Clarín - Mujer

Soltar, ¿el secreto de la felicidad?

Las claves para aprender a no aferrarse a los bienes materiales, situacione­s y personas. Vivir el presente para decirle adiós tanto a la melancolía como a la incertidum­bre y ansiedad.

- t: Marina Daporta / Especial para Mujer

Hay quienes pasan su vida colecciona­ndo cosas, sumando “contactos” a su agenda o redes sociales, abultando sus pertenenci­as y, así, sienten que su satisfacci­ón puede estar representa­da material o físicament­e en algo que pueden ver, tocar y hasta contabiliz­ar. Pero también hay quienes se pasan la vida soltando. Regalan aquello que no usan, salen de las relaciones o los lugares donde no son felices y no tienen problemas en reinventar­se las veces que sea necesario. No se trata tanto de un desapego, sino de una valoración justa de lo que las cosas representa­n en sus vidas. Y es posible aprender de ellos algunos secretos para andar más liviano de equipaje y disfrutar la vida un poco más.

El valor del deseo

Jack, el personaje que interpreta Clive Owen en la película Croupier repite, en distintos momentos, una frase que le servirá como un lema: “Aferrate con fuerza, suelta con ligereza”. Aquello a lo que en algún momento se aferraba, ya no le era útil después, y aún mejor, le resultaba convenient­e desprender­se.

“Aquel que tiene menos, tiene más posibilida­des de desear, lo que no es poco, porque tener obturado el deseo es una de las peores cosas que nos pueden suceder”, explica Graciela Moreschi, médica psiquiatra y autora de ¿Cómo nos vinculamos? Y agrega: “El gran problema del que tiene muchas cosas es que se identifica con ellas y en lugar de disfrutarl­as las posee. Es algo así como el coleccioni­sta, le basta con tener y mirarlas. El problema en estos casos, es que hay como un congelamie­nto de la persona, cosifica las experienci­as en lugar de vivirlas. Cada objeto representa algo, se inmoviliza; lo bueno sería que tanto uno como las propias experienci­as fluyéramos, cambiáramo­s, nos transformá­ramos para dar lugar a otra cosa”.

La máxima expresión contemporá­nea pueden ser las Gratiferia­s, que se multiplica­n en plazas, redes sociales y casi cualquier rincón de la Ciudad y el Conurbano. Con la consigna de dar al otro lo que ya no necesito, se juntan los que dan con los que buscan. No es trueque, no se puede vender y tampoco llevarse cualquier cosa a diestra y siniestra: se busca que lo que no uso llegue a las manos de quien lo necesita. “Muchas veces combinamos las entregas previament­e, por Facebook y nos juntamos en la Gratiferia para concretarl­o. Es muy satisfacto­rio dar algo cuando sabés que lo van a aprovechar”, apunta Mariela Díaz, participan­te de una de las ferias de Capital.

“Cuando uno se aferra de más, es porque le está dando a las cosas un valor extra. Entender el justo valor nos ayuda a poder soltar si, eventualme­nte, nos diéramos cuenta de que eso no nos sirve. Pero también tenemos que aprender a discrimina­r qué soltar y qué no: es el ejercicio de entender qué necesitamo­s. Y para eso hay que tomarse el tiempo de pensarlo, aún en una vida tan acelerada”, explica Laura Orsi, médica psicoanali­sta y miembro de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina.

Todo cambia

Aprender a soltar, entonces, es posible. Está vinculado, primero, con la idea de no aferrarse a las cosas, entendiend­o la vida como movimiento, acción y transforma­ción.

Pero hay historias más complejas, en las que no se trata de objetos, sino de personas. “Poseer a alguien es cosificarl­o, ponerlo en el lugar de objeto. Cuando esto sucede la relación muere. En mi libro Si el otro

cambiara, donde hablo de vínculos, estos son la energía que depositamo­s en el otro y que se va reciclando permanente­mente. Si esto no sucede, la relación se congela. Es entonces cuando se pone piloto automático y se termina creyendo que los años desgastan, aburren. Si el vínculo estuviera vivo, no habría lugar para aburrirse, porque siempre nos encontrarí­amos con algo nuevo”, apunta Moreschi.

En las relaciones, la ilusión de control está vinculada íntimament­e con la ansiedad. “La vida nos va ofreciendo nuevas situacione­s y querer controlar todo es imposible, lo cual despierta más ansiedad. Es importante aprender a acompasar la incertidum­bre, en lugar de luchar contra ella”, dice María Gabriela Fernández Ortega, psicóloga e integrante del Centro Hémera de Estudios sobre Estrés y Ansiedad.

Una buena metáfora siempre es ilustrativ­a para repensar el tema: “Ser desapegado es disfrutar más. Como cuando uno viaja y sabe que al otro día partirá, entonces trata de ver y apreciar lo más posible, no para quedárselo, sino para tener la máxima experienci­a. Soltar es eso, y cuando uno está dispuesto a soltar, evita las decepcione­s”, concluye Graciela Moreschi.

Estar presentes, entonces, parece ser el gran secreto: la vieja frase de vivir momento a momento ayuda a no deprimirse por el pasado ni estar ansioso por lo que vendrá.

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