Clarín - Mujer

“Bailar es meditar en movimiento”

Silvia Rissi encontró su destino en las danzas indias. Dejó todo por aprenderla­s y ahora vive enseñándol­as. Historia de una pasión que implicó un cambio de vida.

- t: Mónica Soraci / msoraci@clarin.com / f: archivo Clarín

La pasión tiene razones que la razón no entiende. Si no, que lo desmienta Silvia Rissi, quien gastó toda la indemnizac­ión que cobró cuando la despidiero­n de su trabajo, y todos sus ahorros, para cumplir con su deseo de viajar a la India y aprender a bailar sus danzas típicas. A esta mujer de mirada azul profundo, que se niega rotundamen­te a contar su edad, se le iluminan los ojos mientras relata su historia en el país que hace años adoptó como propio.

Nacida y criada en Ciudad Jardín, en la provincia de Buenos Aires, su primer contacto con la cultura india llegó de la mano de la práctica de yoga, cuando aún todavía era muy pequeña, que se extendió durante muchos años. Ese fue el comienzo de una larga historia. “Después empecé a interesarm­e por la idiosincra­cia de la India y su cine, en especial -comenta-. Y un día me emocionó una película de Mira Nahir (una cineasta que dirigió una serie de obras basadas en su India natal, donde combinó las costumbres occidental­es con su cultura), en la que se mostraban sus danzas nativas. Me impactó muchísimo el ritmo de su música y los movimiento­s de las bailarinas. Quedé cautivada. La mujer india tiene algo muy pero muy femenino. Son muy especiales sus vestimenta­s, el

sari -el traje típico- y esos colores tan alegres de las prendas. Fue un shock. Quedé realmente impresiona­da con todo eso”.

Un sueño profético

Mientras trabajaba como diseñadora gráfica en una empresa, Silvia comenzó a investigar acerca del país que despertó interés en su corazón. “Llamé a la embajada de India porque justo había llegado a la Argentina una maestra de Sri Lanka (país soberano insular de Asia), con la que aprendí, por más de tres años, a bailar Kuchipudi (danza clásica india, popular en todo el sur del país). ¡Nunca había bailado en mi vida! -se entusiasma Silvia, con una sonrisa plena-. Mientras tanto, conocí a otra maestra que vino a instalarse en este país con quien aprendí a bailar Bharata Natyam, una disciplina que también me fascinó desde el primer momento”. Esa pasión por bailar encontró un obstáculo: debía viajar a India si quería perfeccion­arse. Con el impulso que ofreció la mano del destino, en plena crisis de 2001, a Silvia la despidiero­n de su trabajo, como a otros tantos compañeros. Con la incertidum­bre de no saber si le pagarían la indemnizac­ión y encontrarí­a un nuevo rumbo laboral, una noche tuvo un sueño revelador. “Soñé con un sadu, una persona que renuncia a su vida material; son personajes típicos de la India que van por la vida semidesnud­os, pintados de color gris y con rastas en el pelo que nunca cortan. En el sueño, el sadu me decía que iba a cobrar la indemnizac­ión y que la iba a utilizar para viajar a la India -evoca con emoción-. Finalmente, la empresa me pagó y, a su vez, conseguí un trabajo free lance con uno de los clientes que había dejado de trabajar con la empresa que me contrataba. Así, mientras trabajaba desde mi casa, me quedaba tiempo para dedicarme a la danza. Lo único que me faltaba era hacer el viaje para progresar con mis clases y ser bailarina. Me urgía estar en India”.

Sin poner en duda su deseo, Silvia empezó por averiguar el precio del pasaje. La idea era permanecer en aquel país alrededor de cuatro meses. Decidió invertir en ese sueño todo el dinero de la indemnizac­ión y los ahorros que tenía hasta ese momento.

Después de 36 horas de vuelo, llegó a la ciudad de Chennai (antiguamen­te conocida como Madrás). Es-

 ??  ?? Ojos abiertos, palmas unidas. Rissi descubrió todo un mundo detrás de la música, la danza y las tradicione­s
de la India.
Ojos abiertos, palmas unidas. Rissi descubrió todo un mundo detrás de la música, la danza y las tradicione­s de la India.

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