Abuela al cuidado de los gemelos. Todo por una noche de pasión.
Dado que Caty estaba concentrada diseñando la colección primavera-verano para las Barbies y Kens, la madre decidió ayudarla esa semana con los nietos. Cierto que el niñero oficial de los bebés Kharma era Huan Yue, pero no se podía dejar solo a un chico de la edad de Huan Yue frente a dos seres humanos. Podía llegar a necesitar ayuda y contención, ¿y qué mejor que la experiencia maternal de Claire Kharma?
Caty tuvo alguna desconfianza de tan generoso ofrecimiento, pero al fin aceptó. Le explicó a su madre que había dejado una papilla de banana y calabaza en la heladera, en un tupperware, y que debía alternar la papilla con las mamaderas con leche de fórmula. Aquella noche Caty se fue con serias dudas a trabajar a su negocio.
Lo único que Caty no tuvo en cuenta era que cuando el amor llegaba a la vida de su madre, se desbarataban todos los planes. La cordura se le iba al quinto infierno y podía convertirse en una caricatura de madre. No podía decirse en realidad que Claire estuviera enamorada, porque era muy pronto para ello; sin embargo estaba arrebatada de amor carnal por Huan Yue, que traducido quería decir que hacían el amor como conejos sin medirse del lugar donde se encontraban. Por eso, sólo volvieron en sí en el sofá de Caty, cuando los bebés lloraban de hambre hasta desbarajustarse las mandíbulas y Huan Yue, un poco borracho de amor, metió en la licuadora una pechuga de pato laqueado, un chorro de salsa de soja y tofu y lo mezcló. Metió el menjunje en las mamaderas y los bebés chuparon la mar de contentos. Claro está que a la abuelita le dio resquemor de que se fueran a morir de que la primera mamadera contundente a los cuatro meses de edad, en lugar de un caldito suave, fuera semejante potaje chino. A los pocos minutos se calmó con el pensamiento de que, al fin y al cabo, China era una potencia mundial y seguro que para serlo alimentaban así a sus bebés. Con este pensamiento en mente, llamó a su amado con las siguientes palabras: “Huan Yue, me gustaría que esta vez te pusieras así…”, y lo acomodó en una posición digna de un maestro contorsionista del yoga.