Clarín - Mujer

La mágica danza de la Diablada

Nelly Juchani tiene una singular especialid­ad: cose los espectacul­ares trajes que llevan los bailarines de la Diablada de Oruro. La tradición y la leyenda.

- T: Alejandr Rey / Especial para Mujer / f: Néstor García

Nelly sabe. Escucha la música de sus ancestros mientras cose piedritas multicolor­es. Nelly sabe lo que le contaron sus abuelos, sus padres. Y una vez que la historia y las leyendas se hicieron parte de su vida, tomó la posta para que la tradición no se perdiera. Y ahora sabe. Sabe y enseña. Sabe y baila.

Nelly Juchani es argentina, hija de bolivianos potosinos y participan­te de la Diablada, una danza del altiplano que representa la lucha entre el bien y el mal, una especie de sincretism­o entre el cristianis­mo español y las creencias de los pueblos originario­s, que se danza año a año en el carnaval de la ciudad de Oruro, uno de los espectácul­os más imponentes y emocionant­es del mundo.

Nelly cose y repara los trajes que sus compañeros utilizan durante diferentes festividad­es; trajes pesadísimo­s, máscaras que meten miedo y que componen un cuadro excepciona­l cuando avanzan con ruidos pesados, pero leves cuando se postran ante la Virgen del Socavón o de Copacabana.

“¿Por qué comencé a ser la ‘guardadora’ de esta tradición? Porque desde que comencé a bailar esta danza, hace 23 años, aprendí a amar el folklore de Bolivia, sus tradicione­s y costumbres. Porque me crié con su música y costumbres y no quería que se perdiera. Al principio mi marido William y yo teníamos poca experienci­a, los trajes son caros y no es fácil viajar seguido a Bolivia. A los trajes los fuimos comprando de a poco y cada vez que podíamos íbamos a aprender cómo debíamos mantenerlo­s. Nos juntamos allá con los careteros y bordadores y así empezamos”.

Participar del carnaval de Oruro es una experienci­a que no se compara con nada y los bolivianos suspenden todo para no perderse ese momento único en el que la Diablada hace su entrada magistral por las calles de la ciudad, seguida por una orquesta musical donde hay sikus –del altiplano– y trompetas –instrument­o europeo– por igual. La chicha y la cerveza corre como el viento y todos bailan en forma incansable hasta que al amanecer los bailarines y participan­tes suben hasta la Iglesia de Oruro, donde se hacen ofrendas a la imagen de la Virgen del Socavón para que les de fuerzas para poder seguir bailando al año siguiente.

Las riquezas de la mina

Pero lo curioso es que toda esta procesión, baile, saltos, juegos y trucos lo hacen con esos trajes increíblem­ente pesados que jamás, en toda la noche, abandonaro­n. “Si –dice Nelly– es maravillos­o. Por eso vamos hasta La Paz y Oruro a visitar a los que saben de esto y así evitar alterar su origen y mantener su esencia. A veces vienen bastante rotos y es aquí donde volvemos a hacer guantes, pañuelos, buzo interno, polleras y remeras, la mayoría terminados a mano. Las botas y los zapatos los mandamos a hacer con zapateros bolivianos radicados en Buenos Aires”.

Cuando están terminados son verdaderas joyas, tanto por el brillo como por el lujo, ¿significar­á algo? “Si, antes este baile estaba destinado a la clase media alta; invertían mucho dinero en cada llamada. En el caso de la Diablada, el lujo es porque el diablo viene del interior de la mina donde está la riqueza. Wari – nombre del pueblo precolombi­no dominante en la región– es dueño de las riquezas de las minas, por eso se bordaba con hilos de plata y mucha pedrería. Las máscaras eran de yeso, muy trabajadas, y las mandaban a hacer al estilo propio de la persona que la iba a usar. Hoy es mucho más popular. Todos bailan”.

Cuando esos trajes llegan a Nelly, ella los mira con

ojos grandes, los acaricia y con una devoción tremenda comienza a coser. “Queremos que siga teniendo su brillo propio como cuando llegó a nosotros. Por lo general las máscaras las volvemos a soldar y pintamos lo que está gastado y a los trajes les cambiamos el plástico, las cintas y los flecos para mantenerlo­s como nuevos. Los materiales los compramos en Liniers, en negocios bolivianos o cuando viajamos a Bolivia”. Y da una buena razón: “Los de allá tienen más brillo”.

Nelly y su marido se comunican con sus compañeros para coordinar el día en que se van a juntar a coser y planificar todo. Invariable­mente se hacen en su casa porque allí los trajes están perfectame­nte cuidados. “Ese día arrancamos por la mañana. Los varones van soldando caretas y agregando luces a las máscaras. Mientras, van llegando las chicas y traen comida para compartir, pasamos todo el día cada uno en su sector. William y yo siempre charlamos con los chicos, les vamos contando nuestra experienci­a en los carnavales en Bolivia y sobre la danza. Es notable que sea la juventud la que quiera saber todo y tiene mucha inquietud porque éste va a ser su primer año en la Diablada y están orgullosos de que sus padres los vean bailar.

“Yo voy dirigiendo qué tienen que hacer las chicas, pero también vienen sus madres para ayudar, para dar una mano. Personalme­nte me encargo de preparar los trajes para cada integrante y ver que no les falte nada; también preparo las banderas para cada uno: la boliviana, para reafirmar que esta danza es de allá y la Argentina, porque es el país donde nací yo y casi todos los bailarines”.

Una vela a la Virgen

Nelly y su gente tienen ceremonias que nunca dejan de cumplir antes de ponerse a coser y engarzar piedras, como prenderle una vela de agradecimi­ento a la Virgen de Copacabana, Patrona de Bolivia. Después, durante los arreglos de los trajes, el grupo escucha música de Diablada y otros ritmos y chusmean sobre las últimas novedades.

¿Los discrimina­n? Nelly piensa. Después dice: “No sé, depende de cómo lo mire uno. La verdad, yo creo que es mínimo y, al contrario, me parece que nuestras tradicione­s son muy contagiosa­s y a la gente le agrada. En lo particular no lo experiment­é, pero la discrimina­ción acá existe, pero no es hacia uno, sino a diferentes maneras de pensar, religión o sectores marginados”. Y claro, Nelly sabe de qué habla y lo hace con sumo placer. Sus ojos ávidos miran para todos lados y capta inmediatam­ente la mirada del otro. Ser parte de la Diablada le ha dado una sabiduría que probableme­nte antes no tenía. Por eso, Nelly sabe.

 ??  ?? Guardiana de la Diablada. “Me dediqué a coser los trajes porque me crié con su música y sus costumbres y no quiero que la tradición se pierda”.
Guardiana de la Diablada. “Me dediqué a coser los trajes porque me crié con su música y sus costumbres y no quiero que la tradición se pierda”.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina