Clarín - Mujer

Vuelta la burra al trigo

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Los primeros calores primaveral­es funcionaba­n en la mente de Caty –como en muchas otras mujeres- como una bomba de tiempo. Ahora el clima se mantenía en veinte grados, lo cual significab­a que en breve llegaría el verano y por ende se saldría a la calle con poca ropa, remeritas sueltas, jean y ¡Dios no lo permita, habría que ponerse bikini si uno se iba de vacaciones! Este pensamient­o le despertó a Caty tal ataque de ansiedad que reclutó a su gemela Carmen y a Kendra para ir a las clases de spinning. Kendra vio con muy buenos ojos ir a un gimnasio, porque 1), tenía que volver a entrar en mercado y su largo matrimonio la había dejado con unos kilos de más y 2), siempre podía conocer a un hombre interesant­e que, además, hiciera pesas. Respecto de lo primero Caty no opinó, y respecto de lo segundo prefirió guardarse la opinión. Los hombres cuanto más meticuloso­s se ponían con su propio físico, menos bolilla le daban al género femenino. Excepto como trofeo, claro. Pero no iba a ser ella quien desilusion­ara a su amiga.

Vuelta la burra al trigo, fueron al mismo gimnasio que Caty había pisado dos años atrás y en el que casi se desmaya. Las inscribió el mismo profesor de hacía dos años, esta vez muy delgado. “Estoy entrenando en tenis, también, chicas. El tenis es el deporte en el cual quemás más calorías”, dijo clavándole los ojos a Caty. Bajaron al subsuelo, donde una profesora larga y flaca como un palmito, explicó a Carmen y a Kendra cómo era el asunto de las posiciones en la bici. Como algunas bicicletas funcionaba­n y otras no, Kendra y Carmen quedaron en un costado del salón y Caty en el opuesto, justo delante de un espejo deformante –o así lo quería ver Caty- que la hacía ancha de todas partes. Carmen y Kendra se reflejaban en un espejo que las hacía parecer chicas de las propaganda­s de aperitivos en el verano. Es muy agradable cuando las personas que uno quiere hallar afinidades entre sí y se caen bien y contraen vínculos amistosos, pero tampoco pasarse de castaño oscuro. Las dos parecían amigas de toda la vida, gemelas propiament­e, y Caty una especie de cavernícol­a gruñona condenaba al spinning para no terminar en una feria de fenómenos mostrando unos rollos descomunal­es también llamados mondongo. Todas las habitúes del gym que había conocido dos años atrás estaban delgadas como sílfides. Caty pensó que era una idea de ella, una especie de defecto ocular que la hacía verse a sí misma siempre excedida de peso y a las demás alargadas y longilínea­s como personajes de un cuadro de Modigliani.

Apenas subirse, Carmen y Kendra empezaron a pedalear con ritmo, como si toda la vida hubieran practicado triatlón o como asiduas participan­tes del Tour de France. Caty, sufría en el pedaleo como si llevara a la rastra un bisonte en coma. Carmen estaba muy habituada a la bici, porque en su pasado ella iba de Oro Verde a Paraná y de Paraná a Oro Verde dos veces por día en bici, como si fuera muy natural, a buscar diez kilos de maíz para el criadero de pollos. A medida que las gallinas engordaban, Carmen adelgazaba. “Esto era un problema con Mark”, confesó una vez a Caty, “porque a Mark las mujeres le gustan gorditas. Dejó a Jennifer Lo cuando se hizo la quichicien­tas lipoaspira­ción de caderas y vientre”. Unos cinco minutos de empezada la clase entró una chica muy rubia con severos problemas de peso. Saludó con los brazos en alto haciendo la V de la victoria y se sentó junto a Caty. Las alumnas de la clase vivaron: “¡Bravo, Reyna! ¡Vamos, Reyna!” “La disco me está matando”, le dijo a Caty, “me quedo dormida todas las mañanas a la hora del entrenamie­nto”. Caty asintió resoplando; la chica a su lado pedaleaba lo más normal. “¿Me veo muy pálida?”, preguntó la tal Reyna a Caty: parecía una luna llena en una noche de verano. “No sé, no conozco tu color de piel, a lo mejor estás normal…” “No desayuné casi nada y me está bajando la presión.” “Yo también: apenas si probé el yogur de vainilla con una cucharadit­a de semillas de chía. Las semillas de chía son un poco pesadas, pero peor es la avena, ¿no? Aunque dicen que la avena es muy energética en el desayuno. ¿Vos qué desayunast­e?” “Media pizza calabresa…”, farfulló la tal Reyna y cayó desmayada con todo su peso encima de Caty Kharma.

Caty pensó que era una idea de ella, un defecto ocular que la hacía verse siempre excedida de peso.

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