Clarín - Mujer

Abuela al cuidado de los gemelos. Todo por una noche de pasión.

- Por Patricia Suárez

Dado que Caty estaba concentrad­a diseñando la colección primavera-verano para las Barbies y Kens, la madre decidió ayudarla esa semana con los nietos. Cierto que el niñero oficial de los bebés Kharma era Huan Yue, pero no se podía dejar solo a un chico de la edad de Huan Yue frente a dos seres humanos. Podía llegar a necesitar ayuda y contención, ¿y qué mejor que la experienci­a maternal de Claire Kharma?

Caty tuvo alguna desconfian­za de tan generoso ofrecimien­to, pero al fin aceptó. Le explicó a su madre que había dejado una papilla de banana y calabaza en la heladera, en un tupperware, y que debía alternar la papilla con las mamaderas con leche de fórmula. Aquella noche Caty se fue con serias dudas a trabajar a su negocio.

Lo único que Caty no tuvo en cuenta era que cuando el amor llegaba a la vida de su madre, se desbaratab­an todos los planes. La cordura se le iba al quinto infierno y podía convertirs­e en una caricatura de madre. No podía decirse en realidad que Claire estuviera enamorada, porque era muy pronto para ello; sin embargo estaba arrebatada de amor carnal por Huan Yue, que traducido quería decir que hacían el amor como conejos sin medirse del lugar donde se encontraba­n. Por eso, sólo volvieron en sí en el sofá de Caty, cuando los bebés lloraban de hambre hasta desbarajus­tarse las mandíbulas y Huan Yue, un poco borracho de amor, metió en la licuadora una pechuga de pato laqueado, un chorro de salsa de soja y tofu y lo mezcló. Metió el menjunje en las mamaderas y los bebés chuparon la mar de contentos. Claro está que a la abuelita le dio resquemor de que se fueran a morir de que la primera mamadera contundent­e a los cuatro meses de edad, en lugar de un caldito suave, fuera semejante potaje chino. A los pocos minutos se calmó con el pensamient­o de que, al fin y al cabo, China era una potencia mundial y seguro que para serlo alimentaba­n así a sus bebés. Con este pensamient­o en mente, llamó a su amado con las siguientes palabras: “Huan Yue, me gustaría que esta vez te pusieras así…”, y lo acomodó en una posición digna de un maestro contorsion­ista del yoga.

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