que fuera. Agus es un chico muy maduro que tuvo la capacidad de recibir a muchos hermanos. Es amoroso, está lleno de amigos. No parece el mismo nene que yo tenía de chiquito. Tiene una fuerza en su vida que llama la atención. A veces me descoloca. Busca su lugar. Para criarlos a todos hay que tener mucha ayuda, si además trabajas tanto. Sí. Más que nada tiene que ver con la casa, ellos no me dan laburo en el colegio, no se portan mal. Pero hoy los colegios demandan más. ¿Los actos, las reuniones? Eso es mortal para la cantidad de chicos que tenemos. Yo pongo el cuerpo, a Berni le cuesta más. Tiene una educación a la antigua, su papá vivía en el campo y él no está acostumbra­do a ocuparse de los colegios. Va porque los chicos se lo piden. Hoy todos los padres van y si vos no vas, hacés sentir mal a tu hijo. Hay que ir. Nos olvidamos de las notas en los cuadernos... A mí me deben tener compasión en los colegios (risas). A veces me olvido de las autorizaci­ones. Me pasan un montón de cosas durante el día. El otro día fue un día negro: había reservado el quincho del barrio en el que vivimos para la comida de fin de año. Pero a las 7 de la mañana fue una señora a señarlo... chau quincho. Al rato me llaman del colegio porque uno de los chicos se descompuso. Me fui al shopping a hacer el documento y se cayó el sistema. Yo le pongo el pecho, voy chocando. Casi todos los días son así. Pero le voy poniendo onda. ¿Quiénes son los que te bancan y te ayudan? A mamá le divierte ayudarme. Papá me mira los mails, me traduce recetas. Son secretario­s. En casa tengo unas chicas que me ayudan, son cuatro. Todas hacen todo. Y generamos un clima lindo. Dos o tres duermen en casa. La otra viene un día del fin de semana. Al súper voy o hago la compra telefónica. Tengo un chofer, Eduardo, y lo mando a Makro. Y una vez por semana doy clases de cocina en un colegio secundario en Ricardo Rojas, que hace ocho años sufrió muchos casos de abusos. Me lo puse al hombro. La idea es enseñarles a cocinar como una herramient­a para salir a la vida. Cuando Bernardo dice que él es la prioridad en tu vida, ¿qué es lo que quiere? Me pide bola. Es un hijo más. Quiere que esté más tiempo con él. Todos quieren a mamá en casa. Me chupan. Llego a la tarde y parece que volviera de un viaje a la China. Los vi a la mañana, les hice el desayuno, los vestí, hice las camas... ¿Con tanta gente en la casa tenés que hacer la cama? Soy así, me gusta ayudar a las chicas. Creo que vamos todos en equipo. Voy pasando por los baños, el que no tiró la cadena tiene que lavar los platos a la noche. ¿Y es franela Bernardo? Sí, y no es que yo no sea cariñosa, pero a veces no me da el cuero. La gente no entiende. La vida no me alcanza. Es complicado. El, es un tipo genial. Se ha amoldado a una vida mía que es sin parar. Doy lo que puedo. Me encanta estar con él, pero tengo mil cosas más. Cuando está en el campo, lo extraño. Me gusta estar con él, pasamos muchas cosas juntos. Nos hemos fortalecid­o en el amor con todo lo que vivimos. Cuando viene, me cuesta encontrar un lugar, pero lo hago. Si no, se viene abajo el circo. Hay que tratar de equilibrar las cosas.

“Es una medallita, tiene al angel de la guarda y el nombre de Facu. No me la saco nunca”.

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Día eterno. “Todos quieren a mamá en casa. Me chupan. Llego a la tarde y parece que volviera de un viaje a la China”.

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