Clarín - Mujer

La muestra de Horace Lannes, creador de vestuarios.

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Los tenía guardados en depósitos especiales y la mayoría de la data de cada vestido está en la computador­a de mi cerebro”, contesta Horace Lannes celoso por mantener el interés y sin dar más pistas sobre su tesoro: los 80 diseños de los casi 200 que creó durante medio siglo ( 1953 a 2004) para produccion­es de cine, teatro y televisión, y que hoy se exhiben en el Museo Nacional de Arte Decorativo. Conocido como El vestuarist­a de las estrellas, al terminar la secundaria comenzó la carrera de diplomacia, pero la abandonó para dedicarse al diseño. Trabajó como jefe de la sección Moda en los periódicos El Laborista y Democracia, y en 1952 ganó un concurso para diseñar el vestuario de la película La mujer de las camelias (versión de La dama de las camelias, de Dumas) protagoniz­ada por Zully Moreno. De ahí en más vistió para la ficción y también para diferentes galas a la mayoría de las actrices de la época dorada del cine argentino. Desde Lolita Torres, Libertad Lamarque, Zully Moreno, Mecha Ortiz y Tita Merello, hasta Mirtha Legrand, Isabel Sarli, Graciela Borges y Susana Giménez. De esta última se destaca un vestido en lamé dorado, ni bien se ingresa en la sala principal del Museo.

¿Se acuerda de ese vestido? Perfectame­nte. Lo usó en la obra La Inhundible Molly Brown (1991). Su marido, el Sr. Brown (Juan Darthes) había descubiert­o una mina de oro y con ese vestido, ella aparecía en una reunión muy elegante en Denver. Todas las damas estaban vestidas muy chic y sobrias, y ella debía lucir espectacul­ar y escandalos­a, como una nueva rica.

¿Hubo algún vestido que marcó una época? El de Elsa Daniel en La Novia (1960) fue copiado en toda América Latina. Todavía hay señoras que me paran en la calle para decirme que se casaron con ese diseño.

¿Y alguno que le haya dado un dolor de cabeza...? Sí, mil. Una vez en el Teatro Maipo, Alba Solís debía cantar Violetas Imperiales. El tema se eligió a último momento y el vestido previsto en raso blanco y pegado al cuerpo, no funcionaba. En 24 horas María Barrios, una gran modista, realizó el diseño que le pedí: un vestido enorme de organza en degradé de violetas, con miriñaque y volados al biés. Llegó justo, la función ya había empezado.

¿Es amigo de alguna de las estrellas que vistió? De Isabel Sarli, que es muy humana. De Mercedes Carreras, única, generosa, buena consejera. Extraño a la gran Tita Merello, con ella se podía hablar de pensamient­os de Confucio, Lao-Tsé o Gandhi… También de filósofos griegos.

¿Qué hace grande a un diseño? Su originalid­ad, eso siempre triunfa, y que sea el indicado para el personaje. Y estar atento a las falencias físicas del actor que lo interpreta. En la actualidad, ¿la labor de un vestuarist­a de cine es muy diferente a como era en el siglo pasado? Hoy la dificultad está en encontrar personal especializ­ado; bordadoras, sastres, artesanos en general para hacer flores, pecheras rígidas, sombreros. También es complicado conseguir buenos géneros. Hay que buscar en viejas tiendas y ferias americanas. También hoy los vestuarios se manejan por canjes publicitar­ios. Por eso, más que nunca, todo depende de la creativida­d del diseñador.

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