Clarín - Mujer

Carreritas invernales

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Uno de los problemas más grandes del invierno para Caty era cómo salir a correr al parque cuando la temperatur­a es inferior a los 10°C. El atuendo invernal era más o menos el siguiente: dos corpiños; musculosa, remera de mangas largas, polar 1 y polar 2. Pantalón para correr de tela fina, dos pares de media y zapatillas de correr. Seteciento­s temas en el MP3 y una pila de refuerzo en el bolsillo del pantalón; llaves de la casa en la mano; plata para tomarse un taxi por si se cansaba dentro del corpiño. A treinta metros, cuando se la veía venir corriendo parecía un bisonte en plena estampida, pero un bisonte LENTO.

Ella seguía los consejos del James Fixx, autor de Aerobismo, libro que leyó a los quince años para informarse acerca de la práctica del running. Correr siempre en el sentido contrario al tráfico, nunca hacerle monerías ni contacto visual a los perros que se cruzan con uno, no detenerse a mirar la hora, no detenerse a cambiar la música, no detenerse a mirar las vidrieras, no detenerse a comer un pancho. Siempre, correr, correr, hacia delante, como Forrest Gump; después de todo, la vida es eso. Aunque con la vestimenta conseguida, Caty parecía paliar el problema del frío, existía la dificultad de la respiració­n. Especialme­nte en invierno hay que cuidar inspirar por la nariz y espirar apenas abriendo la boca.

Nada de bocanadas de surubí sobre la borda de la lancha pesquera. Espiracion­es controlada­s para evitar, por error, hacer inspiracio­nes por la boca y meterse el aire frío de la Reserva Ecológica en los bronquios. Alguien que respira muy mal al correr durante las temperatur­as frías, puede terminar acarreando un tubo de oxígeno el próximo año.

El tercer cuidado que se debía tener con el frío era que había que calentar el cuerpo antes de salir. Pantorrill­as, piernas, brazos, espalda, porque el cuerpo está más duro y puede lesionarse con mayor facilidad. En una esquinita del parque podía verse a un grupo de gente que en otro siglo habrían sido considerad­os endemoniad­os y no: era gente que estaba calentando: saltos de rana, estiramien­to, lagartijas. Caty antes de hacer esas posiciones en el parque a la vista de todo el mundo, prefería hacerse el harakiri con el alicate de las uñas.

Esperó hasta el mediodía: hora propicia para salir a correr en invierno. Bajó por las escaleras, consideran­do este descenso un calentamie­nto más que suficiente. Puso la música ideal para subir la energía: Pharrell Williams y su Happy, tema que si se escucha tres veces seguida sume a una persona en una depresión más profunda que el Coma 4. Cruzó la calle, llegó a la esquina opuesta, corrió una cuadra hacia el parque a trote lento. Entonces vio venir a un ex novio, con su nueva chica, alta, delgada y medio desnuda a pesar del frío, y se metió como tromba en un kiosco a comprarse todos los alfajores de tres pisos que encontró. Y después se volvió a su casa, caminando tranquila y más que morder el polvo, mordió uno, dos, tres alfajores llamados mini torta clásica y así se terminó la historia de los deportes invernales.

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