¿Secuestro o abandono? Enigmas de la separación.
Por supuesto, si tu marido SUPUESTAMENTE huye de casa con otra mujer, desearías que esté muerto. El mismo deseo agitaba el -en ese momentooscuro corazón de Caty Kharma. Pero de pronto, pasó como un relámpago por su cabeza que quizá no se hubiera fugado efectivamente con la sexóloga rusa, sino que sí, en verdad, ESTUVIERA SECUESTRADO O MUERTO. Asesinado por los secuestradores era una probabilidad bastante alta, dado que si llamaban al teléfono fijo de Caty, lo estaba usando TODO el tiempo la madre de Caty, para avisar a amigas y comadres de la desgracia de su hija. Caty se sentía humillada por esta acción materna, pero tal como su progenitora decía: “La desgracia genera mucha empatía y la empatía materializada siempre es bienvenida”. Razón por la cual, vecinas y otras amistades se acercaron a traer tupperwares con comida, pañales y horas libres para cuidar a los mellizos. Una, incluso trajo un garrote por si Simón volvía y había que escarmentarlo. A cada persona que se acercaba, Caty preguntaba si no creía posible que su esposo hubiera sido secuestrado y muerto por una banda de delincuentes, y la persona en cuestión meneaba la cabeza de un lado a otro y lanzaba un profundo: “No”. Ella acababa de terminar la serie Stranger Things donde las personas son o devoradas por un ente extraterrestre bastante bizarro o chupadas a la cuarta dimensión. ¿No podría haber ocurrido que Simón fuera chupado y estuviera viviendo una vida paralela?, preguntaba Caty. Esta vez las personas interrogadas nomás respondían. “Je je”. Por suerte, Caty contaba con ayuda parental. La madre de Caty cuando la oyó delirar con hipótesis absurdas sobre la fuga de su marido, se limitó a encajarle un fuerte ansiolítico de la década del 80 y el padre instaló en el lavadero de su hija, un pequeño estudio taller para enseñar esperanto. Mientras calculaban a qué abogado contratarían para pedir el divorcio y la consiguiente pensión por alimentos y visitas, Caty escapó a la comisaría más cercana. Intentó denunciar la desaparición de su marido y llevó para eso una fotografía de él, a los quince años, y haciendo acrobacia en el circo familiar. Caty ocultó sus lágrimas y se dispuso a declarar. El sumariante le preguntó cuándo fue la última vez que lo vio: cuando ella estaba preparando la cena, él se levantó un momento anunciando que iba al baño a hacer lo segundo, y cuando lo fue a buscar al baño, varios minutos después, el ventiluz estaba roto y se notaba que un cuerpo de dimensiones adultas había pasado por ahí. El sumariante vio con muy malos ojos que una esposa se metiera en el baño cuando su marido está ocupado allí haciendo lo segundo. “En una casa en la que no se puede defecar tranquilo, no vale la pena vivir”, sentenció. Caty se echó a llorar. Explicó que ella sospechaba que él quizá se había ido a entrevistar con una sexóloga rusa. Le pidieron foto de la sexóloga para regalársela a Damiancito el mecánico de los móviles y que la colgara en el taller mecánico. Caty no tenía foto de Vonda Adnov y largó otra tanda de llanto. Compadecido, el sumariante afirmó: “Su esposo fue ABDUCIDO por organismos extraterrestres. Esto es muy común últimamente; vienen acá a denunciar la desaparición de un ser querido y no tenemos más remedio que revelarles el top secret del estado argentino: hay aliens llevándose a la gente en sus naves. Lamentablemente, no podemos hacer nada. Pero no tema porque por ahí, él regresa con un chip en la cabeza o en el caracú. Los aliens no los matan, los estudian nada más y después los rajan de nuevo a la Tierra.” Caty inquirió con un hilo de voz a quién debía pedir más información sobre este asunto; el sumariante le anotó en una servilleta de papel: “Agente S. Spielberg” y le sonrió.