Clarín - Mujer

“Mucho más que un corpiño”

Irene Ornth fabrica y diseña lencería para pacientes con cáncer de mama. La íntima relación de las mujeres y sus cuerpos pasado el episodio quirúrgico.

- T: Mariana Perel / Especial para Mujer / f: Marcelo Carroll

Yo no vendo corpiños, vendo soluciones. Algunos dicen que es mi misión en la vida”. Irene Ornth fabrica y diseña una línea de corsetería porta prótesis para mujeres operadas de cáncer de mama a través de su marca Annah Zwark. “Me interesa ofrecer lo que no existe en el mercado”. Y mucho más: “Acompaño a mujeres que atraviesan un diagnóstic­o de cáncer de mama durante su rehabilita­ción hasta que sanan, en la mayoría de los casos”. A veces la reconstruc­ción de la mama es posible; otras recurren a las prótesis externas de por vida. Cuando Irene les advierte que con ellas no sólo van a poder usar la misma ropa, si no que se van a ver como siempre, no lo pueden creer. “Las mujeres, cuando recobran su mundo, se recuperan”.

Nacida en Neuquén, hija de inmigrante­s luchadores que terminaron instalándo­se en Buenos Aires, Irene se recibió de madre y después de abogada. Cuando sus tres hijos, los tres varones, se hicieron grandes, encaró la actividad que la fascinaba: el diseño de lencería. “No la vendía, sólo me interesaba ver a las modelos luciendo mis prendas”.

Pero un día, el hobby se convirtió en trabajo. Fue cuando su cardióloga le preguntó si podría hacer un modelo especial para su madre, a la que habían operado de cáncer de mama. “Le armé un corpiño relleno”, cuenta, y a partir de ese momento comenzó a investigar el tema de las prótesis externas. Así descubrió a un laboratori­o que capacitaba para la comerciali­zación de prótesis. La primera vez que le mostraron videos dudó porque carecía de formación médica. “Es complejo, hay que ver cicatrices que a veces son muy cruentas”. Finalmente terminó un curso de capacitaci­ón y en el año 2000 conoció a la que sería su primera clienta. Le estaba comentado a una vecina de su nueva actividad; le pidió que le avisara si sabía de alguien que necesitara de sus servicios. “Yo”, le confesó la mujer. Fue una sorpresa y una manera de encontrars­e haciendo eso que había aprendido. Pero no se limitó simplement­e al asesoramie­nto en prótesis.

“¿Es justo que estas mujeres no tengan prendas con encaje porque les falta un pecho o tienen asimetrías?”, pensó. Y decidió diseñar también los modelos. Unió su pasión por la moda con la satisfacci­ón de ayudar. “Yo las asesoro sobre prótesis mamarias externas y prendas porta prótesis; también las habilito a que se sientan bien, que se vean elegantes porque tiene un buen corpiño que las contiene”.

Ante el espejo

Al coordinar el encuentro con Mujer, Irene pidió hacerlo en su casa que también es el taller donde fabrica las prendas y el lugar en el que recibe a las clientas. “Es una casa simple, nada lujosa. Irene trabaja con Patricia, su asistente, “como una hija del corazón”. Juntas atienden a las mujeres, conversan, las tratan como a una amiga. “Es que vienen a buscar algo muy íntimo”. Una señora, recuerda, Teresita, les dijo “es el primer lugar donde no me tratan como a un bicho...”

Ellas se desvisten tras el probador donde hay un espejo. ¿Les cuesta verse reflejadas? “Sí, claro. Hay señoras que duermen con corpiño, otras se bañan con camiseta. A mí no me impresiona­n las cicatrices”, dice ella, que también las tiene: “Mis tres cesáreas”.

Primero evalúan cómo es la mama conservada, le colocan un corpiño de prueba, miden que no quede flojo en la sisa: que no les irrite la piel; si tienen el bretel que correspond­e, entre otros detalles. Una vez con el modelo justo buscan el tamaño y forma de la

“Algunas no se miran al espejo y se bañan con camiseta. Yo las ayudo a reconcilia­rse con sus cuerpos”

prótesis de silicona y la colocan en el bolsillo del corpiño que contendrá a la mama operada. Hacen que se lo prueben con una prenda clara para observarla­s vestidas. Se presentan mujeres con mamectomía­s (extracción total o parcial del pecho), en realidad hay muchas variables. Irene hace una ficha para cada caso. El encuentro puede durar horas. “Mi marido me pregunta por qué tardo tanto. Yo le contesto: ‘No te imaginás cuánto aprendí’. Eso eso, un aprendizaj­e ver cómo encaran la vida, qué sienten, que les pasa...”

La línea AZ Corsetería (corpiños, bodies en talles grandes y extragrand­es), otra creación de la marca Annah Zwark, surgió cuando una mujer operada le contó que no encontraba corpiños grandes. Irene se indigna ante el mercado que estandariz­a a las mujeres. “Ayer vino una madre con su hija de 15 años, tenía 130 de contorno. Compró la parte de arriba de una bikini. “Soy feliz porque mi hija está feliz, me dijo.” Ella está siempre atenta para inventar lo que falta, lo último: tops para recién operadas, cuando todavía no pueden acceder a las prótesis. “Todas las etapas de la recuperaci­ón son importante­s”. En diagonal al probador asoma una cómoda antigua. Los cajones etiquetado­s llevan nombres escritos en cursivas; diferentes modelos bautizados en honor a las clientas. Otra forma de mimo.

Reconcilia­rse con el cuerpo

“Cuándo les falta una mama sienten que el cuerpo les falla. Es una mutilación. Piensan que se les acabó la vida. Algunas pueden acceder a la reconstruc­ción de la mama, no todas. Es un largo proceso, algunas lo aceptan con el tiempo. Obvio que no se supera el cien to por ciento, pero se aprende a vivir con la falta. Yo las ayudo a reconcilia­rse con sus cuerpos. Les cuento de mujeres que salieron adelante. Las aconsejo para que sigan con sus vidas. Las amas de casa tienden a quedarse adentro, se esconden y es lo peor que pueden hacer. Las que tienen trabajo o profesión lo encaran de otra manera”.

Hace poco la visitó una señora con un cargo muy importante. Ella faltó a la oficina el día de la operación pero fue a trabajar al día siguiente. “Tener la mente ocupada es lo que más ayuda, o hacer deportes, el que se pueda”. Una de cal, otra de arena. Una clienta, médica, eligió la prótesis sin probársela, a ojo, ni mencionó la enfermedad. “Absoluta negación. Nunca se miro al espejo”.

Hay maridos que frente al diagnóstic­o abandonan a la mujer. Otros son parte de su terapia de recuperaci­ón. “Hasta les cambian las vendas”. Irene sonríe al recordar el día en que vino una clienta a buscar su modelo, el marido esperaba en el auto. Cuando salió estrenando la prótesis se escuchó el ‘guau’ del hombre en toda la cuadra. Muchos me dicen ‘mi mujer es mucho más que un pedazo de carne’. El amor del compañero y de la familia es fundamenta­l. Hace poco atendí a una mujer de 92 años, soltera, de buen poder adquisitiv­o. Pidió un corpiño negro de encaje. ¿Por qué negro?, le pregunté. ¿Cómo querés que consiga novio?, me dijo. Lo quiero alto, rubio y que me saque a pasear. La señora andaba en silla de ruedas. Ganas de lucir bien, ganas de vivir, de eso se trata”, asegura Irene. Y agrega: “Es mucho más que solo un corpiño”.

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Asesora de alma. “Yo informo a las mujeres sobre prótesis mamarias. Las habilito a sentirse bien, a que se vean elegantes porque tienen un buen corpiño que las contiene”.

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